7| Parte I | Volverás conmigo

70 19 144
                                    

—¡¿Qué ocurrió?! —Escucho en la lejanía una voz prepotente y nerviosa.

—¿Dónde las encontraste? —Una más cálida y firme habla. Sonrío por el arrullo que me transmite.

Incesables voces hablan al mismo tiempo. Me siento muy liviana a comparación de ayer. Tengo un dolor horrible de cabeza. Mis ojos se abren poco a poco mientras muevo rápidamente mis párpados. Una luz molesta me hace cerrarlos rápidamente.

«¿Dónde estoy?».

Intento responder mi pregunta mirando de nuevo hacia arriba pasando por alto las molestias de aquella fuente de luz pegada al techo. Muevo mi cabeza hacia los lados tratando de identificar algo. No, nada. No estoy en mi habitación. Me siento perdida, asustada, débil y encerrada.

¿Qué ocurrió ayer, o, anoche?

Mis sentidos se restauran lentamente mientras sigo observando mi alrededor hasta los límites de mi visión. Estoy en una habitación: pintada de un blanco impoluto, hay dos sillones de un color verde claro y una mesita con una jarra de agua y muchas flores, hay dos puertas recubiertas de lo que creo que debe ser caoba. Volteo a mi otro lado: hay una serie de cuadros; muy pintorescos, por cierto, tienen colores pasteles y llamativos, van desde un bodegón hasta la pintura de los gastos jugando cartas en una mesa. Esta última me causa un poco de risa. También hay frases del tipo alentadoras como: «Puedes más que el mundo». Ahora mismo esa frase no tiene nada de alentador para mí; me deprime.

¡Qué lugar más extraño! Me siento en la cama, llevo puesta una bata rosa, las personas que hay, están en ronda discutiendo, no han reparado en qué desperté hace minutos. Me quiero parar. Con dificultad me estiro para tocar el suelo, pero me caigo. El golpe resuena en toda la pequeña, pero cálida estancia. Un grito de dolor sale de mi boca; una sensación calurosa embarga mi piel. Estiro mi brazo y lo alzo para buscar la fuente de mi dolor y calor. Estoy sangrando, a borbotones. Trato pararme; sin embargo, me mareo. Siento unas manos fuertes y a la vez gentiles ayudarme. Cierro mis ojos para que todo esto pase, los abro de nuevo y veo borroso. Una silueta alta está frente a mí y no le puedo reconocer. Las voces han cesado.

—¿Quién eres? —pregunto desorientada, no recibo respuesta de ningún tipo.

Escucho como un eco a alguien decir:

—¡Rápido! ¡Busca una enfermera!

Todo vuelve como al principio: la oscuridad se vuelve mi Señora.

«Una pradera está hermosamente alimentada de vida: la hierba es totalmente verde, las flores (que se dispersan entre lirios, rosas blancas, margaritas y azucenas) tiñen el lugar dándole un aspecto juvenil, el cielo está decorando el panorama con c...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Una pradera está hermosamente alimentada de vida: la hierba es totalmente verde, las flores (que se dispersan entre lirios, rosas blancas, margaritas y azucenas) tiñen el lugar dándole un aspecto juvenil, el cielo está decorando el panorama con color e intensidad, las nubes se distribuyen formando figuras como estrellas y aves, otras solo permanecen intactas. La brisa es refrescante. La paz que reina en este lugar es inigualable a alguna otra que haya sentido. He estado caminando no sé por cuánto tiempo y me he topado con lugares muy bonitos.

Herencia silenciosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora