Pestañeo con pesadez, sintiendo un dolor de cabeza horrible que me taladra junto a mis músculos agarrotados. Los insistentes golpes en la puerta de mi habitación provocan que insulte el día que nací. Abro mis ojos, logrando ver puntitos de colores distorsionados. Otra punzada de dolor se instala en mi sien, lo cual me hace frotarla con mis dedos. Algo aturdida y somnolienta rebusco mis tibias pantuflas, sin embargo, gimo frustrada al recordar que ya no las tengo gracias al demonio que se había alojado en mi habitación sin siquiera saberlo.
Por cierto, por su putisisíma culpa tuve que botar mi guardarropa, y en fin, básicamente remodelar mi habitación completa. Cosa en la que me ayudó mamá, por cierto.
Fulmino con mi puño en alto a la puerta y la maldigo por lo bajo. Sin embargo, mamá entra y dejo mi brazo colgado en el aire, cortando de golpe mi último improperio. Ella frunce el ceño, inevitablemente extrañada.
—Cariño, te busca Sarah; aunque creo que es muy temprano —anuncia, viendo el reloj que cuelga de su muñeca.
—¿Sarah? ¿Qué hora es? —pregunto bostezando. Por instinto me llevo una mano a la boca, sin embargo, hago una mueca ante el olor rancio que sale de ella.
—Sí, dice que debe hablar algo muy importante contigo, ¿la dejo pasar? —Se da la vuelta para salir, pero gira nuevamente sobre sus pies en mi dirección, con el dedo en alto—. Ah, son las ocho y veintiséis —dice mientras corre las cortinas y abre un poco las ventanas tintadas de un color claro–oscuro. Ahora soy objeto de revisión diaria. Mi cuchitril, envoltorios de papitas y chocolates derretidos fueron descubiertos desde el momento en que Hellen empezó a barrer debajo de la cama—. Por cierto, el lunes hay reunión de padres... —Mi respiración se corta de cuajo y mis manos adquieren una ligera capa de sudor. A pura fuerza de voluntad asiento—. ¡Agh! Te he dicho mil veces que pongas las bragas a secar en el área de lavado, no en la ventana. ¿Cuántas veces tendré que repetírtelo? ¡Ah, y échale blanqueador a las claras! ¡Agh, niña, ten un poquito de principio! A este paso tendrán otro color, y te aseguro que no va a ser blanco —me riñe, arrancando mis pobres «tapa-todo» de la verja.
—¡No, ese negro se está secando!
No obstante, mamá me lo tira a la cara junto a los demás.
—Ponle un puesto a esos trapos, hazme el favor —me advierte, apuntándome con el dorso de su palma abierta—. Ah, ¿qué te decía? ¡Oh, sí! El lunes hay reunión de padres...
—¿Por qué? ¿De qué hablarán?
—No es para hablar sobre calificaciones, si es lo que más te preocupa —comenta burlona. Mierda—. Pero, por lo que pude entender, darán una información de carácter muy importante...
—Ajá, como la vez que se dañaron las tuberías de la escuela, el vaho emanaba con una pasión insoportable; armamos una huelga en la que me importó un pepino participar, pero ajá, tuve que firmar para dar buena impresión; se reunió el dinero y con lo que sobró se compraron papeles higiénicos. Una reunión de carácter urgente para una recolecta muy beneficiosa —relato, haciendo una mohín con mis labios para soportar la risa.
—Bueno, sea o no sea importante debemos estar ahí. Todos —aclara desde la puerta, acomodando su cabestrillo.
—Ajá, okay, ya entendí... Pero, ¿y Sarah? ¿No te dio alguna pista?
Niega con la cabeza, encogiéndose de hombros.
—¿La dejo pasar?
—Sí, sí, ya sabrá ella por qué me viene a buscar —le doy el permiso mientras agito mi mano en un gesto desdeñoso.
Mamá asiente y sale, llevándose consigo todo el canasto de ropa sucia. —Y luego le encanta decir que no hago nada. Ajá, pues si ya no es mi culpa que se me adelante a casi todo—. Me levanto de la cama, calentando mis extremidades y contorsionando mi torso, sin embargo, un gemido de dolor sale de mi boca por cada movimiento brusco que resienten mis huesos.
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Herencia silenciosa©
FantasyVictoria fue marcada gravemente en el pasado y no lo recuerda. Ahora es perseguida por ángeles y demonios. Unos más despiadados que el otro, ¿o tal vez iguales? Sus mezquinas naturalezas le demostrarán que no hay malos ni buenos. La confusión le ob...