7| Parte II | Volverás conmigo

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Cinco minutos en los que nadie se ha desmayado, cinco minutos en los que nadie ha salido corriendo o reaccionado, cinco minutos en silencio imperturbable; en el que nadie ha habla...

—¡Ahora quiero que me expliquen por qué esa ave está muerta!

Corrección... gritado.

—¡Silencio! —Me echa una sola mirada de advertencia que grita sola.

—Mi cabeza está por estallar. Necesito silencio, por favor —indico masajeando mi sien con una nota fingida de dolor.

—¿¡Cómo...!?

—¡Hellen! Vinimos por su escándalo. No necesitamos otro ahora. Deja que ella nos explique —interviene papá con tono apacible, sin embargo, sigue viendo desconcertado al animalito tirado en la loza blanca.

—Entonces Victoria... —hace una pausa que provoca un sobresalto en mi interior—. ¿Lo dices tú o ellos? —dice mamá en tono demandante mientras inclina su cabeza hacia los chicos con rostros temerosos, arrinconados en una esquina.

—Yo... —bufo rendida a la vez que la miro a sus ojos azules, ahora oscurecidos.

—Entonces, empieza a contar, punto por punto —ensarta con voz fría e imponente.

—Entonces, empieza a contar, punto por punto —ensarta con voz fría e imponente

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—(...) Así es cómo esta ave está más dura que mis pelos en la mañana. Por cierto, ¿qué me echaron? Se sienten suavecitos... —Paso mis manos por mi cabello con admiración.

—Victoria, esto es serio —menciona papá; y me encojo de hombros.

—No sé más nada. Solo sé que...

—¿Que sabes qué? —interroga brusca mamá entrecerrando los ojos.

—Que me hubiese ido fatal si me la hubiese puesto. —Salgo de mi aprieto rápido.

—Espera... —Hace gesto pensativo—. Ella dijo que ese medicamento podría ser muy fuerte —resalta Anthony.

—Sí, muy fuerte —musita irónica Ana mirando hacia dónde este sigue reposando.

—¿Ya ves que ese pajarito después de todo sí era necesario? —Román se dirige a Sarah.

—Lo que sea... —Mira hacia arriba con ojos cristalizados. Me siento ahora miserablemente culpable por lo que le obligué a ver.

—Era ella o él —acepta Sarah, triste. Ella es alguien entregada a resguardar bosques y animales... ¡Dios, soy un monstruo! Mi pecho se estruja al ver su rostro culpable, suelto un jadeo al darme cuenta del gran error que cometí.

—¡Ya chicos! ¡Dejen de molestarla! —Golpeo enfurruñada la cama con un puño, todos quedan callados y estupefactos. Tomo aire y me relajo, esto no puede ser posible y peor.

—¡Ush! ¿Qué le echaron en esos sueros estos días? Está más rabiosa de lo normal —critica David en voz baja.

—Estoy en cama, no sorda... —comunico con un gruñido y ruedo los ojos.

Herencia silenciosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora