12| Parte II| Planes ocultos

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Las paredes de colores azules y blancos se alzan en silencio a nuestro alrededor. Algunas salpicaduras de sangre se mantienen intactas en el duro suelo con algunas cerámicas que muestran delgadas y profundas grietas de color crema. Los vidrios se encuentran esparcidos nuevamente en este. El desmenuzado ventanal permite correr el único sonido que es palpable —aparte de los locos latidos de mi corazón—: el ulular del viento; el mismo que enfrió la habitación hace minutos.

Algunos muebles individuales y decoraciones mantienen un estado demacrado; señal de que no pueden ser arreglados o reutilizados. El horrendo y mortecino sabor de mis labios me provoca náuseas, junto al olor desagradable de transpiración que nos cubre. El aspecto de cada participante no es mejor que la de nuestra visitante, la cual no ha abierto sus labios.

La chica de piel oliva y mirada penetrante se pasea por todo el lugar, hecho un evidente desastre. Sus delgados dedos con largas uñas decoradas en un matiz turquesa pasan por las paredes. Los chicos se remueven intranquilos y se dan bruscos toqueteos. Estoy parada desde la entrada de la cocina, esperando que me den alguna señal para que me acerque. Me aseguraron que no es peligrosa, es una de ellos; pero que me hayan dicho eso me da más curiosidad para aproximarme a ella. Es una emoción insaciable.

—¿Te encuentras mejor? —Daniel susurra en mi oído. Doy un pequeño salto en el lugar por la sorpresa y afirmo en el mismo tono moderado. Da un giro para quedar a mi lado.

—¿Qué hace? —pregunto extrañada por los movimientos circulares de sus dedos sobre las paredes.

—Busca espíritus dentro de la casa. —Mi piel se enchina con solo escuchar eso.

—¿Por qué? —Cierro la boca de golpe y fijo mi mirada en ella de forma inconsciente.

—Cuando tu madre, Hellen, no está, esta casa se vuelve insegura para ti. Ella trata de mantenerte salva todo el tiempo que pueda, eso la agota en sobremanera. Al fin de cuentas es humana. Debe trabajar e intentar protegerte. Esta ciudad está repleta de demonios; poseen, provocan accidentes, muertes y logran muchas cosas más. Se mantienen al asecho y no es fácil tener un estupendo control mental para no dejar que los pensamientos que te inculcan no te afecten; esos pensamientos: son tentaciones. Eso significa que al encontrar a alguien con débiles barreras o con fuertes emociones negativas les inducen a hacer cosas que no son obviamente buenas, la mayoría de esas le arrancan la vida a las personas que se dejan llevar; a corto o largo plazo.

Sus palabras me adormecen en los recuerdos y pienso en todas las ocasiones en las que le pedía a mamá cuando apenas era una infante de ocho años que jugara conmigo y me contestaba una y otra vez que estaba agotada por el trabajo. Me enviaba a dónde estaba papá, el cual en ese momento trabajaba como albañil largas jornadas, muchas sin alimentarse de manera correcta. Sin embargo, él con dolores en la espalda y manos rígidas por la constante carga de materiales, jugaba conmigo. La mayoría de las veces lo hacía sola; pero me regocijaba con que al menos alguien hiciera travesuras conmigo o compartiera los juegos de subir árboles, correr hasta no sentir aliento o tirar piedras a largas distancias en el jardín trasero. Me arrepiento ahora de haberle reclamado a mamá ese tiempo en el que también podía jugar con nosotros. Le gritaba y lloraba sin control hasta a veces no sentir la voz. No sabía ni imaginaba el esfuerzo que hacía desde mi prematuro crecimiento. Ha tenido que rendir como: mujer, esposa, madre, ama de casa y protectora. Ahora entiendo por qué tanta fatiga. Ha tenido que concentrarse demasiado y hacer un doble esfuerzo mental o inclusive más con tal que esté dentro de casa, segura, añadiéndole a eso la carga laboral que tiene como decoradora, área dónde debe rendir lo mejor de ella: diseñar, elegir, escuchar, ordenar y mucho más. Sin darme cuenta, he estado matando a mi progenitora...

—He sido muy egoísta... —musito apesadumbrada.

—¿A qué te refieres? —inquiere Daniel, un tanto distraído recogiendo los pequeños fragmentos de cristal y otros materiales sobrantes, del piso.

Herencia silenciosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora