2. Hell Town

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Estaba a punto de subir al carroaje cuando escuché unos aleteos rápidos acercarse a mí, giré y vi a mi padre llendo hacía mí.

- ¿Qué pasa papá?- dije mirándolo mientras aterrizaba en el suelo pulido.

- ¡¿Qué qué pasa?!, ¡¿Porqué no le dijiste a los tronos que irías a Hell Town?!- dijo mi padre haciendo que agachara la cabeza.

- Los tronos no controlan nuestra vida papá- dije aún agachada.

- ¡Por supuesto! Podemos ser arcángeles y ser reyes del Cielo pero ellos siguen siendo la jerarquía más alta- dijo mi padre muy molesto.

- Está bien, está bien. Vamos a decirles- dije intentando evadirlo.

- No me tires de a loco Ilay. Ésto es serio- dijo mi padre muy molesto.

Extendió sus alas y emprendió el vuelo hacía el segundo nivel del cielo. Extendí mis alas igualmente y emprendí el vuelo siguiendo la ruta de mi padre. El segundo nivel era el cielo superior, ahí se encontraba la élite de la élite: los serafines, querubines, los tronos, las potestades y toda la nobleza más alta del reino.

Llegamos al segundo piso, aterrizamos en una plataforma de nubes, frente a una enorme puerta de reja dorada y dentro del terreno que abarcaba la reja estaba un castillo (no tan grande como el nuestro, pero igual de majestuoso). Unos serafines aguardaban en la puerta y posteriormente la abrieron para que pudieramos entrar.

- Vamos hija- dijo mi padre tomando mi hombro.

Entramos al palacio y justo detrás de nosotros, la puerta se cerró lentamente; caminamos un poco hasta llegar a una mesa en media luna, extremadamente alta y de mármol: ahí estaban los tronos.

- Tronos, ¿A qué se debe su llamado?- preguntó mi padre haciendo una reverencia.

- ¡El propósito de nuestra llamada es por tu hija Argenis: ese programa de rehabilitación de demonios que tiene en mente, será un rotundo fracaso. Tratar de remediar algo que no tiene remedio, es como tratar de tomar el tridente de Luzbel: imposible. Como ángeles, debemos mantener la vida a salvo y tú estás arriesgando nuestra raza, sólo por un capricho infantil! - gritó el Trono del centro de la mesa.

- Mi programa es una idea buena, una idea que ayudará a ambas razas..
Algo que ustedes no hicieron. Estamos en tiempos distintos y deben aceptar esos cambios- dije algo molesta.

- Tu falta tan grande de juicio te está afectando mi niña- de nuevo habló el Trono.

- ¿O será que usted es el de la falta de juicio? - dije desafiante.

- Tienes de aquí al baile celestial para que logres redimir a un demonio; si lo logras seguirás siendo reina, pero si no, tu hermana Calipso pasará como heredera al trono y serás desterrada por tu incompetencia.
Recuerda mi niña, hay cinco cosas que un ángel posee para ser uno:
- Auténticos.
- Naturales.
- Gentiles.
- Empáticos.
- Leales.
Si tu demonio logra formar esas virtudes, será de nuevo un ángel... Y otra cosa: nada de relaciones amistosas con ellos- explicó el Trono del centro.

- Nos despedimos. Gracias, por su atención y preocupación- dijo mi padre haciendo una reverencia a los tronos.

Mi padre me tomó del hombro y salimos del palacio; extendimos nuestras alas y emprendimos el vuelo nuevamente a la carroza. Calipso seguía sentada en el interior de la carroza y Xanto.

- ¿Qué pasó su alteza?- preguntó Xanto muy preocupado saliendo de la carroza y llendo a mí.

- Nada, ya conoces a los tronos... Vámonos- dije tomando la mano de Xanto y dirigiéndonos a la carroza.

- Suerte mis niñas... Cuidalas Xanto- dijo mi padre y cerró la puerta de la carroza.

El enorme águila extendió sus alas y corrió haciendo que el carroaje avanzara a gran velocidad. Dio un salto y caímos en picada hacía la Tierra, el cochero lanzó una esfera púrpura y al estrellarse en la tierra, esta se abrió y entramos a un túnel. El águila nos llevó por el túnel hasta llegar a la gran metrópolis demoníaca: Hell Town.

°.°.°.°.°.°

Abrí la puerta de golpe y salí corriendo al ver tanto negro y tanto fuego. Todos los edificios y hogares eran color negro, y de entre todos los edificios, resaltaba una construcción enorme: un castillo negro que parecía estar hecho de picos de obsidiana.

- ¡Xanto, Calipso, realmente estamos en el infierno!- dije mientras daba saltos de alegría al ver tantos demonios pasar cerca de nosotros.

- Hay que apresurarnos, no queremos que les pase algo sus altezas- dijo Xanto tomando la lista de los demonios que irían a la rehabilitación.

- Obviamente Xanto, espera... ¿Aquí habrá tienda de recuerdos? Digo, para llevarle por lo menos a papá una esfera de nieve- dijo Calipso y las dos comenzamos a reír.

Xanto negó con la cabeza con una risa tenue y comenzamos a avanzar hacía el centro de la ciudad; los guardias nos venían resguardando y la carroza venía justo detrás de nosotros, así que ningún demonio se atrevía acercarse... Y era algo que no disfrutaba del todo. Caminamos por unos cinco minutos más y llegamos al castillo: era espeluznante y majestuoso al mismo tiempo.

Dos guardias demonios se pararon frente a nosotros e hicieron una reverencia, posteriormente hicimos lo mismo. La enorme puerta se abrió y dejó ver a la familia real: Tyrone, rey del infierno, Elina, reina del infierno y Dries, su hijo y futuro rey. Podía ver que Dries está tan emocionado como yo.

- Me alegra que hayan llegado finalmente. Mucho gusto sus altezas, ya sabrán quiénes somos, así que no hace falta presentación- dijo Tyrone con una voz grave.

- Me da gusto que quieras ayudar a los demonios mi niña... Eres igual a Zoé- dijo Elina y acarició la punta de su tridente- Pero no perdamos tiempo, anuncia a los afortunados.

- Claro... Emm... Yo soy Ilay, reina del Cielo, hoy como mi primer decreto real anuncié que haría un centro de rehabilitación para demonios, suena algo loco pero no lo es. Durante, aproximadamente, dos años, estuve vigilando su ciudad con un orbe de observación y seleccioné a unos cuantos demonios para llevarlos a mi centro de rehabilitación. Los afortunados son:
- Las gemelas Phoenix.
- Cassandra.
- Hamza.
- Y su alteza real, Dries.
Sería todo de nuestra parte, vendremos por ustedes cinco en unos tres días, preparen lo necesario.

- Gracias su alteza- dijo Dries con una reverencia.

- Por Nada. Nos vemos dentro de tres días- dije y caminé junto a Calipso, Xanto, mis guardias y la carroza.

Entramos al interior de la carroza y nos fuimos por donde vinimos. La verdad, estaba emocionada y preocupada, pues tenía miedo de que pasara algo de lo que dijeron los Tronos: no quiero ser desterrada.

- Lo logramos- dije con una sonrisa.

- Bien hecho hermana- dijo Calipso regalándome una sonrisa.

Heaven and Hell Donde viven las historias. Descúbrelo ahora