- Como primer decreto real quiero anunciar que haré un programa de rehabilitación para demonios en la cual los haremos volver a sus raíces.
¿Creen que es una idea loca? Ja, los demás ángeles lo piensan, pero yo no, yo se que es posible hacer que alg...
Volaron para poder llegar al reino, y cuando estuvieron en la orilla de la meseta, quedaron impactados por lo que vieron: una gigantesca meseta con un pequeño bosque en ella y en el centro el árbol más bello y enorme que alguna vez pudiesen ver, de un color café intenso con sus hojas de un verde oscuro, todo iluminado por faroles de exóticos colores.
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Comenzaron a caminar, y no dieron ni un paso, cuando hacia ellos, se acercó un enorme oso negro, y en él montaba un hada macho, de piel morena y enormes ojos verdes.
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- Salgan de estos terrenos si no quieren que los saquemos a la fuerza. Este no es su reino y lo están invadiendo - habló esta hada tomando una rama y de sus manos salieron unas chispas que transformaron la rama en una enorme espada de madera.
- Con gusto nos iremos pero necesitamos de su ayuda... - habló Ilay e hizo una pausa para que el hada se presentara.
- Demetrus, ese es mi nombre. ¿Ayuda?, ¿para qué?
- Digamos que toda la vida depende de su ayuda: estoy reclutando ayuda para salvar el mundo - explicó Ilay algo risueña.
- Bueno, entonces tendrán que hablarlo con la reina. Acompáñenme- dijo Demetrus y caminó hacia el enorme árbol.
- ¿Crees que sea de fuiar? - dijo Dries en el oído de su esposa.
- Claro, sólo se ve que es algo... - Ilay hizo una pausa - Reservado.
- Espero que su reina nos pueda ayudar, tenemos que conseguir su ayuda y llevarlos al reino antes de que Calipso llegue - habló Dries algo preocupado, mientras tomaba la mano de Ilay y ambos caminaban.
- Todo estará bien, tranquilo - habló Ilay y besó la mejilla de Dries.
- Trataré, pero no puedo dejar de pensar en Calipso y Cassandra - respondió Dries algo preocupado.
- Yo también, es mi hermana y todo pero, todo lo que está haciendo está mal amor y... No sé cómo la haré cambiar de parecer, solo quiero que me escuche - explicó Ilay y se detuvieron a los pies del inmenso árbol.
