La petición de Perséfone

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Halo!! Querubines hermosos... ufff hace mucho que no escribia esa frase... Vengo a dejar un pequeño mensaje aquí: Antes de que comiences esta historia debo comentarte que diosas como Afrodita y Persefone serán retratadas aquí como lo que según sus mitos nos indican que eran (o lo que yo logro percibir en estos), diosas crueles y caprichosas. Así que si eres fan de estas mujeres, abstente de leer porque hace un buen tiempo que dejo de ser divertido para mí que vengan a defenderlas aquí. Si te gusta Persefone puedes ir a leer sobre ella a otra historia. Muchas gracias. 

Feliz lectura...

.......


-¿Una musa? – pregunto el dios oscuro.

La mujer asintió cruzada de brazos sin decir más.

Hades lo pensó. Bien, si Perséfone era feliz con una musa cerca, le traería una musa.

-No cualquier musa – dijo la mujer cuando su esposo estaba por marcharse.

Hades se volvió hacia ella de nuevo.

-La musa de las tragedias.

-¿De las tragedias? – pregunto el dios algo contraído.

-¿Quién mas si no, podría inspirarme? ¿La de las comedias? Lo dudo. – soltó irónica la ninfa.

Hades sintió el tan acostumbrado pinchazo al corazón, el que sentía cada vez que la mujer que amaba soltaba sus venenosas palabras.

-Te traeré a quien gustes amor mío. Mientras haga tu estadía aquí más placentera.

Perséfone le dio la espalda furiosa y él salió del salón.

.....

El dios se reunió con el patrón de las musas y pidió a la mujer que su esposa había encargado.

Apolo lo miro sorprendido y algo curioso.

-Comprenderás que... no puedo darte a mi musa simplemente por el capricho de tu esposa.

Hades suspiro y se armo de paciencia.

-Bien, Apolo, considéralo... un favor. Uno que te devolveré cuando lo encuentres necesario.

-Aun así, mis musas son...

-Tus soles, lo sé, ya lo sé, lo dices todo el tiempo.

-Entonces como es que me pides que te permita llevarte a una de ellas, al inframundo sobre todo. Ellas, son criaturas delicadas, sus artes deben ser tratadas con respeto, sus corazones son más sensibles que los de cualquiera... Hades, conozco a Perséfone.

Por el rostro de Hades paso una sombra oscura, nadie podía atreverse a hablar de su esposa, pero se trataba de una de las musas del astro mayor, y los términos eran similares. Apolo no se acobardo.

-Si hiere a Melponene de alguna u otra forma...

-No lo hará, ella solo se siente sola ahí abajo, quiere una amiga. Te la devolveré cuando se fastidie de ella. Sana y salva.

Apolo se sintió ofendido, sus musas no eran juguetes. Últimamente los dioses se sentían con el derecho de venir y reclamarlas, ¿Quiénes se creían? ÉL era el patrón de las musas.

-Hades...

-Apolo... no me hagas tener que recurrir a tu padre para este pequeño favor, ambos sabemos que está muy estresado con la desaparición de Ares.

Apolo suspiro, cierto era que su padre se encontraba más sensible de lo normal con las continuas desobediencias de Ares, y de su propia musa. No le convenía que Hades fuese a molestarlo con algo referente a él.

-Bien Hades. Dejare que vaya contigo. Pero solo, por unos días.

-Sí, claro, solo unos días.

-No Hades, te conozco, conozco tus trucos. Serán cinco días. Mortales.

Hades hizo una mueca pero termino asintiendo.

El patrón de las musas se levanto y pidió que la musa del drama se presentara.

Hades jamás había visto a una musa, bueno, al menos, jamás se había fijado en una. Por lo que recordaba eran parecidas a las ninfas solo que en lugar de andar por ahí, siendo libres y hermosas en la naturaleza, lo eran entre las artes.

Seguro eran lo más fastidioso que pudiese haber.

Espero con impaciencia a que la musa apareciera, no le gustaba mucho dejar a Perséfone sola, más bien dicho, sin él.

Mientras sus dedos bailaban sobre el reposabrazos del sofá rojo de Apolo sintió una tristeza invadir su corazón. ¿Invadirlo? No, oprimirlo.

Sintió ganas de echarse a llorar sin razón y maldecir a Zeus por haberle anclado tan cruel destino.

Se levanto mareado por tantas emociones y entonces la vio.

La musa.

Era alta, esbelta, su piel era morena, su cabello del color del chocolate bañado en oro, y sus ojos, unos ojos castaños llenos de dolor y amargura.

Apolo se levanto también.

-Mel, necesito...

Ella lo miro y después miro a Hades. Sus tristes ojos se llenaron de terror.

-Mel querida... Hades te necesita. Su esposa... Perséfone, quiere que le hagas una visita. Estarás bien, yo... he discutido las conveniencias para tu estadía en el inframundo ya...

Mientras más hablaba Apolo la musa se ponía más y más pálida y Hades se vio obligado a intervenir.

-Te aseguro que no me veras de hoy en mas, mi esposa necesita una musa para sus escritos y me ha pedido llamarte. Es un gran honor, uno que no todas las musas tienen.

Aun así, el pánico no escapo de los ojos de la musa, aunque un pequeño brillo de orgullo paso por ellos.

-Serán cinco días Mel, solo cinco días mortales los que estarás en el inframundo. Después volverás, Hades me ha dado su palabra.

Al fin, después de lo que a Hades le pareció una eternidad, la musa asintió lentamente. Y con la mirada gacha, se acerco a Hades.

El dios levanto la mano, la musa la tomo y un agujero se formo en la tierra, los absorbió hasta las entrañas del inframundo en donde reino la oscuridad. 

Una musa para el dios del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora