Abrí los ojos sobresaltado. No me extrañaba despertar así, llevaba un tiempo haciéndolo. Coloque mi mano en mi alocado corazón y respire varias veces hasta recuperar el ritmo de mi respiración.
Quería volver a dormir pero eso se vio interrumpido por un fuerte golpe de algo caer contra el suelo.
Me levante; descalzo y en pijama, abrí la puerta y salí de la habitación.
Cuando giré la esquina del pasillo me encontré con Emmanuel inmovilizado por un Emilio furioso. La cara de su compañero tocaba la pared mientras él le retorcía el brazo contra su espalda.
-¿¡Quién coño te has creído!?
-Se acabo, Emilio- dijo Textos con dificultad- Háblalo con Karen, ella misma te lo dirá.
Emilio respiró aceleradamente al mismo tiempo que lo soltó y se echó para atrás.
Todo su autocontrol parecía haber desaparecido, tenía los ojos hinchados de llorar y su rabia daba miedo. Sus ojos se fijaron en mi y algo pareció relajarse en su interior.
Marín apareció en la sala, al igual que yo, en pijama.
-¿¡Qué demonios está pasando aquí!?
-No acepta que ya no está al mando, eso es lo qué pasa- Emilio lo miro con odio.
-Esté o no esté al mando, no vas a impedir que salga por esa puerta.
-¡Si te atrapan te matarán!
Di un paso hacia adelante cuando escuche a Textos decir eso.
-No me atraparan- dijo dándonos la espalda y dirigiéndose a la salida.
-¿Quieres que la muerte de Miguel sea en vano?
-¡No menciones su nombre!- dijo Emilio, amenazante.
Trague saliva, asustado.
-Emilio...- Su mirada buscó la mía y después de respirar hondo, le bajo a su enojo.
-Nadie podrá impedir que vaya al funeral ¡nadie!
-Es un trampa, estás yendo a la boca del lobo...
No, no, no. Emilio no podía morir.
Me adelante hasta donde él estaba.
-No puedes ir, Emilio.
-Tú quédate aquí, no me pasara nada.
Iba a girarse pero lo tome de su mano con fuerza. Sus ojos viajaron hasta nuestras manos unidas.
-Por favor...- suplique- por favor, no vayas.
-No quiero hacerte daño, Joaquín. Suéltame.
Lo hice. Lo solté dolido y di unos pasos hacia atrás.
-Nadie vuelva a creerse capaz de decirme lo que puedo o no hacer.
Y dicho eso, salió dando un portazo.
Quise ir tras él pero Textos me lo impidió.
-Tú tampoco puedes salir, Joaquín. Déjalo, es hombre muerto.