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El coche atravesó toda la ciudad a una velocidad increíble. Una parte de mí quería regresar a buscar a mi hermana, pero otra... la otra se sentía como un prisionero que acababa de salir de la cárcel.

Solo fueron dos meses pero para mi fueron años de tortura.

Un momento...

¿Roy había estado trabajando con Emilio todo este tiempo?

-¿Mi padre sabía de esto?- le pregunté a Roy.

Roy miro a Emilio por el retrovisor. Esto me obligó a mirar a Emilio aunque no quisiera hacerlo.

-Hay muchas cosas que debes saber, Joaquín- comenzó con sus evasiones pero estaba muy serio- Tu padre me mataría si se enterara que acabo de secuestrarte. No se diga del imbécil de Kozel.

-Entonces ¿por qué lo hiciste?- dije igual de serio- ¿Por qué tomaste el riesgo si dejaste en claro que no te importo?

Por su mirada cruzó sorpresa y luego rabia.

Iba a contestar pero entonces no quedamos a oscuras cuando Marín entró en un aparcamiento, anunciando que habíamos llegado. Me apresuré a bajar del coche.

No tenía idea donde estábamos, solo me dio miedo comprobar que el edificio no estaba en las mejores condiciones. Ya no confiaba en nadie. Ni en Emilio.

Subimos a un ascensor, odiando la sensación de sentir tanta gente cerca. Sentía claustrofobia.

Tenía miedo, quería regresar. Aunque regresar implicaba seguir siendo el juguete de Derek en todos los sentidos. Pero al menos sabía a qué atenerme, sabía lo que pasaba. Aquí, ahora, no sabía que esperar.

Las puertas se abrieron y todos salieron, los seguí.

Me detuve justo antes de pasar por una puerta por la que acaban entrar Roy y Marín.

-Ven, por favor- me pidió Emilio, angustiado.

Lo seguí dudoso.
Adentro había un salón enorme. Con sofás en el centro que formaba un cilindro en torno a una chimenea eléctrica. Más allá una cocina de acero, donde Roy se estaba sirviendo un vaso con agua antes de girarse para mirarme.

-Lo siento, Joaco...

Lo mire con cautela, quería decirle mil cosas. Pero el odio no me permitía formular palabra. Así que me giré y seguí observando.

Mis ojos dieron con una persona que no había visto en mi vida, llevaba una pistola en su cinturón y me miraba con enojo.

-Así que este es el chico por el que hemos puesto en riesgo una misión de diez años- me dijo.

Me giré confuso hacia Emilio.

-¿De que habla?

-Ven conmigo, te lo explicaré todo en privado- dijo lanzándole una mirada seria al hombre.

Emilio se giró esperando que lo siguiera. Aunque no quería hacerlo, la curiosidad pudo más.

Pasamos por un pasillo, bajamos unas escaleras, hasta llegar a una puerta negra.

Aquella era una habitación con una cama matrimonial. No habían ventanas. Además hacía un frío de mierda.

Él se dio cuenta de mi temblor y fue a sacar una sudadera para dármela.

-Póntela.

Lo hice. Y odie que tuviera su olor.

-¿Donde estamos?

Emilio se pasó la mano por el pelo dando un fuerte suspiro.

-Antes que nada, quiero que sepas que dejarte en manos de ese hombre fue lo más duro que he tenido que hacer...

Vendetta- Emiliaco. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora