EMILIO
-¡¿Pero que coño haces?!- Le gritó Derek a Joaquín, cuando hizo un movimiento rápido con la mano, disparando en la pared a mis espaldas, pasando a centímetros de mi cabeza -¡Así no se hace, idiota!- lo cuestionaba.
Derek tomó la pistola y me apunto con ella.
Por favor, dame una oportunidad de acabar con él. Dije a quien quiera que pudiera oírme.
Entonces apretó el gatillo. Pero por alguna razón esta no se disparo.
Solté una maldición y un suspiro de alivio. Joaquín parecía a punto de desmayarse.
Derek lo había golpeado también, tenía el pómulo hinchado y pequeños cortes en el rostro.
Iba a matarlo. Iba a matarlo aunque fuera lo ultimo que hiciera.
Apreté los puños a mis espaldas.
-Todo va a salir bien- le dije a Joaquín seguro de mi mismo para relajarlo, intentando ocultar el pánico que me llenaba.
Una bala había sido disparada, otra no... aún quedaban dos balas en el tambor y cuatro posibilidades de disparar.
-Y tan bien que va a salir- dijo Derek- Te toca a ti- me dijo poniendo la pistola sobre la mesa- Desátenle las manos- le ordenó a los guardias.
Me soltaron las manos y me sentí mejor...
Joder... ¿Cómo sería capaz de levantar la pistola y apuntarle en la cabeza a Joaquín? ¿Cómo mierda se hace eso cuando lo quiero más que a mi mismo?
-Hazlo-me ordenó Derek apuntándome con su pistola en mi cabeza.
Levante el arma y evalúe su peso... no era la primera vez que jugaba a esta mierda. Lo hice cuando tenía veinte años y estaba en el ejército. Un chico murió y casi nos correr a todos.
Respire hondo y levante la pistola.
-No te pasará nada- le dije a Joaquín con seguridad.
Mi puntería era excepcional.
La incline un poco hacia la derecha...
Si la bala llegaba a salir, le rozaría la oreja.
¿Le haría daño? Sí.
¿Lo mataría? No.-Mírame a los ojos- le dije y vi el pánico reflejado en ellos.
Joder, y pensar que me cargué a seis hombres yo solo para llegar hasta aquí. Y lo hice sin piedad. Nadie quiso apoyarme en mi decisión de entrar.
Pero no iba a romper mi promesa, no iba a dejarlo solo.
Y aquí estaba, apuntándole a la única persona que nunca sería capaz de lastimarle un pelo de la cabeza.
-Todo va a estar bien- repetí.
Y entonces... dispare.
