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EMILIO

Algo no estaba bien en Joaquín y no solo lo digo por todos aquellos comentarios sobre venganza que me hacían ver lo dañado que estaba. Sino por cómo me lo encontraba a veces viendo el saco de boxeo o la diana en la sala de tiro. Incluso cuando estábamos cenando, él parecía perdido en otro planeta.

Algo no estaba bien.

Desde que me había hecho aquella mamada excepcional, las cosas parecían haber cambiado entre los dos. Ese resentimiento que parecía tenerme fue disminuyendo poco a poco hasta finalmente desaparecer.

Pasábamos las mañanas entrenando en el gimnasio, y aunque por lo general era yo quien lo buscaba primero,  a veces también terminaba siendo él quien se arrojaba a mis brazos. Eso si, nunca llegábamos hasta el final.

No me dejaba desnudarlo ni tocarlo. Solo podía besarlo y acariciarlo y cuando quería hablar del tema, ya lo tenia desnudándome y masturbándome ya sea con la mano o con sus labios. No es que me quejara, pero no era lo que quería de él. Yo lo quería a él, en todos los sentidos.

La tensión sexual que teníamos en aquel momento no era sana. Las ganas que nos movían no nacían de un sentimiento puro, sino de la rabia, y eso me daba miedo. Yo a él lo quería joder, estaba enamorado de ese chico.

En una ocasión termine explotando, porque me daba terror de que mis sospechas fueran ciertas y porque, maldita sea, lo necesitaba.

Habíamos pasado toda la tarde en la sala de juntas, planificando cada detalle. Joaquín debía llevar una cámara oculta y grabar lo que allí pasaba.

Su misión era sencilla: descubrir si las sospechas eran ciertas, que en aquel lugar se realizaba la compra y venta de personas.

-Puede que tengas que hacerte pasar- Explicaba Emmanuel- Ya sabes...

Apreté los labios cuando me di cuenta que Joaquín no entendía lo que le trataba de decir.

-Por un vendedor de sexo- Aclaró Karen, llevándose el puto cigarro que no aguantaba, a la boca.

Joaquín se puso pálido pero finalmente asintió.

-Nadie va a ponerte un dedo encima- le asegure lanzándole mirada de advertencia a los demás- Una palabra tuya bastará para que cancelemos todo y te saquemos de allí.

-Claro- dijo Karen- Puedes abortar la misión si consideras que la misión te sobrepasa... pero solo en caso extremo...

-No hará falta- le dijo Joaquín a Karen- Haré todo lo que esté en mis manos para conseguir lo que necesitamos y poder meter a Derek a la cárcel. No voy a decepcionarlos, lo prometo.

Que creyera que podía decepcionarnos después de todo lo que ya estaba haciendo, acabo con mi paciencia.

-¿Puedo hablar contigo un segundo?- le pregunté poniéndome de pie.

Joaquín miro a Karen como pidiendo permiso, esta solo se encogió de hombros.

-A solas- especifíquelos dándoles la espalda y saliendo por el pasillo esperando que me siguiera.

Lo hizo, llegamos hasta mi cuarto, entre y esperé que él lo hiciera, luego cerré la puerta con seguro.

-Emilio...

Cruce la distancia que nos separaba y lo besé con fuerza, atrayéndolo hacia mi cuerpo. Quería meterlo dentro de mi para protegerlo. Quería botar los muros que nos separaban.

Su respiración se aceleró cuando lo tire a la cama y me coloqué encima de él sin dejarlo hablar.

-Emi...

-Nadie va a tocarte, Joaquín- dije arrancándole la camisa, rompiéndola en el proceso- Espero que te quede claro que, si algo sale mal, seré el primero en tirar la puerta y matar al que se me atraviese hasta sacarte de allí.

Mis labios callaron lo que fuera a decirme y deje que la adrenalina y el enojo se centraran en él.

Al principio parecía que la cosa iba bien. Mi boca en su estómago mientras mi mano se escabullía entre sus pantalones de chándal para acariciarle los muslos.

-Para- dijo cuando fui a tocarle su parte y me sorprendió al comprender que él no estaba excitado, no como yo. Quizá debería ir más despacio...

Me aleje de su entrepierna y volví a prestar atención a su pecho. Su perfume me inundaba los sentidos...

¿Donde estaba el Joaquín que me rogaba para que lo hiciera mío?

¿Donde estaba ese chico?

Puso sus manos en mis hombros y luchaba por empujarme hacia atrás.

-¿¡Por qué!?- grite de frustración.

Estaba enojado, pero no con él, sino conmigo por dejar dejar que esto ocurriera. Me sentía responsable de que ese cabron lo hubiera traumatizado... era una realidad que nadie se atrevía a decir en voz alta, una realidad que no era capaz de aceptar y me negaba a que fuera cierta.

Pero la única realidad es que Joaquín ya no era el niño inocente de hace unos meses, ni un chico extrovertido, ni el hombre lleno de vida.

Había cambiado. Lo habían cambiado.

Se puso de pie y se alejó de mi. Me sentí como una mierda.

-Lo siento- dije levantándome y yendo a buscarlo. Estaba tratando de abrir la puerta, no me dejó tocarlo.

-Ábreme- me ordenó.

-Lo siento, elefante- dije volviendo intentar tocarlo.

-No me toques, Emilio.

Me detuvo en seco y eso me dolió.

-O me aceptas como soy ahora... o lo que tenemos se acaba- me advirtió con los ojos húmedos mientras se abrazaba a sí mismo.

-¿Aceptarte?- dije con incredulidad- Yo te quiero, Joaquín. Estoy enamorado de ti, no tengo que aceptarte. Solo quiero que me expliques qué pasa, quiero escucharlo de ti, quiero saber que planeas cada vez que tu mente se dispersa, cada ves que te vas de aquí y estás ausente por horas.

Me miro unos instantes.

-Planeó mi venganza.

Di un paso hacia él.

-Tú eres mejor que eso.

Soltó una risa que no le llegó a los ojos.

-Ojalá lo fuera...

-No voy a dejar que lo hagas, lo sabes ¿no?

Joaquín se encogió de hombros.

-Que gane el mejor.

Lo atraje hacia mi y dejo que lo abrazara.

-Si tú pierdes... ¿Que sentido tiene la victoria?

-Todo lo que acabe con un Derek muerto tiene sentido para mi.

-Me preocupa tu manera de pensar...

-preocúpate cuando tengas que hacerlo.

Y tanto que lo haría.

Vendetta- Emiliaco. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora