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EMILIO

Termine por mudarme al cuarto de Joaquin definitivamente. Quería protegerlo hasta de sus sueños malos.

La presión estaba siendo demasiado inmensa en cada uno de nosotros. Karen quería respuestas sobre qué haríamos, pero estábamos esperando a que Milena decidiera si era conveniente que Joaquín hiciera o no la misión.

Lo que le pasó a Miguel no dejaba de perseguirme. Aquello había sido mi culpa y por más que pasaba el tiempo, ese sentimiento no se iba.

Y pensar que a Joaquín le podía pasar lo mismo, simplemente me aterrorizaba. Este me tenía preocupado, lo había visto aferrado a un cuaderno que llenaba con quien sabe qué pensamientos y cuando lo dejaba de lado, parecía que iba a desmayarse. Le había preguntado por el, pero solo me dijo que era una especie de diario. Luego se iba a la sala de tiros y practicaba por horas.

Además había vuelto a entrenar con Emmanuel, él era el mejor en cuanto a técnicas de defensa personal  israelíes, por lo cual deje que fuera él quien se las enseñara y debes en cuando me paseaba por el gimnasio para ver cómo iban.

Si era sincero, una parte de mí deseaba con todas mis fuerzas que Milena no diera el visto bueno para que Joaquín hiciera aquel operativo.
Pero mi instinto me decía que no iba a tener suerte.

Entre en el gimnasio y me quede observándolo desde la puerta.

Nada en él parecía el chico que había conocido meses atrás; se había convertido en alguien que sabía perfectamente lo que quería. En cierta forma me sentía orgulloso de él, y aunque daría cualquier cosa porque no hubiera vivido nada de lo qué pasó, gracias a ello ahora era más fuerte y decidido... aunque igual de arrebatado.

Emmanuel era bastante rudo con él. Ver como lo tiraba al suelo una y otra vez, sin apenas dejar que terminara de pararse me estaba poniendo nervioso. Sin embargo, Joaquín no se rendía, peleaba con técnicas que López le mostró pero era muy lento para luchar con él.

Estuve veinte minutos observándolo en silencio, sin intervenir, hasta que vi que la fuerza que Emmanuel usó contra su pecho para hacerlo caer, fue demasiado dura.

-¡Eh!- grite separándome de la pared- ¡Joder, López!

Emmanuel volteó a verme, sin remordimiento alguno.

-Tú no te metas...- me decía.

Entonces todo sucedió muy rápido. Joaquín le golpeó la pierna, giró sobre si mismo para tirarlo al suelo. Joaco se paró y lo miro desde arriba.

-Nunca quites los ojos de tu adversario- dijo sonriendo de oreja a oreja.

Emmanuel y yo soltamos una carcajada. No dábamos crédito.

Joaquín se dejó caer contra la colchoneta, estaba exhausto. López se puso de pie y fue sonriendo por una botella de agua.

-Hemos terminado por hoy- le dijo- Mañana posiblemente te duela el cuerpo, date un baño con agua caliente y toma alguna pastilla. Lo estás haciendo muy bien.

Joaquín se sentó y asintió con una sonrisa que no veía en mucho tiempo.

Cuando Emmanuel se fue, me acerque a él y le tendí la mano para ayudarlo a levantarse.

-Estás bien?

Joaquín hizo una mueca.

-Casi prefiero que seas tú quien me enseñe.

-¿Cómo que casi?- dije rodeándolo de la cintura y atrayéndolo hacia mi- Pensé que era tu profesor preferido.

Se estiró para darme un beso en los labios. Yo lo recibí con ansias y atrapé su labio inferior con mis dientes.

-Siempre serás mi preferido. Pero tus clases, comparadas a las de Textos, son para niños.

-Puedo ser duro contigo si quieres- dije volviéndolo a besar y empujándolo hacia atrás para que chocara contra la pared.

Empecé a besar su cuello, impregnándome del sabor a sal de su piel. El verlo derribar a Emmanuel me había encendido. Él lo había subestimado y Joaquín le dio una lección.

Su cuerpo se relajaba entre mis besos y deseé con todas mis fuerzas hacer el amor con él y llenarlo de atenciones y placer.

-Necesito darme un baño...- dijo cuando mis manos lo atrajeron con más fuerza a mi cuerpo endurecido.

Sabía que era su manera de decirme que me detuviera y así lo hice.

-Puedo ayudarte si quieres- solté mirándolo a sus bonitos ojos. Ojos que recobraban su brillo poco a poco.

-Seria divertido- dijo mordiendo suavemente mi quijada- Pero existe el riesgo que me quede dormido uno vez me meta al agua.

-Con más razón necesitas mi presencia- dije besándole la punta de la nariz- Dios no permita que te ahogues en la bañera.

Se rio y ese sonido fue música para mis oídos.

-Te propongo lo siguiente...- hablo risueño- Mientras yo me baño, tú me preparas algo de comer ¿te parece?

Solté una carcajada.

-¿En qué me beneficia eso a mi?

-Nunca viene mal seguir sumando puntos- contestó dándome una palmaditas en el pecho para después alejarse.

Sacudí la cabeza sin poder dejar de sonreír.

-¿Cómo consigues siempre salirte con la tuya?

Se encogió de hombros.

-Es un don.

Me dio una sonrisa coqueta antes de salir del gimnasio.

Vendetta- Emiliaco. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora