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EMILIO

Tenerlo entre mis brazos otra vez... Joder, era lo que había deseado desde que tuve que obligarlo a marcharse.

La forma en la que me había mirado esta mañana, suplicándome que no me fuera... me había dado esperanzas. Entendí que seguía importándole, al ver como sus ojos hinchados de llorar se llenaban de un alivio infinito cuando me vio entrar por la puerta.

Podía repetir miles de veces que me odiaba, que estaba enojado, que nunca me perdonaría lo que hice, pero yo sabía que en el fondo me quería, o al menos es lo que esperaba con todas mis fuerzas.

Lo levante por la cintura para sentirlo contra mi. Estaba mucho más delgado que antes y también me sentí culpable por eso.

Con rabia apreté con fuerza sus caderas y lo empujé contra la pared. Sabía lo que él notaría, estaba duro, joder, como una puta piedra. No entendí como podía seguirme poniendo así tan fácilmente, menos después de todo lo que había pasado. Pero ese hombre despertaba mis instintos más primitivos, ni ganas de volverlo a tener nublaban cualquier pensamiento racional.

Le sujete la cara con mi mano para que no se moviera y le mordí el labio inferior con fuerza...
Esa boca... joder, esa boca.

-Emilio...- suspiro contra mis labios cuando moví mis caderas en círculos, cuando presioné mi entrepierna con la suya, provocándolo, animándolo a que me deseara igual que yo a él.

No quería que nada interrumpiera lo que sentía en aquel momento.

Me aparte un segundo para bajar mis manos hasta sus caderas y tirar de su camiseta hacia arriba.
Era imposible no prestarle atención a esos botones rosas. Fui hasta ellos y los devoré mientras escuchaba sus fuertes suspiros.

Luego los solté para que volviera a estar de pie y fui agachándome poco a poco a la vez que dejaba un camino de besos por su pecho, su estómago plano, su  ombligo, sus bonita cinturita...

Me arrodillé frente a él y lo mire desde abajo. Sus ojos estaban vidriosos, cargados de deseo y podía sentir el latir de su corazón alocado.

-No me mires tan serio- Me dijo y no pude evitar sonreír.

-Ojalá pudiera ser un libro abierto como tú, elefante... pero los dos sabemos que eso no va conmigo.

Sus manos se encontraron con mi cabello y supe lo que eso significaba.

Coloque mis dedos en su pantalón y desabroche el botón, desde ya podía sentir su creciente erección. Luego baje la cremallera y bese sobre su ropa interior.

Se removió inquieto y le baje el pantalón que llevaba.

Le levante una de sus piernas y la coloqué sobre mi hombro para besarle los muslos. Mis dientes se abrieron paso a su piel, mordiéndolo y dejando marcas rojas a las que besaba con esmero.

Me acerqué al centro de su cuerpo y aspiré el aroma a excitación que desprendía todo él.

Lo volví a besar sobre la tela del bóxer y note lo duro que estaba ahora.

Duro por mi...

Estaba tan metido en el asunto que mi cerebro no registró las marcas que habían en su cuerpo. O tal vez mi mente no quiso volver a apuñalarme en ese momento, quizá quiso darme un respiro para no joder este momento por culpa de terceros.

Lo bese con ganas, pasando mi lengua por encima de la ropa. Note que mi polla se sacudía contra mi pantalón de lo excitado que estaba por volver a probarlo.

Entonces su mano soltó mi cabello para ser él quien finalmente se bajara los bóxer y liberara su miembro. Ese gesto me volvió loco.

Lo sujete fuerte por el trasero y no dudé en metérmelo a la boca y comérmelo entero.

Supe que iba por buen camino cuando empezó a soltar todo tipo de suspiros y palabras sin sentido.

Subí mi mano y le metí dos dedos para llevarlo directo al placer más exquisito, pero entonces algo ocurrió. Su cuerpo se tenso contra mi mano.

Saque su pene de mi boca, levante la mirada hacia él y vi lo último que esperaba ver.

Terror.

Joaquín me miraba con terror y no tenía ni puta idea por qué.

Vendetta- Emiliaco. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora