Dos años después...
Acabar en el programa de protección de testigos había sido duro.
Aunque los finales no sean como los imaginamos, no significa que no puedan ser felices.
Solo conseguí dos meses de normalidad después de la muerte de Derek, pero tras él, alguien más terminó ocupando su lugar.
Supongo que acabar con la mafia es imposible; pero si te metes con ella, nunca te deja libre.
Aunque cueste asimilar... no soy libre, y quizá nunca lo sería. Había tenido que cambiar de residencia, dejar mi vida en la ciudad de Nueva York para mudarme a un pueblito de Montana. No me disgustaba del todo, yo amaba la naturaleza y tenía mis propios caballos. Lo que no tome muy bien, fue el hecho de verme obligado a alejarme de ciertas personas.
A Emilio también le estaba costando, pero más por mi que por él. Si no fuera porque estamos juntos, no lo soportaría. Me dolía el alma saber que me UU a nunca volvería a ver a mis amigos porque tenía que eso pudiera ponerlos en peligro a ellos.
Mi hermana y su familia también habían tenido que mudarse y dejar sus anteriores vidas.
Solo podía verla una vez cada tres meses con mucha precaución. Los hermanos Bondoni teníamos un ficha, y ese era uno de mis más grandes temores: despertar un día y que me dijeran que mi hermana ha muerto.Mientras tanto intentaba buscar mi propia normalidad. Había abierto una escuela de ballet en el pueblo en la que ya se habían apuntado más de 20 niños. Al mismo tiempo el lugar servía para que Emilio diera clases de autodefensa los días contrarios a mi clase.
Recibir a alguien con la experiencia de Emilio, le había sentado bien al pueblo. Y con tanto entrenamiento, se pueden imaginar como estaba... madre mía. Definitivamente yo era la envidia de muchos y muchas con ese hombre.
Adoraba la rutina que habíamos creado juntos. Ambos ya estábamos perfectamente acoplados con el humor del otro.
Lo amaba con locura, es todo lo que necesito para ser feliz.
Me pase el antebrazo por la frente y me peleé con el relleno que estaba intentando cocinar ahora mismo.
Hoy hace tres años nos habíamos conocido y desde que, para mi, nos habíamos vuelto locos el uno por el otro. Aunque yo me puse un poco más loco al principio.
Entonces, como festejo se me ocurrió la brillante idea de hacerle de cenar. Nunca lo hacía, Emilio era quien se encargaba de la cocina pero me apetecía hacer algo especial por él.
-¿Que diablos estás haciendo?- escuché su voz a mis espaldas.
Me giré para verlo, y al hacerlo me resbalé con un poco de jugo de armándonos que había derramado en el suelo, afortunadamente alcancé a agarrarme de la encimera, además que Emilio voló para en dos segundos sostenerme.
-¡Te hago la cena!
Emilio maldijo entre dientes mientras me soltaba para dejar su maleta deportiva a un lado.
-¿¡Qué no ya habíamos hablado de esto!?- dijo mirando el desastre a su alrededor- Habíamos acordado que no entrabas aquí sin mi presencia.
-¡Era una sorpresa! ¿Cómo pretendes que te haga la cena si no me dejas entrar a la cocina?
-Pues no me hagas la cena... mira este desastre, elefante.
Todo estaba sucio; la encimera, la cocina, el suelo...
Sonreí al mismo tiempo que me encogía de hombros y lo tomaba de su camisa para jalarlo hacia mi.
Estaba hecho un desastre, eso era un hecho. Mi ropa estaba manchada de ingredientes al igual que mis manos y mi rostro, incluso mi cabello estaba fatal. Pero no me importaba porque sabía que a él tampoco le importaba.