EMILIO
Me estaba volviendo loco. La ansiedad me recorría las venas desde el momento en que subió a ese puto avión.
No verlo fue peor de lo que podía soportar.
Joaquín estaba distinto, lo había podido apreciar toda la tarde de ayer mientras paseaba con su hermana.
Había tenido que hacer uso de todo mi auto control para no ir por él antes. Y ahora por fin lo tenía conmigo... aunque no podíamos detenernos, debíamos actuar deprisa o todo se iría a la mierda.
Sus ojos se clavaron en los míos y por unos instantes creí ver esperanza. Ahora que lo tenía cerca, supe que las cosas habían ido peor de lo que podía imaginar.
Sin poder contenerme, mi mano subió hasta su mejilla y lo acaricié desesperado por tocarlo de nuevo.
-¿Que haces aquí?- pregunto rompiendo la intensidad del momento que se había creado entre nosotros.
Estaba a punto de contestarle, pero oí que la puerta se abría y mi instinto me llevo a taparle la boca de nuevo con mi mano.
-Tsss, ahora o nunca- escuché a Roy del otro lado de la puerta.
Quite la mano de su boca y la lleve hasta su mano.
-Tenemos que irnos- dije abriendo la puerta del cubículo y tirando de él hacia la salida.
Se soltó de un tirón y se detuvo, obligándome a girar hacia él.
Estaba aterrorizado.
-No puedo irme... me matará- dijo abrazándose así mismo.
Me acerqué a él.
Le tome su rostro entre mis manos e hice que nuestras narices chocaran.-No volverá a tocarte un solo pelo de la cabeza.
Al decir esas palabras algo oscuro apareció en su mirada. Dio dos pasos hacia atrás, alejándose de mi.
-Matará a mis amigos... a mi hermana.
-No lo hará.
-¿¡Cómo lo sabes!?
Joder.
Roy apareció de nuevo por la puerta y nos lanzó una mirada y luego fijo sus ojos en mi.
-Se acaba el tiempo.
Me volví hacia Joaquín.
-Por favor, ven conmigo. No le pasará nada a tu familia, te lo prometo.
Dije aquello sabiendo que la realidad era otra. No podía asegurar el cien por ciento que nada les pasaría, pero no me importaba. Nadie me importaba.
Solo él.
Dudo y me aproveche de la ventaja. Tire de su mano y seguí a Roy por el pasillo que nos llevaría directamente a los ascensores de servicio.
Haber infiltrado a Roy en la custodia de Joaquín había sido la única razón por la que pudimos lograr lo que estábamos haciendo.
Nos metimos en el ascensor y cuando las puertas se cerraron, llame por teléfono a Marín.
-Vamos en camino- dije.
-Te espero atrás, dense prisa.
Colgué y cuando las puertas se abrieron en el sótano, tire de la mano de Joaquín para que me siguiera. Podía sentir como a Joaquín le pesaban los pies para correr, como si no estuviera seguro de lo que hacía.
Casi lloro de alivio cuando, después de atravesar la lavandería y abrir la puerta de incendios, pude ver el auto negro que nos esperaba con las puertas abiertas.
Roy se subió en el asiento del pasajero y Joaquín y yo en los asientos traseros.
En cuanto cerré la puerta, Marín salió disparado de allí. Las ruedas rechinaron contra el asfalto y pude respirar tranquilo.
Note que la mano de Joaquín que tenía apresada con fuerza, se removía para que la soltara. Mis ojos volaron nuestras manos unidas hasta su cara.
Liberó su mano y la llevó hasta su regazo como protección. Miro por la ventana sin decir nada.
-¿Joaco...?
-No- contestó cortante. Giró su rostro hacia mi y me vio furioso- No me hables, no me mires. Y por lo que más quieras, no me toques.
Sentí como cada una de sus palabras se clavaban en mi corazón.
Los dedos me picaban por hacer todo lo que él me estaba prohibiendo.
Pero tenía razón.
¿Con qué derecho podía volver a ponerle una mano encima?