Capítulo 10

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El día había comenzado mal.

La espalda, el cuello y la cabeza me dolían de forma infernal. Jimin me había convencido de hacer noche de películas, pero el muy idiota se había dormido en mi cama y yo tuve que dormir en el sofá, sin almohadas, y tanto mi espalda como mi cuello se habían torcido.

No podía mover el cuello mucho, y permanecía con mala postura debido al dolor. Quería creer que se me quitaría rápido, pero ya había llegado a la universidad, a la hora del almuerzo y me seguía doliendo.

Mi vestimenta era deportiva, porque no me podía mover mucho y vestir jeans seria incómodo si no me podía mover.

El rubio a mi lado comía en silencio, avergonzado de que me doliese tanto el cuerpo, porque él asumía era su culpa. Pero, si no era yo quien tenia ese dolor, seria él si dormía en el sofá como yo.

—Jungkookie lo siento tanto —murmuró tapándose el rostro.

—No te preocupes, Jimin, estaré bien —dije convencido comiendo de mi yogurt. Miré el reloj en mi muñeca de forma costosa y ya sería la hora de que la clase comenzara. Pero yo no tenia ganas de asistir a clases de álgebra, ahora mismo no podía pensar en números o letras, porque me dolía la cabeza demasiado para pensar. —. No iré a ésta clase, iré a los servicios de arriba, Jiminssi anota todo por mí —dije y él asintió.

Tomé mi mochila y subí las escaleras hacia la planta de arriba, la que menos habitada era, y que por lo tanto los baños eran muchísimo más limpios.

Cuando llegué al baño dejé mi mochila en el mesón y lavé mis manos lentamente mirándome en el espejo. Pensé en que si Jimin se iba a quedar conmigo, debía ordenar las habitaciones extra que habían pero que no se utilizaban. Para evitar situaciones futuras como esta.

La puerta sonó y dirigí mi mirada a través del espejo para encontrarme con él.

Debíamos dejar de vernos en los servicios.

—Joven Jeon, ¿qué está haciendo aquí arriba? —preguntó mirando debajo de los cubículos, verificando no hubiese nadie. Aseguró la puerta con pestillo y me miró con una pequeña sonrisa. —. ¿Y esa mala cara? 

—Los servicios aquí arriba son más limpios —respondí a su primera pregunta de forma sencilla y cerrando el grifo de agua, yendo al papel de baño para secarme las manos. —. Dormí mal.

—En ese caso, ven, dejame hacerte un masaje, se me dan muy bien —dijo ofreciéndose caminando hacía mí hasta posarse en frente y mirarme de arriba a abajo. No en una mirada lasciva llena de deseo, era más bien sencilla. Como si en verdad le gustase verme.

Yo no me opuse, porque con lo mucho que me dolía.

Me di la vuelta dándole la espalda y bajando un poco la cabeza para que él comenzara, pero entonces me hizo aquel pedido que yo no sabía cómo tomar exactamente.

Quítate la camisa —pidió en voz baja. Yo me di la vuelta alarmado y antes de que pudiera hablar él me silenció dándome un pequeño y tranquilizador beso en los labios. —. No haré nada, simplemente que los masajes con ropa no son cien por ciento efectivos.

—Dios, no puedo creerlo —farfulle. —. Ayúdame, no me la puedo quitar yo sólo.

Él pareció contento con mi respuesta, parecía muy concentrado en algo tan sencillo como quitarme la camisa, porque tarareaba una canción suavemente, era melifluo, era perfecto.

Mi piel se sintió fría cuando la camiseta quedó fuera con su ayuda y el sonrojo llegó a mis mejillas de forma inevitable. Porque era la primera vez que él me veía sin tanta ropa.

No me sentía incómodo con mi cuerpo, me gustaba cómo estaba, claro que eso no le quitaba que me diera pena él me viera por primera vez.

Le di la espalda rápido y sus manos me producieron cosquillas cuando entraron en primer contacto con mi piel. Estaban calientes y suaves, y cerré los ojos dejándome llevar cuando iniciaron una serie de masajes en toda mi espalda y en mi cuello.

Kim Taehyung, ¿había algo en lo que fueras malo?

—Tienes una piel muy suave, Jungkook —murmuró como un halago sumido en los masajes.

—De pequeño era un maniático por la crema hidratante, y usaba mucha, mi piel se puso muy suave después de eso —dije como un dato haciendo pequeños sonidos de satisfacción. Sus manos trataban un camino lento pero fuerte desde mi cuello, a mis omóplatos.

—Siempre de pequeños tenemos manías, tal vez algún día te cuente las mías —dijo enderezando mi espalda lentamente y al estar totalmente derecho, un crujido sonó y el dolor se esfumó.

—Me parece bien, supongo —dije dándome vuelta. Sus ojos estaban brillantes y me permití cortos segundos para apreciar su vestimenta de profesor, su hermoso cabello y sus gloriosas manos.

—Antes me gustaban tus muslos, pero ahora que te he visto el torso, no sé cuál de los dos me gusta más —dijo con una pequeña sonrisa ladina. —. ¿Irás a ésta clase?

—No —negué rápidamente. —. ¿Por qué?

—Ven conmigo.

Tócame | Vkook+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora