Semana cinco.

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Domingo.

Tomás duerme al lado mío, claro, son las tres de la mañana. Yo también tengo sueño pero no puedo dormir, no sé, muero de sueño, pero mi mente no se puede separar de él.

Estoy solo pensando en él, dándole vueltas al asunto de cómo estará. Lo más feo es que ya nada volvió a ser igual desde ese día, y yo no puedo dejar de pensar en él ¿Qué puedo hacer? No lo sé, pero mi vida solo empeora, Clari todos los días sonriéndome, diciéndome “amiga” mientras que yo… Yo me enamoré de su novio, y lo peor, me acosté con él. Y encima embarazada. ¿Qué gané? Tener que ser el testigo de su casamiento, es decir que tengo que firmar un papel que certifica que Diego ama a Clara, y no a mí. Un papel que significa mi muerte, mi corazón se va a romper en la iglesia en cuanto oiga “Ya puede besar a la novia” o lo que diga quien los case, por otro lado yo no voy a poder hacer nada más que entristecerme en mi asiento cuando lancé el “Hable ahora o calle para siempre”. Mientras Cande y Alba lloren de felicidad, yo lo haré de tristeza, porque habré perdido el amor de mi vida, y para siempre que es lo que más me duele.

Y tal vez que llegué un día en el cual los vuelva a ver, pero ellos ya van a haber formado una familia, mientras que yo también con mi bebé y Tomás. Pero no quiero formar una familia con él, y eso es lo que más me duele, porque encima de pensar en Diego tengo que casarme con Tomás. Tanto mi familia como la de él son bastante conservadoras en ese sentido, Ila estuvo unos años casada antes de tener a Mia, en cambio yo no, ni siquiera terminé de conocer a la familia de Tomás. No lo sé, tal vez que este era mi destino o lo que tenía que hacer en mi vida pero no puedo evitar pensar en que estoy perdidamente enamorada de Diego, tanto que hasta me duele.

Poder verlo tan de cerca con sus labios los cuales ya besé, con su pelo negro, que lo único que quiero es enredarlo entre mis dedos todo el día. Con sus ojos, ventanas de su alma y tan hermosos como su corazón. No me importa lo que cualquier persona diga de él, yo creo saber cómo es y quien es en realidad. Me importa poco que haya engañado a su novia, porque sé que tuvo una razón. Sé que lo amo, y que al pequeño contacto con su piel mi cuerpo se estremece, pensar en besarlo hace que mi corazón palpite mil veces más rápido y cuando me mira. Cuando me mira y me sonríe no puedo hacer otra cosa que sonreír, en ese momento suele peinar su pelo y yo hago una tonta pregunta para distendernos antes de grabar. Y cuando me canta mi corazón se llena, deja de controlar mi cerebro y controla mi corazón.

No puedo dejar de pensar en él, ni por un maldito segundo, todo me recuerda a él.

Lunes.

Tomás llegó temprano del trabajo con un ramo de rosas blancas, eran realmente hermosas. Subí una foto a Twitter con las fotos, debía ser una ocasión especial ya que él nunca me regala nada así. En cuanto la subí había comentarios que variaban de “Que hermosas flores” a “Hijo de Snow, que muto de mierda”. No, mis fans no son normales.

                —¿Te gustan?— asentí.

                —Sí, me saqué una foto y la subí a Twitter— le comenté—. Están divinas.

—¿Queres hacer algo?— me preguntó, moví la cabeza afirmativamente—. Alba me invitó a comer a su casa con Facu, pero si queres podemos ir a un restaurante.

—A la casa de Alba, es más privado, contando con que no te gusta tanto que te atosiguen las chicas— dije, él y yo sabíamos de que hablábamos—. ¿Sabes que cocino?

—No, igual Alba cocina bien, no como otras— lo miré haciéndome la enojada.

—No está bien agarrártela así con una futura madre— sonreí y me besó.

La cosa más linda (Dievica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora