Semana treinta.

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(Spaces)

Domingo.

—Diego, no fumes.

—Sí que voy a fumar.

Caminé con él al balcón.

—Me niego.

—Vamos, Lodovica vete— me pidió, estaba furioso y yo triste.

—No Diego, no vas a fumar.

—Necesito calmarme Lodovica, necesito silencio, necesito estar solo— me acerqué más a él.

—Está bien, pero me voy a quedar acá, sin hablar. Qué conste que el humo del cigarrillo no me va a hacer mal a mí, a ellas también.

—Te irás, ahórrame este circo.

—No, Diego, de verdad.

—Lodovica…

—¿Sabías que vos vas a inhalar el 15 % del humo, y yo el 85%? O sea, va a ser como fumar un cigarrillo— levanté las cejas dando a entender que había ganado.

—Vete.

—Además de que también les va a llegar a ellas y van a salir perjudicadas. Pero yo no me pienso mover.

Me miró enojado y guardó el cigarrillo en la caja, le pedí el paquete y sabiendo que igual ganaría me lo dio. Aunque sabía que tranquilamente podría bajar y comprar otro paquete. Lo abracé y él a mí.

—Sabes que te amo y que no me gusta que fumes— comenté con cara triste y lo besé muy cerca de su boca.

—Es que es difícil Lodovica, entiendo que la situación sea muy dura pero no quiero que eso pase, quiero casarme con vos.

Me besó.

—Diego, yo no estoy preparada, es algo muy grande y aunque vos no lo veas así, para mí es muy complicado…— bajé la vista—. Me voy a dormir, ya estoy bastante cansada y no creo aguantar mucho más.

Acaricié mi panza mientras iba, era como que me daba esa cosa de seguridad y tranquilidad, además de que me acercaba a ellas hasta cierto punto. Me puse un pijama cómodo y me acosté con mi almohadón.

Desperté mentalizada con que tendría que ir al médico hoy, palpé un segundo hacia el costado de la cama, para ver si estaba Diego y efectivamente estaba ahí.

—Amor despertate— dije aún dormida.

—¿Qué ocurre?

—Ya es domingo, tenemos que ir al médico…

—Cinco minutos…

—Dale que creo que ya es tarde— lo moví un poco más y con la otra mano tomé mi celular de la mesa de luz—. ¡Diego son casi las doce!

Me senté lo más rápido que pude y también haciendo todo más o menos me iba a poner las zapatillas, pero como hace días era obvio que iba a necesitar que Diego me ayude a atarme los cordones, así que opté por ponerme las pantuflas. Fui a la cocina y preparé un café para Diego y una leche para mí. Me senté mientras esperaba a Diego y tomé el celular.

Nada nuevo.

Le saqué una foto a mi leche y la subí a Instagram porque realmente estaba esperando a Diego que llegó luego de unos minutos. Desayunamos juntos y luego me ayudó a vestirme, porque la panza ya empezó a resultar molesta, muy molesta.

Fuimos al hospital en su auto, y también allí me costó ponerme el cinturón de seguridad. Me siento una inútil. Dependo de Diego absolutamente todo el tiempo, o no todo el tiempo pero si la gran mayoría y eso es molesto para mí y para él porque no esta bueno realmente tener que pedirle todo.

La cosa más linda (Dievica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora