Semana dieciocho.

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Domingo.

No quería ni salir de la cama. Tenía ahora el ánimo por el suelo. Me sentía mal. No sé, mal y bien o mal y mal. En realidad todo mal por lo que leí ahí. Confíe y me decepcioné, así de fácil y rápido. Mi mamá entró en la habitación.

—¿Estás despierta?

—Sí mamá…

—Tenés los ojos hinchados ¿Estás bien?— asentí levemente con la cabeza y ella negó—. ¿Lloraste?

—No quiero hablar…

—¿Vas a comer?

—Me traes la comida ¿Verdad?

—Cuando la termino te traigo.

Me quedé ahí esperando. Y también pensando, en como pude ser tan tonta. Confié en las personas en las cuales no tenía que confiar. Y lo peor, quedé embarazada de una de ellas. Pero a su vez lo que decía esa carta le sacaba y le sumaba cosas malas a Diego. Después de un rato vi la puerta abrirse. Ahí estaba él y traía la comida. Me sonrió y yo lo miré mal.

—¿Qué ocurre, princesa?

Me senté en la cama y guie mis manos a mi panza. Luego miré la curva que generaban mis bebés y pensé si contarle o no. No quiero, pero tendría que saberlo ¿Verdad? Hay dos bebés que son nuestros bebés, y no voy a poder ignorarlo toda la vida.

—¿Todo bien?

Acarició mi cara con sus manos, delineando el contorno con sus pulgares. Lo miré con ganas de llorar. Miento, no lo mire, lo vi. Por mi mente no pasaba ni un laberinto ni nada de eso. Por mi mente pasaban cada parte de la maldita carta, desde el “Lodo” hasta la firma. “Clari”.

—¿Qué pasó?

—Nada Diego, solo aléjate…— dije segura de lo que decía. O fingiendo estarlo.

—¿Por qué?— sacó sus manos de donde estaban y se alejó pero aún estaba en la cama.

—No quiero nada con vos. No confío en vos. Es más, no confío en nadie.

—¿Qué pasó?

—Todo pasó Diego, las partes de la historia que ahora me cierran ¿Vos lo sabías?

—No entiendo de verdad.

—Seguro que entendes más que yo.

—Lodovica estas muy a la defensiva…

—Para no estarlo— comenté de mal ánimo.

—Tranquilízate, y luego hablamos.

—No tengo por qué tranquilizarme Diego estoy molesta, con vos, con Dante, con todos… Si yo no hubiese sido tan tonta y por las dudas te pedía que uses protección esto no estaría pasando. Si nos protegíamos ahora no estaría acá, estaría feliz con la gira. Pero arruiné todo, mi carrera y la vida de todos, de Clara, de Tomás y sobre todo la tuya y la de las bebés. Odio esa maldita noche que me dejé llevar.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, de furia, enojo y desconcierto. Estaba enojada, muy.

—Me tendrías que dejar sola porque realmente es lo que me merezco ¿Verdad? Arruiné todo para todos…— golpeé la cama.

—¿Qué te pasa?— preguntó y empecé a llorar para lanzarme en sus brazos y fundirnos en un abrazo que mostraba el enojo y el amor que sentía.

Él me recibió, me llenó de besos el pelo mientras que sus manos subían y bajaban por mí espalda. No podía, me cuesta demasiado no confiar en él.

La cosa más linda (Dievica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora