Semana ocho.

1.1K 35 22
                                    

Domingo.

De más está decir que desperté abrazada a Diego. Me quedé ahí un rato, sentirlo tan cerca de mí me hacía bien, más de lo que cualquiera podría imaginar. El amor de mi vida, por así decirlo, es la persona más dulce del planeta. Me paré y preparé el desayuno, a Diego le preparé café y a mí una leche con chocolate. Mientras esperaba a que los panqueques se hagan, llamé a mi mamá.

—Hola— saludó.

—Hola mamá— mi voz sonó apenada, y no la pude controlar. Estar embarazada de Diego me hacía feliz pero también me avergonzaba mucho.

—¿Qué pasa, Lodo?

—Mamá hay algo que no te conté… Un día Tomás me dejó sola en una fiesta y me sentí tan mal que lo engañé— empecé a llorar.

—Pero… ¿Por qué? Si nunca habías hecho algo así…— tomé aire.

—Porque Tomás me había dejado, y una charla llevó a otra cosa y ahora no sé cómo decirle que… No estoy embarazada de él— cubrí lo que pude de mi cara con una mano—. Ya hablé con el verdadero padre y me dijo que se va a hacer cargo, o bueno, me lo dio a entender, pero no sé cómo voy a afrontar a Tomás. Menos a vos, soy una decepción.

—No, no lo sos— seguí llorando con la cabeza gacha—. Lodo, lo importante es que vos sientas que haces lo correcto.

—Mamá, yo sé que lo que hago es lo mejor para mí pero ¿Si lastimo a alguien? Ya sea a esta otra persona, o a Tomás o a la novia de esta persona.

—Si esta persona tiene otra pareja, cuídate, pero siempre que hagas lo que sientas va a salir todo bien— suspiré y vi que Diego entraba en la cocina.

—Me voy mamá, adiós— susurré, no quería que Diego me escuche.

—¿Con quién hablabas?— miré mi panza, si había crecido un poco.

—Con nadie Diego— dije, tenía miedo de decirle que mi mamá sabía todo o casi todo.

—Vamos, dime— negué—. ¿Por qué no quieres decirme?

—Diego, nada más no quiero, te digo, si queres que no era ningún hombre— Diego me miró—. Hablaba con mi mamá.

—¿Y por qué no querías que lo sepa?— parecía enojado, pero su mirada era tan hipnotizante que no le podía no contar.

—Es que sabe la verdad y como no te pregunté para contarla no quería que te enojes— me paré y seguí cocinando.

—Nunca me enojaría con vos, amor— ¿Estoy bien? ¿Me dijo amor?— ¿Y cómo están mis bebés?

—Creciendo— se acercó y se puso cerca de mí, me empezó a besar el cuello mientras acariciaba a los bebés, yo mientras le ponía dulce de leche a los panqueques.

—¿Qué tal si antes de que crezcan hacemos algo divertido?— lo miré por encima de mi hombro.

—No Diego, atrás— me solté de su agarre y dejé la comida en la mesa.

—Parece que mamá se despertó de mal humor— ahora mismo “Mamá” no te estaría soportando.

—No me critiques Diego porque no me queres conocer de mal humor…

—Ya te conozco, y eres más linda cuando te enojas— tomó un panqueque.

—¡Diego, amor, por favor, deja de usar frases de novela e invéntate las tuyas!— reímos—. ¿Qué pensaste para hoy?

—Comprar más cosas para los bebés, e ir a otra ciudad balnearia, para ver una película en el cine— sonreí.

—Me gusta la idea, pero yo tengo una mejor, quedarnos acá e ir un poco a pasear como ayer, pero volver temprano porque va a llover, de paso, nos podemos quedar acostados viendo una película— cambié un poco mi tono de voz para provocarlo un poco, pero me acordé que eso nunca me sale.

La cosa más linda (Dievica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora