Semana once.

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Domingo.

Me sentía la peor persona del mundo desde que pasó lo que pasó con Diego. Lo que le dije no me gustó nada. Lo dije enojada, y espero que su “Ojalá Clari siguiese embarazada y tú no” sea solo por estar enojado. Toby se quedó conmigo, creo que porque notó que estaba por llorar todo el tiempo. Igual ya tomé una decisión, me voy a volver a Italia, y le voy a contar todo a mi papá. Tan mal no creo que se lo tome, mamá no se lo tomó mal. Ahora mismo de seguro era invierno, estarían tomando algo caliente y Mia dormiría en los brazos de Ilaria. Con parte de mis ahorros compré un pasaje de ida hacia mi tierra. Ya es hora de dejar Argentina.

El avión saldrá el miércoles. Iríamos Toby y yo únicamente, bueno, yo con mi paquetito con dos bebés. No sé cómo voy a enfrentar todo sola, pero sé que voy a poder. No pienso hablar más con Diego. Me siento sola, pero eso es desde que estoy con Diego o antes.

Salí de mi departamento y ahí estaba Diego, me fusilo con la mirada y yo solo la bajé apenada. Tenía a Toby en mis manos. Él quiso ir con Diego al segundo, pero lo agarré y bajé con él. Llegué al local de cosas para perros y le compré ropa. Nada más un par de cosas de polar, porque en Italia hace frío, es más, está nevando. Toby era un dulce, le daba besos a todos los que lo agarraban. Yo lo cuidaba como a un bebé, tenía horarios para comer, para hacer sus necesidades y para jugar. Aunque jugábamos más cuando él quería.

Siento que lo que pasó con Diego ya es mi pasado, que nada así va a volver a pasar. Lo amo, pero no como antes, quizás como si fuese a un amigo pero ni siquiera. Siento que una parte de mí lo quiere mucho y la otra no, nada, ya se terminó. Creo que amo más al recuerdo de él que a él. A su vez los bebés no sé cómo harán para crecer sin un padre. Porque no pienso buscarles un padre. No pienso estar en pareja, después de lo que me pasó con Diego. Pienso estar sola, con las únicas personas que me hacen sentir bien, mi familia. Extrañaré a todos y todo lo que dejo en Buenos Aires.

Mi futuro es en Italia, con mi familia, con mis bebés. Creo que –Aunque no me guste– es hora de aprender a decir adiós.

Comencé a sollozar. Dejar algo tan importante no me gusta, pero por lastima así es, tengo que dejar Buenos Aires para ponerme a pensar en lo que voy a hacer después. En lo que va a pasar con los bebés y demás. Comencé a guardar cosas.

Ahora voy a ser feliz.

Lunes.

Decidí abrir un rato mi Twitter a eso de las seis de la mañana. El sueño huía de mí desde la pesadilla de horas antes. Es la típica vez que te levantas agitada o sorprendida por un sueño. Pero sin embargo recuerdo muy poco, fueron segundos en los cuales miré a Diego caer. Y desperté asustada. Miré que habían puesto una frase en una foto, que no era mía, pero la frase me llamó la atención.

“El curso del amor verdadero nunca corrió mansamente.”

Me recordó a la escuela secundaria. Recordaba esa frase pero no sabía de qué. Busqué en Internet de donde la conocía. Era de Sueño de una noche de verano, William Shakespeare. Me quedé pensando en varias frases, y también buscando algunas.

“¿Qué hay en un nombre? Aquello que llamamos rosa
Con cualquier otro nombre olería igual de dulce.”

¿Conocida? ¿Verdad? Era de Romeo y Julieta. Pero al leerla no pude dejar de pensar en Diego. Habrá sido que me enamoré de su esencia… No lo sé. En caso de que a lo que llamamos “rosa” tenga otro nombre, al tener otra apariencia ¿Tampoco cambiaria? O será que al enamorarme de Diego, me confundí. Al pensar tan solo en el segundo, en el cual algo empezó me queda la duda, que si a la rosa le ponemos perfume, tarde o temprano su perfume verdadero volverá… Y nos habremos enamorado de algo que no es.

La cosa más linda (Dievica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora