Capítulo 27

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Capítulo 27

ANA

La mañana siguiente me desperté más temprano de lo que había planeado. Un fuerte ruido fue el causante de ello. Recuerdo abrir los ojos con tanta fuerza que mi cabeza había empezado a doler. Pero me obligué a sentarme y me restregué el rostro para aclararme. Miré el reloj en mi teléfono que estaba cargándose a un lado y marcaba las ocho de la mañana. Me encogí de hombros. Ya estaba despierta, no había nada que hacer al respecto, por lo cual me paré. Había dejado la poca ropa que había traido en una pila en los gabinetes del armario. No me había molestado en ordenar nada en la noche, ya que había terminado muy cansada después de la cena.

El traje de baño resaltaba levemente de mis ropas y mordiéndome el labio, decidí ponermelo. Me miré varias veces al espejo, estirando y arreglando la tela, intentando encontrar, de alguna manera, que me gustase más.

No creía tener un cuerpo feo, pero sin duda carecía de muchas curvas y mi piel necesitaba un tiempo bajo el sol. Terminé poniendome encima un par de pantalones cortos claros con una camiseta bastante olgada para esconder el hecho de que, efectivamente, llevaba el traje de baño debajo. Tarde o temprano se enterarían, pensé, o tal vez nunca, si decidía no entrar en la piscina. Sacudí la cabeza, en un tonto intento de dispersar mis pensamientos estúpidos y decidí que a nadie le importaría cómo me veía y que tampoco tenía que estar detrás de ellos buscando aprobación.

Viendo las cosas con mayor claridad, tomé mi teléfono y cepillo de dientes y me dirigí hacia el baño. En el pasillo me encontré con Max, que acababa de salir de allí. Le sonreí.

―Buenos días ―saludé.

Se acercó a mí con una linda sonrisa―. Buenos días, Ana. ¿Vendrás al lago con nosotros después de desayunar?

Abrí los ojos un poco tomada de sorpresa. Asentí sin pensarlo dos veces. Luego se excusó diciendome que tenía que ir a prepararse para estar presentable y me reí. Una vez que terminé de cepillarme los dientes y acomodé mi cabello levemente, bajé las escaleras. El sonido de la televisión me dio la bienvenida mientras llegaba a la cocina para prepararme un café o cualquier cosa que había disponible. No había nadie en la sala de estar, pero daba la impresión de que alguien había estado allí por los restos de comida y una taza olvidada. Con un bostezo, no le di mayor importancia y fui hacia el primer gabinete que encontré para buscar una taza para mí. No tuve suerte en el segundo gabinete, si no en el tercero.

Con una sonrisa triunfante, me serví el café que ya había sido preparado y decidí echar un vistazo al jardín trasero, donde divisé a Ryan y Daniel hablando energéticamente sobre algo y le hacían señas a alguien. Incliné la cabeza para mirar más allá y abrí los ojos como platos al ver a Lucas en... ¿una lancha? Estaba parado en una gran lancha blanca, posicionada cerca de la orilla y contemplé cómo brillaba el agua debajo de ella. Lucas les decía que ya había solucionado algo, y a pesar de que no tenía ni idea de a qué se refería, no me impresionó.

Desde que había conocido a Lucas, siempre había tenido la impresión de que sabía exactamente lo que hacía. Tenía control sobre ciertas situaciones, sabía ser precavido e intentaba que todo el mundo estuviese a gusto. Sonreí y tomé un sorbo de mi café.

Qué mas da, pensé y abrí la puerta trasera. Sorpresivamente, la brisa que pasaba por entre mis piernas era cálida y no había necesidad alguna de abrigo. Ryan y Daniel me saludaron al instante.

―Lindo día ―comenté, para inciar alguna conversación con ellos. Sentía una leve intimidación cuando estaba cerca del grupo de amigos, y no sólo por el hecho de que eran terriblemente altos, a excepción de Will, si no que desprendían de ellos un aura totalmente diferente y segura. Y tenía que admitir que los envidiaba por ello.

―Está perfecto para navegar ―respondió Ryan con emoción―. ¿Te subirás?

―¿Yo? ―pregunté sorprendida. Tomé otro sorbo de mi café mientras observaba a lo lejos Lucas, que había empezado a conducir la lancha con total manejo de ella. Y antes de que cayera en la cuenta, iba a toda velocidad. Se me puso la piel de gallina y desvié la mirada hacia otro lado―. Ni loca ―añadí.

Daniel se echó a reír―. ¿Tienes miedo, eh? No te preocupes, Lucas es el mejor de nosotros, no te dejará caer.

Miré de nuevo a Lucas y cómo sus brazos se mantenían con fuerza agarrados de unas barillas. Llevaba puesta una camiseta blanca que se pegaba a su cuerpo debido al viento que él mismo producía y entrecerraba levemente los ojos. Su cabello se sacudía para todos lados y sonreía como un niño en un cumpleaños. No pude evitar sonreír también al verlo tan feliz. Era como si cada día aprendiese algo nuevo de él.

―No es lo mío ―dije y me encogí de hombros.

―Cobarde ―comentó Ryan y le eché una mirada que podía lanzar cuchillos y se echó a reír, levantando las manos, en señal de rendición―. Pero en serio, tienes que intentarlo. Aunque sea unos minutos.

Revoleé los ojos―. Está bien. ¿Cómo me subo a esa cosa? 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora