Capítulo 33

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Capítulo 33

ANA

Luego de mi charla con Ryan, la cual me había dejado un poco más liviana, como si aquella presión que descansaba en mis hombros se hubiese esfumado por un rato, me encontré con Cole y Max en la sala de estar. Me habían estado buscando para decirme que ya casi estaba todo preparado para el campamento. Le pregunté de qué estaba hablando, pero en vez de responderme, me dio una bolsa que parecía que tenía leña. Fruncí el ceño, confundida, pero dejé que me llevase con los demás. Estaban todos reunidos a las afueras de la casa, cada uno con una bolsa, bebidas o, en el caso de Bianca, un almohadón y mantas. Una vez que nos divisaron, nos hicieron seña para que los sigamos y así, con el atardecer a nuestras espaldas, nos adentramos en el bosque.

El sitio a donde nos dirigíamos parecía estar cerca de la casa, pero el hecho de que todos cargaban con algo nos había acortado el paso. Maldije varias veces por el hecho de que llevaba sandalias y la tierra con piedras entraba y salía por entre mis dedos, causando que, cada diez pasos, tuviese que sacudirme los pies. Cole bromeaba al respecto e intenté unirme a su risa, pero lo cierto era que estaba un poco incómoda. Lucas se encontraba adelante de todos, como si estuviese al mando de un equipo.

O tal vez quiera estar lo más alejado de mí posible, pensé con una mueca. Sacudí la cabeza. No, no iba a pensar más en eso. Lo último que quería era arruinarme estas pequeñas vacaciones, y además, el día siguiente era mi cumpleaños, lo mejor sería recibirlo con una sonrisa, por más difícil que sea de hacerla aparecer.

Aunque claro, mi cabeza me jugaba en contra, como siempre. Imágenes de Lucas frente a mí, sus labios en los míos, sus manos en mi espalda, pasaban por mi mente. Tomé aire y alcé la mirada y lo divisé a la distancia. Llevaba una bolsa de comida en el hombro y con su otra mano cargaba un paquete de cervezas. La camiseta blanca se le subía ligeramente, dejando la línea del pantalón al descubierto. Tragué saliva y obligué a mis ojos a mirar a otro lado, a apreciar los árboles y la naturaleza a mi alrededor, pero por alguna razón siempre volvía la vista hacia él, hacia la forma en sus brazos se flexionaban o como la leve brisa le removía el cabello.

―Llegamos ―anunció Will entonces y parpadeé varias veces, concentrándome en cualquier otra cosa que no sea Lucas.

―¿Estás bien?

Miré a Cole―. Sí, ¿por qué lo dices?

Frunció el ceño―. Tienes la cara un poco roja... Y ahora más.

Me mordí el labio y Cole se echó a reír, como si me hubiese hallado justo donde me buscaba. Le murmuré que se callase y el se encogió de hombros, sin poder sus usar sus manos. La sonrisa seguía colgando de sus comisuras cuando nos sentamos en el sitio.

Era como si hubiesen cortado un par de árboles para luego dejar un espacio en forma de círculo, con unos troncos para sentarse y una mancha oscura en el suelo, justo en el centro, como si hubiesen hecho una fogata allí varias veces. Me senté y, a pesar de que pensé que la tierra y las pequeñas piedras me harían sentir incómoda, sorpresivamente no fue así. Cansada, dejé la bolsa frente a mí y le sonreí a Cole cuando se sentó a mi lado, con Max siguiéndole los talones. Parecían pegados el uno al otro, lo cual hizo que mi interior se calmara levemente, dejando una cálida sensación en el pecho.

Ryan se dejó caer a mi otro lado con una sonrisa de lado, a la cual le respondí de la misma forma. Tenía una bolsa de malvaviscos. Abrí los ojos en sorpresa y se la arrebaté a penas tuve oportunida.

―¡Ey! ―exclamó simulando enojo, pero luego se echó a reír cuando metí dos malvaviscos en mi boca, con una mirada triunfadora―. ¿No vas a esperar al fuego? Son más ricos cuando los derrites.

Negué con la cabeza, todavía masticando. Lo cierto era que me moría de hambre y aquel dulce parecía la forma perfecta de calmar mi estómago.

Mientras tanto, Will y Daniel preparaban la fogata con movimientos ágiles, sabiendo perfectamente lo que hacían. Lucas y Bianca abrían bolsas de comida y bebida y parecían estar conversando sobre cómo hacer unas salchichas, si ponerlas en una parilla o en palos. Bianca le sonreía dulcemente, comentando en voz baja y demasiado cerca de él. Lucas no parecía darse cuenta de que estaba coqueteando con ella, pero seguía bromeando, sin sacar la sonrisa de sus rostro. Cuando caminó hacia mí, alcé la cabeza, esperando que me dijese algo, pero simplemente tomó la bolsa con la leña y se volvió a los chicos, ayudándolos.

Todo el aire que había estado reteniendo se expulsó rápidamente y sentía que mis mejillas se sonrojaban más y más.

Poco a poco la noche llegaba y para cuando estaba oscuro, la fogata iluminaba el círculo en el que nos encontrábamos. De repente la temperatura había bajado, como solía hacer a esas horas, por lo cual me acerqué un poco más al fuego, continuando mi conversación con Ryan.

Cada uno parecía estar en su mundo, Will y Daniel cocinando unas salchichas, Cole derritiendo unos malvaviscos con Max, y Bianca y Lucas, el cual se encontraba frente a mí, del otro lado del círculo, hablando sobre dios sabe qué.

―Ana ―La voz de Ryan me volvió a la realidad y lo miré. También se había acercado un poco hacia al fuego, seguramente para seguir con nuestra conversación―. Te pregunté a qué Universidad irás.

―Oh ―murmuré y le hice una mueca.

Le conté sobre el concurso, el cual sonrió con sorpresa. Le hablé de mis miedos, del hecho de que no tenía suficiente dinero y que necesitaba aquella beca cueste lo que cueste. Escuchó atentamente a todo lo que le decía, sin comentar nada y con la vista en el fuego. Pensé en lo fácil que era hablar con él, como si me entiendese a la perfección. Ryan, después de todo, había crecido de la misma forma que yo, sin tantos privilegios y con el dinero contado; sin embargo ahora él si tenía más oportunidades, pero me sorprendió cuando me dijo que llevaba más de un año reuniendo dinero. Me habló sobre un "plan" que había tenido con su padre y su esposa: él se pagaría el primer año y dependiendo de cómo le iba y si le gustaba lo que estudiaba, dejaría que su padre le pagara el resto de los años. Llevaba dos años trabajando a tiempo parcial. Le dije que aquello era estupendo, que entendía porqué lo hacía y que no hacía falta explicarme más.

Cuando desvié la mirada hacia el fuego, me encontré con el rostro de Lucas del otro lado, como si estuviese escondido entre las llamas, observándome. Sus ojos no dejaban los míos y parecía como si una batalla se hubiese librado entre los dos. Me mordí el labio y frunció el ceño, parpadeó y luego miró hacia otro lado. Tomé aire y me puse de pie. Ryan me miró con el ceño fruncido.

―Voy a ir a tomar un poco de aire, el fuego me está molestando un poco.

―¿Te acompaño?

―No hace falta ―dije con una especie de sonrisa. Asintió y se fue a hablar con los chicos.

Di media vuelta y me dirigí hacia el camino que llevaba a la casa. Sabía que si seguía por ese sendero, llegaría sin duda hacia el agua, así que continué caminando. Poco a poco dejé de escuchar el murmullo de los demás y la leve música que los chicos habían puesto. Empecé a disminuir la velocidad de mis pasos y me crucé de brazos, observando a mi alrededor. Mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad a esa altura, por lo que podía divisar donde se enocontraba cada árbol, roca o tronco. Tomé aire y dejé que mis pulmones se llenaran de aquel aire fresco, a penas calmando los latidos de mi corazón.

Podía ver el agua, pero aún quedaba lejos desde donde estaba.

Un crujido detrás de mí me hizo darme la vuelta, alarmada. Al no encontrar nada, fruncí el ceño pero me dije que seguro era algún animalillo. Hace un rato habíamos visto un par de pajáros. De seguro era eso. Pero mientras continué caminando, escuché otro crujido, seguido de otro. Me volteé rápidamente asustada.

―Tranquila, soy yo.

Dejé escapar el aire que había retenido en esos momentos y observé a Lucas mientras se acercaba a mí. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora