Capítulo 52

154 14 4
                                    

Capítulo 52

LUCAS

―Espera ―dije mientras dejaba un pequeño espacio entre nosotros. Apoyé mi frente sobre la suya y observé cómo abría los ojos lentamente, como si se tratasen de los pétalos de una flor. Apreté los labios en una fina línea, sin poder creerme lo que estaba observando. Lo que acabamos de hacer.

―¿Qué pasa, Lucas? Me estás poniendo nerviosa ―bromeó Ana al ver que había detenido el beso para decir algo, pero nada salía de mi boca.

Me separé de ella y apoyé mi espalda en el asiento otra vez, sin poder verle a la cara.

―¿Estás segura? ―murmuré en voz baja.

No sabía si no me había escuchado o si había decidido ignorar mi pregunta. Los segundos pasaron y faltaban pocos minutos para que terminara el viaje, y a pesar de que me encantaba estar allí con Ana, me sentía encerrado allí, con su presencia tan cerca de la mía y aquella mirada... de pena.

Le eché un vistazo de reojo y vi que estaba tomando aire, pensando en lo que estaba a punto de decir.

―Lucas ―llamó. Cerré los ojos un segundo con fuerza y me obligué a mirarla―. No sé qué es lo que pasa por tu cabeza. Créeme, me encantaría saber. Haría cualquier cosa con tal de que me dejes entrar en tu vida.

Cada palabra era como un puñal en mi pecho, pero traté de mantenerme quieto y en silencio. No dije nada por unos segundos. Observé el suelo poco a poco acercándose a nosotros, como si el tiempo se estuviese acabando: no sólo el de la atracción, pero también el nuestro.

―Esto nunca podría funcionar ―solté por fin. Abrió los ojos, dolida con mis palabras; pero tenía que saberlas―. No sólo por el hecho de que en un mes te irás al otro extremo del país...

―Sí es que gano el concurso ―me interrumpió, observando sus manos y respirando con anormalidad. Ahora era mi turno de acercarme a ella. Posicioné una mano en su mentón y la hice subir la mirada hacia mí.

―Ganarás, de eso estoy seguro ―dije con convicción.

Si alguno de los dos tenía el futuro decidido, aquella era Ana. Estaba hecha para el arte. No. Ella era arte.

Estudié su rostro hasta que me obligué a alejarme, una vez más. Estaba aterrorizada, podía notarlo.

―Esto nunca podría funcionar porque somos distintos, Ana ―proseguí―. Tenemos diferentes realidades. Tú tienes tus sueños y metas, y yo... ―hice una pausa y solté una pequeña carcajada llena de sarcasmo―. Yo no tengo ni idea de lo que haré en los próximos años. Supongo que mi destino siempre fue convertirme en mis padres.

―Se acabó ―exclamó entonces, tomándome de sorpresa. Sus ojos parecían estar incendiados―. Estoy cansada de que hables así de ti. ¿Acaso mis palabras no te provocan nada? ¿Es que no soy nada para ti? ―Al ver que no respondía, continuó―. A quién quiero engañar, siempre fui un cero a tu lado. Jamás podré ganar contigo, no de esta forma.

―No sabes de lo que estás hablando ―respondí, furioso.

―¿No? Entonces habla, Lucas. Por el amor de Dios, háblame. Pero esta vez di la pura verdad, porque estoy cansada de estas estupideces que salen de tu boca.

―¡No quiero arrojarte en esta mierda conmigo, Ana! Y no quiero que vengas tampoco, porque tarde o temprano te perderé y jamás, jamás, podría perdonármelo. ¿Dices que tus palabras no me provocan nada? Pues todo lo contrario: me ocasionan toda clase de cosas. Cada vez que te veo o que te escucho, es como si un peso se saliese de mis hombros. Te veo y pienso que jamás podría llegar a iluminar a alguien de la misma forma que tú lo haces conmigo. ¿Todas esas cosas que hice? Parte de ellas eran para mí, para verte sonreír, para sentirme bien. Llámame egoísta, llámame engreído, niño rico, lo que quieras, pero jamás me arrepentiré. Eras mi medicina, y ahora te perdí para siempre, y prefiero seguir enfermo que verte sufrir a mi lado.

Un ruido sonó justo cuando había terminado de pronunciar las últimas palabras.

El viaje había llegado a su fin. Ana respiraba con anormalidad y podía jurar ver lágrimas acumuladas en sus ojos.

Me sentía el ser más despreciable. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora