Capítulo 30

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Capítulo 30

ANA

Mi creciente mal humor se vio silenciado cuando los chicos entraron por la puerta principal, con bolsas en las manos y sonrisas de punta a punta. Will se acercó rápidamente y me tendió una lata de cerveza.

―Esto es para ti, Anita ―dijo y con una sonrisa de lado se esfumó hacia la cocina, seguido de Ryan y Daniel, lo cuales traían comida para lo que supuse era el almuerzo y cena de aquel día. Ryan tenía las mejillas ligeramente sonrojadas y no era difícil detectar el alcohol en su sangre. Negué con la cabeza, divertida y abrí la lata para luego tomar un sorbo.

No solía beber mucho, pero de vez en cuando lo hacíamos con Cole cuando salíamos temprano de trabajar. Su madre tenía a veces latas en la nevera y no le importaba que bebiéramos un poco, siempre y cuando nos quedáramos dentro de la casa.

Mi pensamientos se distanciaron un poco más, hacia aquella fiesta en la que me había quedado dormida con Lucas en el baño y de cómo me había llevado hasta Cole horas más tardes. Noté que estaba sonriendo y saqué la expresión de mi cara. Tomé aire y bebí un poco más mientras observaba lo emocionados que estaban los chicos. Segundos más tarde se les unió una curiosa Bianca e hizo una mueca cuando vio que no había nada más que cerveza. Entonces Daniel le dijo que esperara y abrió uno de los gabinetes, desde donde extrajo una botella de lo que supuse era vino blanco y Bianca le sonrió. Daniel se encogió de hombros y siguió sacando latas de las bolsas para ordenarlas en la nevera.

Parpadeé un par de veces y caí en la cuenta de que había estado observándolos por un buen rato cuando de repente, Will se acomodó a mi lado en el sofá, estirando las piernas y largando un suspiro.

―¿Día duro en el trabajo? ―bromeé.

Soltó una carcajada―. Terrible. No dejan de darme más papeleo en la oficina. Si tan sólo tuviese una secretaria que pudiese ayudarme...

Elevé las cejas―. Oh no, ni lo pienses.

Se volvió a reír y no pude evitar hacer lo mismo. Cuando incliné la cabeza para tomar otro sorbo de cerveza, capté la mirada de Lucas en nosotros y luego se dirigió hacia los chicos, como si no hubiese visto nada. Me mordí el labio nerviosamente.

―Entonces... ―empezó a decir Will y desvié la mirada hacia él―. ¿Tú y Lucas?

Abrí los ojos sorprendida y luego fruncí el ceño―. Oh no, no.

Me mordí el labio otra vez y estaba segura que estaba cerca de lastimarme. A Will le crecía cada vez más una sonrisa, lo cual incrementaba mis nervios.

―¿Qué? ―pregunté con impaciencia.

―Nada, nada ―dijo mientras hacia un gesto con las manos. Se echó a reír al ver mis mejillas sonrojadas―. Tranquila, no le diré a nadie.

―No hay nada que ocultar ―respondí y luego le di otro trago a mi lata, esta vez más largo―. No hay absolutamente nada entre Lucas y yo.

Subió las cejas con diversión― ¿Estás segura de ello?

Abrí la boca para responder, pero entonces uno de los chicos llamó a Will y me dejó con las palabras en la punta de la lengua. Suspiré y dejé aclarar mis pensamientos, los cuales ya se estaban dejando influenciar por la cerveza. Terminé la lata y me dirigí afuera para tomar un poco de aire y alejarme un poco del interminable murmullo.

Cuando cerré la puerta del patio trasero, me dejé caer en las escaleras, sintiendo mis pies en la arenilla. Cerré los ojos y me quedé allí, tomando sol y escuchando la leve brisa que pasaba entre los árboles y el suave sonido de los pájaros que pasaban encima de mí. De repente la inspiración para pintar renació en mí con una sacudida realización de que me gustaría tener aquel sentimiento de paz en el lienzo. Abrí los ojos y me giré para ponerme de pie, pero antes de hacer otro movimiento, me encontré con Lucas sentado en los escalones más altos, mirándome. Abrí la boca para decir algo, pero me detuvo con sus propias palabras.

―¿Pintarías esta vista por mí?

Le sonreí y con un asentimiento de cabeza, me puse de pie y fui rápidamente a buscar lo que necesitaba. Una vez que estaba afuera, con un lienzo de tamaño pequeño y un bolso con pinturas y pinceles, me instalé en una de las reposeras y le hice señas a Lucas para que sentara en la que estaba a mi costado. Me preguntó si estaba segura, si estaba bien que él viese, y le dije que sí.

Claro que sí, le quería decir. Por supuesto que puedes ver. Ya has visto muchas partes de mí, pero te falta una de las más importantes. Una de las cuales me convierten en la persona que soy, vulnerable y abierta a las posibilidades. Esta parte salvaje de mí, que se deja llevar por lo que percibe y siente, y decide reflejarlo todo con un poco de pintura y trazos.

LUCAS

No podía sacar mis ojos de ella, de sus largos y elegantes dedos, que tomaban los objetos con toda la calidez y amor del mundo. No podía dejar de observar sus movimientos, su ceño fruncido, la forma en que acomodaba las piernas de forma que el lienzo quedaba apoyado en sus rodillas. Sospeché que era una posición que tomaba la mayoría del tiempo, como si se encerrase en sí misma. Pero Ana no parecía encogerse ni nada por el estilo; al contrario, al echarle un vistazo a la pintura, me quedé paralizado. Era como si todas aquellas palabras que jamás dijo, todas aquellas cosas que vivió y teme contar, todo sentimiento en su alma, estuviesen siendo libres en aquel momento, en aquel trazo, aquel azul que estiraba hacia los costados.

―Ana.

No quería interrumpirla. Dios, no quería hacer nada que la detuviese de aquel trance en el que estaba. Pero no había forma de evitar las palabras que estaban a punto de salir de mi boca.

Levantó la cabeza sorprendida de que estaba allí, como si se hubiese olvidado que ella misma me había invitado a estar a su lado.

―Me gustas. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora