Capítulo 29

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Capítulo 29

ANA

Luego de nuestra extraña conversación, Lucas decidió que deberíamos volver a la orilla y reunirnos con los demás. No comenté nada más e intenté distraerme con el paisaje. Lo cierto era que percibía algo diferente en él, algo de lo cual no me había dado cuenta o simplemente nunca había prestado demasiada atención. La forma en me miraba, las manera en que pensaba antes de hablar y cuando dejaba soltar el aire como si quisiese decir mucho más.

Cualquier cosa que pasaba entre los dos era totalmente diferente a lo que había experimentado con él en las últimas semanas. Desde aquel mismo momento en el parque hasta minutos antes de llegar a la orilla. Absolutamente raro y extraño y no podía dar palabras a lo que sentía al respecto.

No, me repetí muchas veces los últimos meses, él y tú son de mundos totalmente distintos. Nada cambiará eso.

Pero quería decir sí. Quería decirle que estaba bien, que siguiera hablando, que me dejase saber cualquier pensamiento que se encondía en su cabeza. Lo observé por el rabillo del ojo. Con la mirada perdida e inmerso en su mundo, conducía el bote hasta que minutos después se detuvo cuando la base tocó la arena. Tomé aire y busqué la forma de bajar, buscando impaciente alguna escalera o algo que se la pareciese. Quería salir de allí lo más pronto posible y despejar mi mente.

Sentí a Lucas caminar a mi lado y segundos después saltar hacia la arena. Abrí los ojos, sorprendida. Se volteó hacia mí y alzó los brazos.

―Ven ―dijo como si fuese la persona más calmada del universo. Mi pecho pareció contraerse ante el sonido de su voz. Me mordí el labio y asentí. Me senté sobre el borde del bote y me dejé caer sin tener que pensarlo dos veces.

Hay ciertos momentos en nuestras vidas que uno desea que lo atrapen, que no lo suelten, que los aferren contra ellos hasta que el peligro haya desaparecido. Muchas veces me obligué a pensar que yo sería la única persona en el planeta tierra que me atraparía del otro lado, que mis brazos serían suficientes para darme la calidez que necesitaba. Y a pesar de que en parte tenía razón sobre el hecho de que, al final del día, sólo se tiene a uno mismo, caer sobre Lucas había dejado en claro que no era imposible tener otra persona del otro lado, esperando paciente para que uno se dejase caer.

Sus dos manos tomaban mi cintura y con mis brazos sobre sus hombros, me atreví a alzar la mirada, para luego desviarla velozmente. La distancia que había entre nosotros era mínima, era inexistente. En un abrir y cerrar de ojos, volví a sentir la arena en mis pies y Lucas se iba caminando. Me tomé mi tiempo para procesar lo que había pasado, lo cual no era nada y a la vez, algo. Todo en él era diferente. Seguía siendo el mismo Lucas de siempre, pero por alguna razón, presentía que tenía que estar atenta a sus movimientos y palabras.

Segundos más tarde, cuando los rayos del sol calentaban mi espalda y me obligaban a moverme para no incendiarme, caminé de vuelta hacia la cabaña-mansión, encontrándome con Cole y Max en la puerta, cuando estaban a punto de salir.

―¡Ana! ―saludó Cole y me dio un rápido brazo, lo cual me hizo sonreír a pesar de sentirmente rara por dentro―. ¿Nos acompañas a dar un paseo? Queremos conocer más la zona y en especial el bosque.

Levanté las manos―. Oh, no, está bien. Vayan ustedes y luego me cuentan.

―¿Estas segura? ―preguntó mi amigo levemente confundido. Habíamos acordado antes en ir al bosque juntos.

―Sí, Cole, estaré bien. Pintaré un rato ―dije con seguridad y le sonreí.

Max pareció agradecerme con la mirada y guiñé el ojo en su dirección rápidamente, para luego caminar hacia dentro de la casa y dejarlos solos. Lo último que quería era interrumpir en cualquier cosa que pasaba entre él y Cole.

Una vez que ingresé en la sala de estar, agradecí mentalmente a quien sea que había prendido el aire acondicionado. Sorpresivamente estaba cálido afuera y me cuestioné varias veces si iba a necesitar cambiarme en un par de shorts.

Encontré a Bianca sentada en el largo sofá marrón, mirando la televisión, pero no parecía estar concentrada en lo que pasaba en la pantalla. No tenía nada para hacer, por lo cual me senté en el sofá, pero en la otra punta.

Pocas veces me había relacionado con otras chicas, pero nunca había tenido una relación con ellas como con Cole. Bueno, en realidad nunca había tenido una amistad que no fuese con él. Y sospechaba que Bianca tampoco, debido al hecho de que era la única chica en el grupo.

Cambió los canales y lo único que se escuchaba era lo que salía de los parlantes. El silencio entre nosotras me estaba consumiendo, por lo que me obligué a abrir la boca sin saber realmente qué decirle.

―¿Los chicos? ―pregunté.

Con la mirada todavía en la pantalla, respondió:―Fueron a comprar alcohol para esta noche.

Abrí la boca para responder, pero no sabía que decir al respecto. La cerré y continué observando la televisión. Los minutos seguían pasando y podía sentir cómo el sofá crujía cada vez que me acomodaba. El sofá era uno de esos de cuero duro que uno nunca se sentía cómodo en ellos.

―Sé lo que estás haciendo con Lucas ―dijo Bianca, lo cual me tomó desprevenida. Fruncí el ceño y la miré.

―No sé a qué te refieres.

Bajó el volumen de la televisión y me miró por primera vez en el día.

―Sí sabes. Y pareces estar lográndolo.

Subí una ceja―. No sé qué tienes en mente, Bianca, pero estoy segura de que te equivocas. No hay nada entre él y yo.

―Nunca dije que había algo. Y es probable que nunca lo haya, considerando las circunstancias.

―¿De qué circunstancias estás hablando, precisamente?

Por alguna razón me estaba empezando a enojar. Era cierto que no había nada entre Lucas y yo, pero el hecho de que nunca lo habría hacía calentar mi sangre. Me mordí el labio y me obligué a no decir más, esperando su respuesta.

―Sabes perfectamente que esto no es real para él. Son como unas... vacaciones, lejos de su mundo. Quedan pocos meses para la graduación. Y estoy segura de que no irás a la misma universidad que él.

―¿Qué te hace pensar eso? ¿Acaso no parezco una de ustedes? ―pregunté, furiosa esta vez, pero intenté mantenerme calmada.

―Tú misma lo dices, Ana. Por más de que intentes defenderte, sabes que no pertenecen al mismo mundo. Lo mejor sería que dejen de verse para evitar...

Había dejado de hablar, como si quisiese dejar el tema ahí. Pero yo no estaba lista para terminar con la conversación.

―¿Evitar qué? ―pregunté impaciente.

Desvió la mirada hacia otro lado. La observé tomar aire y luego ponerse de pie, dejandome sola en la sala de estar. Parpadeé varias veces, sin comprender lo que me había dicho.

Dejé caer mi cabeza sobre el respaldo del sofá y cerré los ojos con fuerza. Una parte de mí, una que detestaba la mayoría del tiempo y que solía ser la más racional, sabía que Bianca tenía razón. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora