Capítulo 59

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Capítulo 59


LUCAS


Mis compañeros estaban atestando el teléfono con mensajes, diciéndome que me extrañaban, preguntándome si estaba todo en orden, si había mejorado, si necesitaba algo. Sonreí levemente ante la pantalla. Si había algo que me impresionaba cada día, eran mis compañeros.

Debería empezar a llamarlos amigos, me recordé.

Les había enviado rápidamente un mensaje, invitándolos a cenar. Les conté, en breve, las razones y todos respondieron de forma energética, felices por Ana y la oportunidad que estaba en sus manos. Dijeron que estarían aquí lo más pronto posible. La única que no había contestado, sin embargo, fue Bianca.

Se me vino a la mente una imagen de nosotros aquel fin de semana, de cómo me había dado toda una charla que me había dado a pensar y llegar a aquella terrible conclusión de la cual todavía me arrepentía. No era que Bianca era la culpable de que rechazase a Ana, pero debía admitir que sus palabras habían llegado a mi cabeza de alguna forma u otra.

Tienes que olvidarte de ella, Lucas. Te lastimarás. Ella se lastimará. ¿Por qué extenderlo más? ¿No tuviste suficiente diversión? Ya es hora de que le pongas un alto a esto y te concentres en lo que realmente importa: tu futuro. Estoy segura de que lo último que quieres es decepcionar a tu madre, o desviar a Ana de sus propios planes. Si eres listo, me escucharás.

Cerré los ojos, recordando. Aún no había discutido aquello con Bianca, y para ser honestos, no quería hacerlo. Sentía que mi posible-amiga se había desvanecido y que otra persona había tomado su lugar. Bianca no era así. O por lo menos, no era aquella versión la que yo conocía y con la que había pasado tiempo. A pesar de que no hablábamos de cosas personas, teníamos cosas en común.

No obstante, no quería echarle la culpa a Bianca de la pelea que tuve con Ana. Ya estaba en el pasado y no había nada que podía hacer al respecto, más que asegurarme de que no vuelva a ocurrir.

De ahora en más, nadie se meterá entre nosotros.

Por lo cual, la invitación se extendía para ella también. Si quería incluirme más en el grupo de mis compañeros, tenía que hacerme con la idea de que Bianca también formaba parte de él.

Alcé la cabeza, saliendo de mis pensamientos al escuchar el crujido de una puerta. Sentado en el sofá de mi casa, observé a Ana volver del baño y situarse a mi lado, con una sonrisa tímida.

―Es tan raro estar aquí de nuevo ―dijo con sinceridad, observando a su alrededor.

Dejé el teléfono a un costado y le tomé la mano―. ¿Por qué?

Volvió los ojos a mí―. Ahora que tú y yo...

Alcé las cejas, esperando que continuase hablando, pero las palabras no salían de sus labios. Me eché a reír. Se mordió el labio y me golpeó con una almohada, lo cual me hizo reír aún más.

―Eres un idiota ―murmuró entre golpes.

Tomé su arma e hice que la soltara, tirándola hacia un lado, no sin antes darle un leve golpe en el hombro. Abrió la boca para protestar pero hablé antes de que lo hiciese.

―Y tu novio.

Las mejillas se le tiñeron de rosa y podía sentir el mismo calor en la base de mi cuello, extendiéndose levemente. Era la primera vez que lo decía, la primera vez que le dábamos nombre a aquello que teníamos. Me mordí el labio y miré hacia otro lado, con una mezcla de diversión y vergüenza.

Ana se levantó del sofá y caminó lentamente hasta el piano. Se sentó en la butaca y observó por un rato hasta que abrió la tapa y reposó sus manos sobre las teclas. Era una vista hermosa, tenía que admitir.

Las dos cosas que más quería en el mundo, finalmente unidas.

Dándome la espalda, habló.

―Entonces, es probable que estemos más cerca de lo que habíamos pensado.

Mis labios se curvaron con lentitud, mirando el suelo.

―Aún no puedo procesarlo.

―Yo tampoco ―respondió y dejó soltar una risa nerviosa―. A decir verdad, pensé que esto no podría funcionar a larga distancia. Pero míranos, estaremos en la misma ciudad.

Pasé una mano por mi cabello, negando con la cabeza.

―Eso quiere decir ―pensé en voz alta―, que si incluso no estuviésemos juntos, era bastante probable que nos encontrásemos en Boston.

Ana dio media vuelta para mirarme, aún sentada en la butaca. Posicionó sus manos en su regazo.

―Me continúas persiguiendo, niño rico.

―¿Yo? ―Me reí―. No, preciosa, mi madre ya tenía el lugar asegurado en aquella universidad, sólo que ahora finalmente le di el sí.

―Sólo porque yo estaré en Boston también, querido ―bromeó, poniéndose en pie.

Alcé la cabeza para mirarla―. Me gusta que me digas "querido".

―Era una broma, Lucas. No te llamaré "querido".

Hice una mueca y antes de que pudiese responder algo, sonó el timbre. Me puse en pie, le di un beso en la mejilla a Ana para terminar nuestra conversación y me dirigí a la puerta principal. La abrí sin observar por la ventana, ya que ya sabía quién era. O quiénes eran.

Cole, Max, Ryan y Will entraron en la casa con bolsas repletas de bebidas y comida, hablando entre ellos sobre algo que había ocurrido anteriormente, echándose a reír.

Sonreí para mis adentros, dejándolos pasar hacia la sala. El rostro de Ana se iluminó y algo en mi pecho se encogió. Me apoyé sobre el marco de la puerta, observándolos. Había extrañado esto.

―Ven aquí, Thompson ―llamó Will desde el sillón―. Los demás ya están por llegar ―añadió―. Bianca quería algo de otra tienda más lejos de aquí y Daniel la acompañó.

―Les juro que hay algo entre ellos ―dijo Ryan, sentándose al lado de Ana y dándole una pequeña sonrisa de saludo. Ana tomó la bolsa de papas que le tendía mi amigo.

―¿Bianca y Daniel? ―preguntó Cole, con los ojos brillando―. Ah amo las historias de amor adolescente. Me dan años de vida.

Max revoleó los ojos―. Claro que sí.

Cole le guiñó un ojo―. No te pongas celoso, Max. Tú siempre serás el primero en mi corazón ―Hizo un gesto melodramático con sus manos en su pecho y se tiró hacia atrás en el sofá, haciendo reír a Ana, que se había caído a su lado por el peso. Sonreí sólo por el hecho de que ella lo estaba haciendo y me fui a sentar. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora