Capítulo 32

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Capítulo 32

LUCAS

Me tomé todo el tiempo del mundo para estudiar su expresión, la forma en que sus labios se tornaban más rojos entre beso y beso, cómo ambos nos quedábamos sin respiración pero a la vez detenernos no parecía una idea de la cual éramos fanáticos. No pude evitar sonreírle, aliviado. Sin embargo, Ana no había dicho ninguna palabra desde entonces y por el ceño fruncido que ahora llevaba, un leve estremecimiento traspasó mi cuerpo. Le di un poco de espacio, haciendo que su mano cayera en el agua en el proceso.

―¿Qué significa? ―pregunté luego de unos segundos en los que parecía que ella no encontraba las palabras. O no las estaba buscando, al fin y al cabo. No alzó la mirada y se concentró en el espacio que había entre nosotros―. ¿Ana? ―pregunté una vez más, sintiendo como toda la esperanza se iba por el drenaje.

―Yo... ―empezó a decir y por más que se me dificultó, le di tiempo para que hablase―. No sé si... ―Tomó aire y luego lo soltó, posando sus ojos en los míos por primera vez desde el beso.

Sentía que se me iba el aire. Tragué fuertemente y me di media vuelta, flexionando mis brazos sobre el borde de la piscina y elevándome, para poder salir de allí lo más pronto posible. Tomé una toalla que había en la reposera y me sequé el rostro.

Ana seguía en el agua, en la misma posición, como si estuviese petrificada. Luego la observé poner los dedos sobre sus labios, aquellos de los cuales aún no podía sacar la sensación de los míos. Habían sido suaves, claramente. Todo en Ana parecía serlo. Hasta que lo probabas: ahí fue cuando caí en la cuenta de la fuerza detrás de ellos, de la necesidad de encontrar algo en los míos. Cerré los ojos con fuerza, intentando arrojar aquellas imágenes de mi mente.

Di media vuelta, sin darle otro vistazo a Ana y me largué de allí antes de hacer otra locura más.

No sé a qué jugaba conmigo, pero sin duda alguna estaba funcionando. Y con cada paso que daba, sentía que estaba perdiendo.

ANA

Estúpida. Era una completa idiota. ¿Por qué se me ocurrió hacer algo como eso? ¿Qué tan desesperada estaba? ¿Es que acaso las palabras de Bianca y Cole no habían sido suficientes?

Alcé la mirada para ver la espalda de Lucas, no tan delgada como había esperado, pero sin duda fuerte por el contorno de sus hombros y las líneas en la espalda que daban a entender que se mantenía en forma. Sentí mis mejillas sonrojarse al instante. Yo misma había tocado esos hombros y aquella nuca. La textura de su cabello había sido agradable también y mis dedos aún sentían el leve cosquilleo.

Pero nada de aquello se comparaba con la intensa mirada de sus ojos, la forma en que sus cejas se habían arqueado en sorpresa, la manera en que sus labios se separaron al instante, dándome la bienvenida.

Me restregué la cara con las manos y luego de unos minutos en el agua, decidí salir también.

Mi mente era un torbellino de imágenes y emociones; qué hacer y qué no, lo que debería y aquello que deseaba con todas mis fuerzas. Me pregunté si realmente importaba lo que los demás pensasen, lo que sus amigos dirían de mí. Hasta ahora la única con la que había tenido algún tipo de confrontación sobre el tema había sido Bianca y los demás parecían estar bastante bien en mi presencia.

Secándome el cabello con la toalla, escuché unos pasos detrás de mí. Ryan se acercaba, con el teléfono en mano y parecía estar enviando un mensaje. Cuando alzó la mirada y se encontró con la mía, le sonreí con simpleza.

―¿Disfrutando del agua? ―preguntó mientras subía las cejas. Me encogí de hombros.

―Es lo único que hay para hacer aquí ―expliqué.

―Tendrías que venir con nosotros al bosque. Salimos en un rato. Iremos a "explorar", como diría Will, pero en realidad es sólo un paseo y tomar fotos ―decía meintras guardaba su teléfono y posicionaba ambas manos en los bolsillos. Me gustaba su seguridad y aquella chispa que nunca se iba de sus ojos, como si estuviese siempre a punto de hacer un chiste.

Sonreí con alivio y asentí―. Me encantaría, sí ―Me guiñó un ojo y dio un paso para irse, pero lo retuve―. ¿Tienes un minuto?

―Bianca siempre ha sido así ―explicaba Ryan mientras yo estudiaba la palma de mis manos. Estábamos sentados a las orillas del río. Ya me había puesto ropa y el cabello había empezado a secarse por la brisa y los rayos del sol. En pocos detalles le conté a Ryan los últimos sucesos. Había algo en él que me inspiraba confianza, como si pudiese decirle mis mayores secretos y él no diría nada. Sabía que tendría que estar hablando de esto con Cole, pero no quería interrumpirlo: parecía que las cosas con Max estaban progresando a grandes pasos y quitarle aquella felicidad sería muy egoísta de mi parte.

―No sé qué hacer al respecto. Por un lado, tiene razón. Lucas y yo pertenecemos a diferentes mundos. Quiero decir, mira esto ―Alcé los brazos y señalé el lago y la "cabaña"―. Esto en mi mundo no existe. Ni siquiera en vacaciones.

Bajé los brazos otra vez y flexioné las piernas, en posición fetal, descansando la pera en mis rodillas.

―Sé a lo que te refieres. Pero, ¿no crees que vale la pena? ―preguntó Ryan y lo miré de reojo―. Estuve poco tiempo en "este" mundo, pero diría que las personas no son tan engreídas como las pintas.

Cuando no dije nada al respecto, prosiguió.

―Mi padre se casó hace unos cinco años. A penas estaba entrando en la adolescencia cuando nos mudamos. Todo daba miedo el principio, ¿sabes? Las miradas de la gente, la forma en que se reían de mí el primer día de clases porque no llevaba el uniforme correctamente y un montón de otras estupideces ―Sonrió de lado, con nostalgia―. Pero entonces, cuando pensé que mi vida sería así para siempre, llegó Lucas. Ya sabes, todo educado y con buenas intenciones. ¿Cómo decirle que no? ―Se echó a reír y no pude evitar sonreír yo también, como si supiese exactamente lo que estaba diciendo―. Éramos unos críos, pero Lucas siempre pareció maduro para su edad. Y cuando Lucas quiere algo, Ana, es casi probable que lo conseguirá. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora