Capítulo 21

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Capítulo 21

LUCAS

―¿Recuerdan esa vez en la que la profesora de Literatura se cayó de su asiento? ―dijo Ryan a lo cual todos se echaron a reír. La viva imagen de la escena apareció en mi cabeza y no pude detener la risa que se propagaba en mis labios. Negando con la cabeza, eché un rápido vistazo a Ana, quien parecía bastante interesada en su pedazo de pizza. La observé por unos segundos para luego seguir con la conversación.

―Oh, Ryan, no te rías ―masculló Bianca―. A la pobre le habrá quedado un moretón por una semana ―añadió rompiendo en una carcajada. Le sonreí y tomé un poco de mi soda.

Al rato, Daniel y Will empezaron a discutir para poner música. Fue mala idea dejarlos a cargo del reproductor de música, pero sentía que algo faltaba en el ambiente, y ambos eran la mejor opción en el tema. Will era más del techno, mientras que Daniel quería reproducir el último sencillo de su artista favorito de rap.

―Lucas, dile a Will que deje de lloriquear ―me dijo Daniel a lo cual me encogí de hombros, dejándolos solos en la sala de estar y volviendo a la cocina, donde Ryan y Bianca se encontraban en una conversación seria sobre si el jamón iba encima del queso o viceversa.

Ana y Cole hablaban en voz un poco más baja y se reían de algo en el teléfono de la rubia. Le eché un rápido vistazo a su sonrisa para luego volver la mirada a sus ojos. Me tomó desprevenido cuando la encontré haciendo lo mismo y me sonrió de lado.

―Lucas, ¿arriba o abajo? ―preguntó Ryan. Abrí los ojos y lo miré ladeando la cabeza.

―¿En qué sentido lo dices? ―pregunté curioso. Se echó a reír y Bianca parecía ponerse más rosa de lo normal.

―No lo escuches, es un idiota ―dijo Bianca, mirándome por un segundo y luego dándome la espalda para seguir discutiendo con Ryan.

Volví la mirada a Ana, quien ahora se encontraba sola. Cole parecía haberse ido a la sala de estar, ya que podía escuchar su voz desde la distancia. Mi pecho se encogió levemente al percibir que estaba un poco aburrida, o eso daba a entender su postura y el hecho de que no habíamos cruzado palabra en toda la noche. Apoyó su mano en su mejilla y siguió jugueteando con su teléfono hasta que se dio cuenta de que la observaba. Subió las cejas, pero no dijo nada. Me continuó mirando y no encontré palabras, ningún comentario o pregunta. Estaba mudo. Fruncí el ceño y miré el desorden que todos habían dejado en la mesada.

―¿Me ayudas? ―le pregunté en un hilo de voz, señalando el montón de servilletas, vasos y los cartones de las cajas de pizza.

―Claro ―respondió con una pequeña sonrisa, como si no tuviese otra cosa que hacer.

No quería hacerle limpiar ni nada por el estilo. Simplemente me parecía la mejor opción para sacarla de su aburrimiento y pudiésemos tener una conversación más elaborada.

Cada uno llevó un poco de la basura hacia la cocina y abrí el tacho de basura. Cuando nos deshicimos de la mayoría de la basura y empezamos a limpiar los vasos, decidí hablar.

―¿Te has divertido esta noche? ―pregunté sin pensarlo dos veces. Era ahora o nunca, pensé.

Se encogió de hombros mientras secaba un vaso de vidrio y lo dejaba en un estante―. Supongo que sí.

Fruncí el ceño―. ¿Cómo que lo supones?

―Supongo que me divertí. La pizza estaba deliciosa ―comentó mientras tomaba otro vaso más y repetía el procedimiento.

Parpadeé varias veces y seguí limpiando, como si pudiese dejar la conversación allí. Pero parecía que Ana no lo había dejado.

―Es que no me siento parte del grupo ―soltó. Cerré la canilla y la miré―. Ustedes tienen muchas cosas en común. Incluso Cole habló con ellos muchísimo más que yo. Él sabe tener conversaciones, ¿sabes? ―Volvió a encogerse de hombros―. No lo sé. Es una estupidez, no importa.

Tomé su muñeca y finalmente alzó la cabeza―. No es una estupidez, Ana. Y si puedes tener conversaciones. Conmigo haz tenido varias ―dije, añadiéndole una media sonrisa.

―Es mucho más fácil hablar por mensaje ―replicó.

―¿Quieres que simulemos hablar por nuestros teléfonos? ―sugerí mientras hacía mímica con mis manos, como si estuviese escribiendo en mi teléfono. Se mordió el labio intentando no reír y luego hizo un gesto con la mano.

―Ya déjalo, no tiene importancia.

―Sí que la tiene. A mí me importa.

Volvió a mirarme y negó con la cabeza.

―Eres un estúpido niño rico.

Ladeé la cabeza y puse cara de perrito mojado―. ¿Me sigues llamando así?

―¿Y cómo quieres que te llame? ¿idiota niño rico? ¿imbé―.

―Ya, ya entendí ―La interrumpí alzando las palmas de mis manos y rindiéndome ante ella, quien había soltado una carcajada y tildado la cabeza hacía arriba, lo cual me daba una mejor vista a su rostro y sus pecas―. Ahí está.

―¿Ahí está qué? ―preguntó frunciendo el ceño, pero con la risa todavía en ella.

Negué con la cabeza―. Nada.

Con una sonrisa la llevé de nuevo a la sala de estar, donde se sentó entre Cole y yo en el sofá, mientras Ryan y Will peleaban con el control remoto. La observé rápidamente y la sonrisa seguía en su rostro.

Sentía como si hubiese salido victorioso. Como si hubiese ganado un gran premio. Me mordí el labio y volví la vista hacia la televisión, pero podía sentir la presencia de Ana a mi lado, y aquella noche, cuando todos se habían ido, aún podía oler su perfume en la cocina, en los almohadones del sofá y en Polly. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora