Capítulo 35

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Capítulo 35

ANA

Cuando abrí los ojos la mañana siguiente, con los rayos del sol danzando en las ventanas y el leve murmullo de los pájaros en el balcón, no recordaba mucho de la noche pasada. Pero mientras restregaba mis ojos y me incorporaba en la cama, sonreí. Toqué mis labios al instante y sentí cómo mi estómago se encogía de la emoción.

Deslicé las piernas y me puse de pie, buscando mi teléfono con la mirada. Una vez que lo localicé, observé las pocas notificaciones que tenía. Uno de ellos era un mensaje de mi padre el cual respondí rápidamente, aunque dudaba tener internet. Fruncí el ceño: no, definitivamente tenían un router de wifi por aquí. Me conecté y terminé de escribirle mientras un leve golpe sonaba en la puerta de la habitación.

Alcé la cabeza al tiempo en que se abría lentamente, dejando ver a un Cole sonriente. Le sonreí a su vez y luego le eché un vistazo a lo que llevaba encima. Era una torta de cumpleaños. Solté una risa y corrí hacia él.

―Feliz cumpleaños, Anita mía ―me saludó con emoción. Dejó el pastel sobre la superficie de la cómoda que estaba a un costado de la puerta y me abrazó a penas tuvo los brazos libres. Le abracé el cuello y sentí cómo mis pies dejaban de sentir el suelo. Chillé de la risa y me bajó.

―Gracias Cole, pero ¿de dónde sacaste esto? ―pregunté señalando la torta e inspeccionándola. Era simple pero de chocolate con confites esparcidos por todos lados y con una vela sin prender que se encontraba en el centro.

―Oh, eso es un secreto, señorita ―respondió pero luego bajó la voz y posicionó una mano a un costado de su cara―. Tuve mucha ayuda, en realidad ―Y a continuación, me guiñó. Me mordí el labio conteniendo la sonrisa. Volvió a hablar con la voz normal y se cruzó de brazos―. Y bueno, ¿qué planea hacer la cumpleañera este día? Uno nunca cumple dieciocho años todos el tiempo. Es una ocasión especial. Un momento para compartir con tus seres queridos y―.

―¿Qué quieres hacer, Cole? ―pregunté divertida.

―Tenemos que brindar.

―¿Alcohol? ¿A las diez de la mañana? Claro, ¿por qué no? No hay nada más saludable y seguro para un par de adolescentes en un domingo. Me parece un plan estupendo ―dije con sarcasmo.

―Sabía que estarías de acuerdo, Anita querida.

Me eché a reír junto con él y luego me dijo que bajara en unos minutos para desayunar con él y Max. Cuando cerré la puerta, estuve cerca de tomar la torta y probar un poco, pero sacudí la cabeza, concentrándome en el plan. Miré la ropa que había traído y me decidí por un par de vaqueros claros y una camiseta de tirantes de lana azul. En vez de ponerme las sandalias como había hecho el día anterior, opté por las converse que llevaban años en mi armario. Una vez que terminé, bajé las escaleras, llevando el pastel conmigo.

Luego de recibir un saludo por parte de Max y otro abrazo de Cole, nos sentamos en la sala de estar con unas tazas de café y unas galletas. Estábamos mirando televisión por unos minutos cuando llegaron Ryan, Daniel y Will, con caras de haber dormido muy mal. Le sonreí a Ryan cuando tomó asiento a mi lado en el sofá.

―Es su cumpleaños ―dijo Cole, señalándome con un dedo. Ryan abrió los ojos, sorprendido.

―¿En serio? ―Cuando asentí, sonrió―. Feliz cumpleaños entonces.

Luego de hablar durante un rato sobre los planes del día, que eran bastante similares al día anterior ―lago, bote, piscina y tal vez una fogata antes de irnos―, la puerta principal se abrió, dejando entrar un brisa cálida. Alcé la cabeza para ver quién era, con el corazón a mil por hora y mis mirada buscando por doquier aquellos ojos café. Cuando los encontré, podía jurar sentir cómo mi pecho se encogía de la felicidad, del alivio.

Estaba sonriendo antes de que me diese cuenta. Lucas parecía haberse quedado petrificado en la puerta, sin saber qué hacer a continuación. Detrás de él venía Bianca, con una pequeña sonrisa en su rostro, tranquila. No era raro verlos juntos; al fin y al cabo, eran como mejores amigos y tendría que empezar acostumbrarme a ello, pero la mirada de Lucas me ponía la piel de gallina y no podía evitar pensar que algo andaba mal.

Ryan parecía haberme estado llamando todo ese tiempo, porque cuando bajé la mirada y la posicioné en mis manos, su tono de voz cambió. Le sonreí diciéndole que estaba bien, que podríamos ir a tomar un paseo juntos por las orillas del lago y que no quería quedarme dentro de la casa todo el día.

Le eché un par de miradas a Lucas antes de irme. Parecía mudo y serio, algo para nada característico de él. Tampoco se había acercado a mí para decirme feliz cumpleaños ―no era que estaba esperando que me hablara, pero parecía raro que no lo hiciese y más luego de lo que había pasado la noche anterior―.

Mientras recorría la playa con Ryan, mi mente divaga en los recuerdos de ayer, en cómo me había abrazado, en cómo me había dicho que no me iba a dejar caer, siempre y cuando estuviese con él. Pero algo me decía que todo era mentira, o que algo había pasado. No podía evitar pensar que había cambiado de opinión, lo cual era extraño. Se suponía que yo era la indecisa aquí, la que no sabía qué era exactamente lo que quería, la que tenía que pensar dos veces antes de tomar decisiones. No Lucas. Él siempre parecía saber lo que haría a continuación. Siempre un plan en mente. Siempre con la cabeza fría y las ideas en orden.

Tenía muchas ganas de saber qué le pasaba, porqué estaba actuando de esa forma, porque cuando almorzamos todos en el comedor, ni siquiera me había mirado. Ni una palabra. Nada. Absolutamente nada. Lo único que hacía ruido eran los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos y la idea de que, al fin y al cabo, era insuficiente hasta para la persona más amable que había conocido. ¿Era este el verdadero Lucas? 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora