Capítulo 55

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Capítulo 55

LUCAS

Mi madre parecía ver un cambio en mí. Lo noté en su pequeña sonrisa el domingo por la mañana cuando me senté con ella para desayunar. Nunca lo hacía. Nunca pensaba en siquiera hacerlo, ya sea porque ella solía estar ocupada a todas horas o simplemente porque no se me ocurría por la cabeza.

Pero últimamente me sentía más animado y ella podía notarlo. Los primeros días no me preguntó nada. Ni qué hacía, a quién veía por las tardes, a quién le mandaba mensajes a todas horas, o porqué había pasado toda la noche anterior hablando por teléfono con una chica nerviosa por el concurso de aquel día.

Tampoco me parecía el tiempo adecuado para presentarla. Ana estaba demasiado estresada últimamente y mi misión principal era calmarla, a pesar de que era bastante difícil considerando que estaba obsesionada con una de sus pinturas que presentó. Y por alguna razón no me había mostrado ninguna fotografía o borrador. Me dijo que capaz la mataría por lo que había hecho. Y aquello sólo había hecho ampliar mi curiosidad.

Pero tal como dije anteriormente, me mantuve calmado a su lado para poder transmitirle algún tipo de paz a aquella inquietante cabeza suya.

Reprimí una sonrisa mientras tomaba un sorbo de mi café. Observé por la ventana aquel espléndido día y pensé en la posibilidad de que Ana ganase el concurso.

No pude evitar sentirme un egoísta al pensar que no quería que lo hiciese. Por más que la quería demasiado para que siguiese sus sueños, aquella universidad quedaba lejos. Sería imposible intentar mantener una relación a una distancia como aquellas y no sabía si sería capaz de estar alejado de ella por tantos meses hasta las vacaciones y algún que otro fin de semana.

Sin embargo, parte de la culpa era mía por no decidirme qué hacer en el futuro y simplemente hacer lo que mi madre quería. Pero vamos, ¿qué otra opción tenía? Aquello era mejor que nada. Mejor que estar varado en el pueblo sin nada ni nadie.

―Tu padre llamó ―soltó mi madre, rompiendo con mi hilo de pensamientos y obligándome a alzar la vista a ella.

Fruncí el ceño―. ¿Qué quiere?

Hizo una mueca con la boca―. Quería saber qué estudiarás en la universidad.

Reí con sarcasmo y negué con la cabeza.

―Lo único que le interesa es lo que las personas pensarán de él cuando vean que su hijo es un fracasado ―admití, sin sacar la mirada del café en mi taza. Sentí la mano de mi madre en mi hombro por un segundo hasta que la bajó.

―No eres un fracasado, Lucas. Nunca lo has sido.

―¿No? Entonces dime porqué me siento de esa forma.

Sus ojos parecían preocupados cuando le eché una mirada de reojo. Apreté la mandíbula, esperando su respuesta. Pero lo que dijo a continuación me tomó de sorpresa.

―La madre de Gabriel vino a verme.

Abrí los ojos―. ¿Qué? ―Sacudí la cabeza, sin poder entender―. No entiendo, ¿cómo la conoces?

Tomó aire―. Me contó lo que ocurrió con Gabriel cuando ustedes eran niños. Luego de eso nos sentamos a hablar más seriamente y me habló lo que pasó después. Se mudaron aquí porque ella tenía una hermana. No tenían ni idea que yo vivía aquí y que tú te habías venido conmigo hace poco. Me dijo que Gabriel le contó la discusión que ustedes tuvieron.

No dije nada. No sabía que decir.

―¿Sabes? Ella estaba feliz de que se habían reencontrado. Me dijo que Gabriel la ha pasado muy mal desde entonces, que no había tenido otra amistad como la que tuvo contigo.

Alcé la mirada, sin creerme lo que estaba oyendo. Fruncí el ceño, confundido.

―Pero Gabriel me dijo que me largara y que no lo volviese a buscar más. Parecía bastante bien con aquellas personas. Dudo bastante que se haya arrepentido de ser mi amigo ―expliqué dolido recordando nuestra pelea.

―Pues yo creo otra cosa ―dijo mi madre, alzando levemente la voz―. Yo creo que tienes que ir a hablar con él. Una vez más. Ahora que sabe que estás aquí y que ambos la han estado pasando mal, tal vez puedan volver a ser amigos.

―No me digas que le contaste sobre el desmayo... ―murmuré pasando una mano sobre mi rostro.

Mi madre se mordió el labio, como hacía cuando cometía un error, lo cual no pasaba muchas veces.

­―Se me habrá escapado, tal vez...

Cerré los ojos y tomé aire con fuerza. Luego bebí un sorbo de mi café.

―¿Sabes qué? No importa. Ya ha pasado. Lo de Gabriel también. Ya no importa.

Mi madre me miró confundida―. ¿Estás seguro, hijo?

No, no lo estaba.

―Sí.

Me puse en pie y me dirigí a mi habitación para arreglarme, no sin antes dirigirle una pequeña sonrisa a mi madre para decirle que estaba bien. Asintió con la cabeza y continuó leyendo el periódico.

Polly me acompañó hasta que cerré la puerta y la dejé que se sentara a un lado de mi cama. Me observó dejando ver su lengua, respirando con anormalidad como hacían los perros cuando querían jugar. Negué con la cabeza, con una sonrisa.

―Ahora no puedo. Tengo que vestirme para ver a Ana en el concurso.

Ladró y me reí. Le acaricié el pelaje y luego me dejé caer en la cama. Tomé mi teléfono para ver si me había enviado algún mensaje. Solo había uno de Cole que me decía que él y Max iban a encontrarme en la puerta principal del sitio donde se hacía el evento. También me dijo que me vistiera con algo un poco formal, que muchas personas importantes iban a estar allí.

Entré en el chat de Ana y observé su fotografía de perfil durante un rato hasta que al fin le envié un mensaje.

Buen día, preciosa.

Y con una sonrisa me puse en pie, abrí el armario y observé con detenimiento mis suéters y pantalones de vestir. Opté por uno suave de color bordo oscuro y unos vaqueros negros, con unos zapatos. Me observé en el espejo, totalmente inseguro con mi apariencia, en especial porque era uno de los días más importantes de la chica que me gustaba.

De la que estaba enamorado.

Pasé la mano por las mangas del suéter, pensando. Luego negué con la cabeza, sonriendo como un completo idiota. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora