Capítulo 53

162 15 8
                                    

Capítulo 53

LUCAS

Ana se bajó del compartimiento y luego de unos segundos hice lo mismo. Ella caminó hacia un lado, con la cabeza baja y abrazándose a sí misma, y yo me dirigí hacia el estacionamiento, pensando en que quería largarme de allí lo más pronto posible.

Me mordí el labio con fuerza, sin poder creer todo lo que le había dicho. Todo lo que había confesado. Jamás le había hablado a nadie sobre las cosas que ocurrían dentro de mi cabeza, y a pesar de que lo hice para alejarla, aquel peso de mis hombros disminuyó levemente.

Abrí la boca para tomar aire fresco. Divisé el auto rápidamente, toqué el botón para sacar el seguro y me subí, pero antes de que cerrase la puerta, alguien abrió la el copiloto.

―Eres un idiota ―dijo Ana, con lágrimas en las mejillas.

ANA

―¿Te crees que te voy a dejar ir? ―pregunté.

Lucas me miraba con los ojos como platos, sorprendido al verme entrar en su auto. Cerré la puerta y prendí la luz del techo del vehículo. Observé su hermoso rostro, dolido, pero levemente iluminado por el hecho de que había vuelto por él.

―Ana... ―empezó, pero antes de que pudiese decir algo, me acerqué a él, le tomé el rostro con ambas manos y lo besé.

Lo besé, lo besé y lo besé un poco más. Mi pecho dolía, mis manos temblaban, mi respiración se volvió entrecortada rápidamente. Sentía más lágrimas caer por mis mejillas, pero las dejé. No las toqué.

Me separé un poco de Lucas y al ver mi rostro, frunció el ceño y pasó un pulgar por mis mejillas, secándolas.

Lo abracé. Sentí su cabeza refugiarse en mi hombro, en mi cabello y sus manos tomando mi espalda con fuerza. Me subí a su regazo para poder estar más cerca de él y podía jurar escuchar su corazón retumbar junto al mío.

―Me gustas, Lucas. Muchísimo. Y si crees que por un segundo que te voy a dejar ir, estás equivocado. Mi único sueño ahora es estar a tu lado y no me importa que sea difícil, estaré allí, ¿me escuchas? ―susurré en su oído, acariciando su suave cabello―. ¿Y sabes algo? Yo también te necesito. También eres todas esas cosas y mucho más.

Me alejé de él para observar su rostro otra vez. Nunca me cansaría de mirarlo, ni en mil años.

Nos quedamos en silencio hasta que una sonrisa apareció en él. Fruncí el ceño. Se empezó a reír entonces.

―¿Qué ocurre? ―pregunté insegura.

―Tienes máscara de pestañas por toda la cara.

Abrí los ojos sorprendida y solté un leve chillido, lo cual fue respondido con otra carcajada de Lucas. Me mordí el labio, la vergüenza creciendo y esparciéndose en mi rostro, volviéndolo rosado.

Lucas sonrió cálidamente y besó mis mejillas, seguro donde estaba el sonrojo.

―Eres preciosa ―dijo sobre mi mejilla, la cual se volvió más roja aún. Soltó otra carcajada y me atrajo hacia él en un abrazo. Apoyé mi cabeza en su hombro y lo golpeé levemente con la mano.

―Eres un idiota ―solté.

―¿Cuántas veces me dirás eso? ―preguntó sobre mi cabello y sentí su cálido aliento en mi nuca, lo cual me hizo sonreír.

―Las veces que sean necesarias, niño rico.

―Oh, no. No otra vez con lo de "niño rico". Pensé que ya habíamos superado esa etapa.

―Jamás, niño rico.

―¿Puedo al menos subir de nivel? ¿"Chico rico", o "joven rico"?

―Mmm, no ―respondí―. Sigues siendo un niño hasta tu cumpleaños ―Hice una pausa―. Por cierto, ¿cuándo es?

―El 15 de julio, preciosa.

―No me llames así ―repliqué, sintiéndo mis mejillas arder.

―¿Por qué no, preciosa?

―Porque no ―respondí sobre su hombro.

―Hagamos un trato. Tú me dejas de decir "niño rico" y yo te dejo de decir "preciosa".

―Denegado.

―Oh vamos ―dijo y se movió para ver mi rostro otra vez. Sonrió y yo sonreí a su vez―. ¿Sabes qué? No quiero dejar de decirte preciosa. De ahora en más ese será tu nombre.

Me dio un beso tierno en los labios y luego me alejó de nuevo.

―Será mejor que nos separemos antes de que alguien nos vea en esta... posición.

Abrí los ojos, dándome cuenta de que seguía en su regazo. Solté un grito y me volví rápidamente a mi asiento, con el corazón a mil y escuchando las risas de Lucas.

―Tranquila, ya llegaremos a eso.

―¡Lucas! ―exclamé, tapándome el rostro.

Encendió el auto y me miró de reojo una vez más, con una sonrisa de lado. Solté aire, sin saber si reírme o pretender que estaba enojada o avergonzada con sus comentarios. Opté por quedarme callada.

Empezó a conducir, y el silenció reinaba una vez más entre nosotros.

―¿Estarás bien? ―pregunté. Sabía que era muy pronto para iniciar aquella conversación otra vez, pero necesitaba escucharlo. Observé su rostro mientras miraba la carretera.

―Creo que sí ―admitió y luego me echó un rápido vistazo―. Contigo a mi lado, es posible. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora