Capítulo 46

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Capítulo 46

ANA

―Entonces Max me dice que paga él, pero no sabe que su billetera se había quedado en el asiento detrás del auto ―explicaba Cole―, pero claro, ¿cómo íbamos a buscarla si no sabíamos donde estábamos barados? ¡Y la señora del restaurante no nos dejó hacer una llamada si no pagábamos! Te juro que jamás me había reído tanto en toda mi vida. Ojalá hubieses estado ahí... ¿Ana? ¡Tierra llamando a Ana!

Parpadeé varias veces, volviendo a la realidad. Cole y yo estábamos sentados en las sillas de la cafetería de la escuela. Aún faltaban pocas horas para que nos vayaramos a casa (bueno, nosotros a trabajar) y mi mente parecía estar en cualquier otro sitio. Me disculpé con él e intenté evadir sus preguntas sobre qué me estaba pasando últimamente. Le expliqué que ayer había entregado la carpeta para el concurso.

―¡Esa es mi chica! ¡Sabía que lo harías! ―Se arrojó hacia mí y me dio un fuerte abrazo y me zarandeó de un lado a otro, como si fuese un trapo. Una sonrisa se instaló en mi rostro al instante. Cole era el mejor dando abrazos.

Lo rodeé con mis brazos y apoyé mi cabeza en su hombro, largando un suspiro.

No sabía si estaba preocupada, o feliz, aliviada, o cualquier otra cosa. Mi cabeza era un completo desorden y no sabía qué emoción prescindía de otra. Cole me acarició el cabello en movimientos suaves y lentos, como si supiese exactamente lo que estaba atravesando.

―Todo saldrá bien, te lo prometo ―Me dijo al oído. Asentí contra su hombro.

Esperaba que tuviese razón, aunque no quería descartar los otros posibles desenlaces.

Y por más que quisiera enterrar aquella parte estúpida de mi mente que me hacía hacer cosas sin pensarlas dos veces, no podía evitar desear hablar con Lucas. Mis manos morían por tomar el teléfono y enviarle un mensaje, un "hola", lo que sea. Quería saber qué estaba haciendo, qué planes tenía para la universidad, qué pensaba hacer en las vacaciones. Quería saber si pensaba en mí. Quería saber si aquellas palabras que me había dicho eran ciertas o puro cuento. Deseaba con mis mayores fuerzas que todo aquello que habíamos dicho y hecho era exactamente lo que habíamos querido en su momento.

Por las noches era fácil recordar sus manos en mi espalda, mientras me atraía hacia él en el agua. Cómo me subió a él, posicionando sus brazos por debajo de mis piernas, mientras que nuestros labios no se separaban ni una sola vez.

Aquello no podía haber sido toda una mentira. Simplemente, me negaba a creerlo.

Me separé de Cole y lo miré seriamente. Frunció el ceño.

―¿Qué ocurre? ―preguntó.

―Necesito tu ayuda.

Subió las cejas, con sorpresa. Luego de estudiar mi gesto, la forma en que le había respondido con determinación, negó con la cabeza.

―Si tiene que ver con lo que creo que tiene que ver... no.

Ahora fui yo la que frunció el ceño―. ¿Qué?

―Ana, tienes que dejar el tema. Olvídate de él. Mira lo que ha hecho ―Señaló en mi dirección―. Por culpa de él, estás viviendo tus últimos días de secundaria como una miserable. Dos semanas enteras detrás de ti, cuidándote, ¿para que le hables otra vez? No. No lo voy a permitir.

―Cole, no lo entiendes. Sé que estaba mintiendo cuando me dijo todo aquello. Tiene que ser una mentira. No puedo simplemente quedarme con esta parte de la historia: necesito saber la verdad.

―¿Y romperte el corazón otra vez? ¿Te estás escuchando?

―Sí. Sí llego a romperme el corazón una vez más, será mi culpa, al menos esta vez ―Hice una pausa―. Pero, ¿y si no es así, Cole? ¿Y si tengo razón y hay algo más detrás de todo esto?

―Ana, no me gusta nada esto. Se supone que ya estabas progresando y pensando en tu futuro. ¡Ayer mismo entregaste la carpeta! Ya has pasado de página.

―No creo que pueda pasar de página sin saber la verdad, Cole. Y si corro el riesgo de herirme otra vez, ¿qué más da? Tú mismo me has dicho que la vida es una, ¿no?

―¡Sí, pero el corazón también es uno!

―O me ayudas o me dejas sola en esto. Tú eliges ―Me crucé de brazos―. Sea lo que sea que escoges, hablaré con él.

―¿Y si se niega a hablarte, a responder tus preguntas?

―Pues entonces pensaré en otro plan.

Cole me sorprendió sonriendo de lado―. Tú no te rindes nunca, ¿no?

Solté una risa―. Jamás.

Suspiró―. Está bien, te ayudaré. Me tienes a tu disposición, Ana Bates.

Asentí con la cabeza, satisfecha.

―Ah y ¿Cole?

Ladeó la cabeza, esperando―. ¿Sí?

―Hay algo que debo decirte ―Hice una pausa―. Envié otro retrato al concurso.

Soltó una carcajada―. Ya me estabas asustando. ¿Y? ¿No se supone que tenías que hacer eso? O déjame adivinar, era un retrato que no terminaste y lo enviaste por equivocación.

―Es de Lucas ―lo interrumpí. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora