17/03/20

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Cada vez que miro la inmensidad de las montañas, sus majestuosos bosques y la infinidad de su paisajes, me dan ganas de respirar su aire gélido y sentir ese frío intenso calándose en mis huesos, deseo levantar la mirada y encontrarme con un lecho de hojas susurrantes al viento sobre mi cabeza, anhelo encontrarme en un pico y llenarme la mirada de un perezoso amanecer y un vívido atardecer.

Cada vez que miro sus fotos me imagino la vida en sus tierras. La lejanía de los humanos, el silencio natural que me rodea, el pasar lento del tiempo, el ser indiferente a lo que pase en el mundo...

Ese es en realidad mi paraíso.

Cada vez que contemplo su vista me siento llamada a regresar, a volver y entonces cada una de esas veces me imagino a la perfección el sonido nítido de las gotas de lluvia sobre las hojas, un sol cálido y no abrazador sobre mi espalda, la pesadez de mis pasos y los ligeros de otros, oigo la música del bosque, el pasar del tiempo. Y entonces me descubro a mi misma abriendo los ojos como el oso que siempre fui.

Pensamientos desbordadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora