16/11/18

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Hoy era el último día que voy a ver a mis compañeros por un largo tiempo, con algunos de ellos me lleva a bien, con otros tan solo hablaba de vez en cuando y unos pocos llegaron a ser mis amigos. Vi a muchas personas con los ojos rojos, supuse que habían llorado, aunque no le veía razón. Luego de un tiempo comprendí que algunos de ellos no iban a volver, otros habían perdido el año, unos simplemente eran muy sentimentales y otros por fin se habían graduado, todos tenían una sonrisa, una lágrima, o al menos una expresión, pero yo realmente no sentía nada.

Entonces me pregunté por qué pasaba eso, debí haberme apartado demasiado de los demás durante el año fue mi conclusión, sin embargo, no me sentía particularmente aislada, menos sola. Aún así no pude evitar pensar que sería agradable despedirme de alguien así.

No ocurrió nada especial el resto del día.

Cuando llegué, como todos los años, tenía que ordenar lo que había acumulado durante el año. Por ello me puse manos a la obra para acabar rápidamente. Tenía que guardar todo en alguna parte, por eso me puse a mirar cosas que había conservado los años pasados.

Poco a poco, a medida que encontraba las cosas que aún conservaba fui recordando por que las tenía aún, me di cuenta que si no las había botado era porque pensaba que eran un pedazo importante de mi, eran cosas que me gustaba hacer de niña, que me gustaban mirar y coleccionar.

Inesperadamente aún me gustan. A pesar de todo lo que he cambiado, de lo que he pasado, de lo que he crecido, a pesar de todo aún no me he perdido. Con todo lo que ha pasado en mi país recientemente, con mis problemas, con como me sentía con otros, llegué a pensar que mi personalidad se había muerto, que ahora estaba vacía y que había perdido lo que me diferenciaba de un aburrido oficinista. Al final resultó que sigo siendo la misma niña de seis años, me enamoran los colores, me gusta ayudar, me gustan las cosas en que me esfuerzo, y aunque ya no sonría naturalmente como lo hacía antes me sigue gustando que los demás sonrían.

Soy feliz, aún no me he perdido en una sociedad que quiere matar al niño de las personas. A pesar de todo no me he perdido. Mis sueños, mis recuerdos, mi yo del pasado, todo eso me llena de calidez y de sentimientos que creía muertos.

Hace mucho no sentía ese motor. Pensé que ahora estaba siendo empujada por los mismos motores que los adultos y eso me hacía sentir indiferente.

Recuerdo a mamá regresar de un largo viaje, y toda la familia recibiéndola. Cuando me da mi recuerdo, me alegré mucho la besé y le di un abrazo.

Ahora siento esa calidez en mi cuerpo, y me siento feliz.

Solo me arrepiento de una cosa y es el haber perdido mi sonrisa.

Pensamientos desbordadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora