20/04/23

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Alzó la mirada. Había olvidado cargar el celular el día de ayer y justo acababa de apagarse.

Miró el semáforo esperando que cambiara de color para poder llegar a la estación de transmilenio y tomar rápidamente el bus que le llevaría al trabajo. El semáforo parecía eterno. Una ráfaga de viento frío golpeó sus mejillas y congeló su nariz.

El sol apenas se asomaba pintando ligeramente de blanco la silueta de los carros y de los cerros orientales. Buscando el prado del otro lado de la avenida, encontró que detrás de las rejas negras de siempre, se extendía el mar. Pronto se dio cuenta de que las montañas habían sido reemplazadas por unas completamente diferentes.

Podría haberse hecho miles de preguntas, sin embargo el cansancio no le dejó pensar, solo pudo quedarse mirando ese paisaje desconocido en su Bogotá de siempre. Buscó instintivamente su celular para tomar una foto y subirla a su muro, pero estaba descargado.

Observó su entorno ¿Cómo Las demás personas que esperaban el semáforo no se habían dado cuenta de ese cambio repentino? Estaban mirando su celular y los que no, no veían más allá del semáforo .  Extraño, hasta el sonido y el olor habían cambiado, pero todos estaban en su propio mundo. ¿Se habrían dado cuenta del cambio los residentes de ese extraño monasterio en el monte?

Sin dar tiempo para pensar más en ello el semáforo cambió de color. El bus que le servía justo pasó y corrió para alcanzarlo.

Pensamientos desbordadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora