Capitulo 1- Narra Francisco.

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Me toca comenzar hablando a mi. Es extraño porque no soy el primero nunca, para nada. Suelo ser el amigo que siempre está en el medio, pero pensándolo bien me doy cuenta de la verdad. Esta historia comienza conmigo.

Recuerdo muy bien la semana en que conocí a Lionel. Yo tenía 5 años, y a pesar de que a esa edad podes olvidarte de todo y confundís la realidad con la fantasía, jamás podría olvidar el miedo que se veía en la cara de quien sería mi capitán en esta vida.

Nos habíamos cambiado de casa por tercera vez ese año y papa casi me juro que nos quedaríamos en la pequeña casa de Temperley. Su trabajo en el taller mecánico parecía ir mas estable, mama había conseguido un trabajo limpiando la casa de un abogado y Mi hermano mas chico Manu todavía ni existía. a mi me faltaba 1 año para  ir a la escuela, y al no haber ido al jardín y al haberme mudado tantas veces, no tenía amigos, así que siempre estaba solo y solía literalmente hablarle a la pared de lo triste que estaba. A veces las escribía y mi mama se enojaba pero por más que me diera papel, a mi me gustaba apoyar los lápices y los crayones en la pared. Me gustaba mucho el de color verde porque me recordaba al pasto que había en la plaza la única vez que mi papa no estuvo tan ocupado y me pudo llevar. Siempre estaban tan ocupados que la chica que me cuidaba pasaba más tiempo conmigo que ellos. Carmen tenía entonces 20 y no estudiaba ni nada, así que se dedicaba a sentarse en el sillón de casa y preguntarme sobre los colores, animales y muchas cosas que debería aprender en el jardín. ¡Que pesada era! Lo bueno es que ella siempre me sacaba de la casa un rato, aunque sea a la vereda y yo podía jugar a la pelota que era algo que me gustaba mucho. Cuando nos mudamos al principio no quiso salir pero al tercer día, cuando conoció más el barrio, me dejo salir con la pelota.

Bueno que decir del barrio. Era tranquilo, a tal punto que aburría. En la cuadra donde vivíamos había muchas casas de ancianos. Lo sé, no porque los haya visto salir, sino porque solían mirar con recelo por entre las cortinas hacia afuera hacia la casa al lado de la mía y a la de la esquina. Y a mi también para que mentir. Creo que éramos las casas más nuevas y no les caía bien la gente joven. Asociaban la juventud con la delincuencia. Se puede decir que eran algo paranoicos. Después estaban los de la casa de la esquina, los López. Siempre veía al hijo mayor que tendría como 11 u 10 años y salía de la casa y se iba lejos con sus amigos y nunca lo veía volver. Tiempo después supe que no lo veía volver porque hasta la noche no volvía. Después estaba Juan Cruz que tenia 6 y su hermano que tenia 3, pero a pesar de que podría jugar con ellos yo no me acercaba porque Vivian en la otra esquina y me daba vergüenza ir y preguntarles si querían jugar. Vivian con su papa solamente y desde el primer día que lo vi me dio miedo. Era tan serio que espantaba, y su bigote me parecía feo. Y por ultimo estaba la casa de al lado, en la que nunca veía a nadie salir salvo un hombre alto, de ojos oscuros que al igual que el señor López, me hacía temblar: El señor Rodriguez. Nos dividía un pequeño paredón, que en aquel momento y para mi altura, parecía gigante, pero años después saltaría con facilidad para visitar a mi amigo.

En fin, como les estaba contando, agarre la pelota y salí a la vereda y al poco pasto que había delante de casa a golpear con la pelota a todo lo que se me cruzaba porque la verdad es que no tenia coordinación alguna. Creo que me duro poco porque no pasaron 5 minutos cuando la pelota cayo en la casa de al lado. Como a cualquiera le pudo haber pasado, me sentí como un tonto y comencé a planear el rescate del balón desde mi mente infantil. Podía traer la escalera y saltar al otro lado, pero después no tendría como volver. Podía trepar, pero sería casi lo mismo. Y obvio había descartado la idea de pedírsela al vecino ya que me daba miedo. Cuando estaba a punto de llamar a Carmen y ya sentía que me picaban las lagrimas por salir, la pelota salto sola y cayó atrás de mi. ¡Vuela sola! Fue lo primero que pensé, pero descartando esa idea tonta se me ocurrió pensar que tal vez alguien la había tirado del otro lado y entonces ocurrió:

-¿Y mi gracias?- dijo una voz de niño del otro lado. Sonaba como si fuera muy chiquito, y lo era, era una mosca de tamaño cuando lo conocí y termino siendo una cabeza más alto que yo.

-Gggracias- dije algo extraño. ¿Me estaba pidiendo que le agradeciera? Me sentí un mal educado, o mal aprendido como diría  mi tía Ana.

-De nada- Y silencio. No dijo más nada y se escucho una puerta cerrarse. Había un chico, uno de mi edad tal vez en la casa del señor Rodriguez y me devolvió la pelota. Era todo un hallazgo y me entro tanta emoción hablar con el que fui directo a contarle a Carmen. Ella me miro extrañada de mi alegría y me dijo que me quedara adentro y dejara de molestar a los vecinos con la pelota. Estaba tan feliz que ni proteste y pensé en que tal vez podría ir a buscarlo al otro día para jugar juntos, aunque la verdad que no me animaba y cuando recordé al señor Rodriguez mucho menos. Pero  el destino es tan extraño que esa misma noche me presento al chico. 

La Historia que nunca ocurrióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora