Narra Juan Cruz

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-¿Cuándo va a volver mama?- dijo Pablo mientras yo lo tapaba en la cama

-Pronto- dije agotado. Había sido un día muy duro. Solo quería acostarme y mi hermano no dejaba de hacerme preguntas.

-¿Pronto cuando?

-No lo sé.

Pablo me miraba con tristeza y luego de un rato se dormía. Lo hacía cada noche desde que mama se fue. Me senté en mi cama algo agotado mientras escuchaba las risas en el comedor.

Los sábados eran noches de reunión. Mi padre y sus amigos se reunían a tomar cerveza y apostar. A veces traían otras cosas. Polvo blanco. Un amigo de mi padre lo repartía por la mesa y hacia algo con una bombilla. En ese entonces me pareció muy incomodo, claro, pero ni siquiera sabía que hacía. Además fumaban, ponían música y molestaban a los vecinos. Estos a veces llamaban a la policía, pero en cuanto estos venían simplemente se unían a tomar algo. Los amigos de mi padre eran amigos de la policía porque les prestaban plata, yo lo veía todo el tiempo. Eran muy caritativos. 

A veces deseaba que el ruido parara. Me cubría la cabeza con la almohada y me levantaba solo para mirar que nadie hubiera despertado a Pablo. El dormía tan profundo que no se enteraba lo que pasaba en casa. Nunca deje que se enterara. 

A lo largo de mi infancia no la pase muy bien. Pasaron años y mi madre no volvía. Papa se había vuelto adicto al alcohol y eran pocos los días en que no estaba borracho tirado en su cama. Era terrible, pero no podía hacer nada por ello. Lo único que podía hacer es asegurarme de que Pablo estuviera bien. Y para ello alguien debía hacerse cargo de la casa, así que me puse manos a la obra. Cada día me ponía a cocinar. Lo cierto es que no sabía cómo y a menudo terminaba haciendo fideos crudos para los tres. Le llevaba la comida a mi papa y se la dejaba en la mesa de luz. El la comía cuando se despertaba y dejaba el plato vació que después yo iba a buscar.

Un día, cuando llego de trabajar temprano, se sentó en el sillón furioso y abrió una botella. Yo estaba limpiando los platos en la cocina.

-¡Juan Cruz! ¿Dónde está el control del televisor?

-Junto al teléfono- dije mientras miraba la hora en el reloj de pared -¿Saliste temprano?

-Me despidieron

Solté el plato que tenía en las manos y este cayó en el agua salpicándome -¿Qué? ¿Por qué?

-Por llegar tarde. 

Ah. Su visita al bar antes de ir al trabajo lo retraso. Genial.

-¿Y cómo vamos a comer mañana?

-Ya se me ocurrirá algo. Por ahora hace de comer para ustedes.

Fruncí el seño pero no dije absolutamente nada más. Cuando estaba borracho no lo reconocía.

Durante el siguiente sábado durante la reunión semanal mi papa me llamo. Normalmente me quedaba en mi cuarto aunque a veces salía porque había que ir si o si por ahí si quería ir al baño. 

Salí de mi cuarto y fui por el pasillo hasta el comedor. Me detuve casi en la puerta al escuchar una conversación.

-Tú sabes lo que le hacemos a la gente que no nos paga los préstamos. Deberías saber que sin trabajo no podrás pagarnos. Nuestra amistad vale más que tus piernas.

-¿Y si trabajara para ti? Podría hacer repartos. Ya sabes, de eso.

-¿A tu edad? Es un riesgo. No podrías correr rápido si algo ocurriera. De verdad, no creo que podamos ayudarte esta vez.

No quería interrumpir pero preferí pasar antes que hacer esperar a mi padre. En cuanto entre salude a todos agachando la cabeza y sonriendo. Como si todo estuviera bien.

-Que grande estas chico- dijo uno de los tipos. Se llamaba Sebastian

-Gracias.

-Juan Cruz, hijo, hazme el favor y trae de la heladera las botellas.

¿Me había llamado para que haga de mucamo? Ah genial. Me fui refunfuñando hasta la cocina y saque las botellas bien frías. Con cuidado las lleve hacia el comedor y les alcance el abrebotellas.

-Muchas gracias niño- dijo Sebastian dándome una moneda -Ten cómprate unos caramelos.

-Gracias, se la daré a Pablo.

Sebastian me examino cuidadosamente. Era como si buscara algo en mi cuerpo. Por un momento me dio una extraña sensación. Mire a mi padre confundido y el no demostraba ni siquiera una emoción. Era como si estuviera sobrio. 

-Dime Juan ¿Que tanto quieres a tu padre y tu hermano?

-Mucho señor- y era cierto. Haría lo que fuera por ellos.

-Bueno, ahora que tu papa no tiene trabajo alguien tiene que traer algo de dinero a casa ¿Te gustaría ser tu?

Mire a mi padre algo confundido pero él no me dijo nada. Le vi agachar la cabeza, como si fuera culpable de algo. Volví a mirar a Sebastian me sonreía amigablemente

-¿Y como que tendría yo que hacer?

La Historia que nunca ocurrióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora