El bronceado y bello rostro de Jade se iluminó con fría y dura satisfacción. Había sospechado que la huida de Perrie no era más que un gesto vacío. Se alegraba de no haberle enviado flores, pues los gestos reconciliadores no encajaban en su estilo.
—Así es. Puede ir al aeropuerto conmigo.—
Su asistente no pudo ocultar su sorpresa. Jade nunca veía a nadie que no estuviera citado, y las mujeres de su vida sabían que no les convenía interrumpir su jornada de trabajo. Jade, con una agradable sensación de excitación sexual, entró en el ascensor privado que la llevaría al aparcamiento.
Con la resplandeciente cabeza muy erguida, y brillantes ojos marrones, Perrie cruzó la puerta que acababan de abrirle. Su corazón latía con fuerza. Suponiendo que iba a tener una reunión privada con Jade, la desconcertó verla en el pasillo con más hombres. Alta, fuerte y bronceada, dominaba el grupo no sólo en el sentido físico y sensual, sino también con su aura de mujer poderosa.
Perrie se vio obligada a contener su malhumor, no pensaba decirle a Jade Thirlwall lo que pensaba de ella ante tanta gente. El esfuerzo hizo que se sintiera como una olla a presión a punto de estallar. Descubrir que ese rostro de planos duros y aristas seguía provocando una corriente eléctrica en todo su ser no hizo desaparecer su enfado. Con inescrutables ojos celestes, le indicó que entrara al ascensor. Ella rechinó los dientes, etiquetándola como la aristócrata de los buenos modales. No la impresionaba en absoluto el superficial despliegue.
—Supongo que pretendes sacarme de aquí con el menor ruido posible —condenó Perrie con ardor. Jade seguía absorta estudiando su bellísimo rostro y la elegante y esbelta perfección de su cuerpo. Sus acompañantes la habían admirado como un montón de colegiales boquiabiertos. Impresionante, teniendo en cuenta que no llevaba maquillaje ni ropa de diseño.
—No, voy de camino al aeropuerto. Puedes hacerme compañía en el trayecto.—
—No pierdas el tiempo desplegando tus encantos. ¡Apenas soporto estar tan cerca de ti en este ascensor!— siseó Perrie con la rapidez de una bala—. Te quejaste de mí y me han despedido. Sólo estoy aquí para decirte lo que opino de tu despreciable comportamiento...—
—Yo no me he quejado —dijo ella. Las puertas del ascensor se abrieron en el aparcamiento.
—Alguien lo hizo. Pero no he estropeado tu juego de ajedrez y siempre he cumplido con mi trabajo...—
—Es posible que hayan interpretado las preguntas realizadas por mi equipo de seguridad como una queja— concedió Jade, saliendo del ascensor—. Dada la temporalidad de tu contrato, es posible que tu empresa haya decidido que lo mejor sería prescindir de tus servicios.— Perrie, apresurándose para seguirla, no supo si creer esa interpretación o no.
—Si ése es el caso, deberías actuar con justicia y solucionarlo.—
Pero Jade lo veía de otra manera. Le gustaba que no fuera a seguir limpiando el edificio Maximus. Si iba a relacionarse con ella, en cualquier sentido, no podía dedicarse a un trabajo de tan poco nivel.
—Te buscaré algo más apropiado...—
—¡No quiero que me busques nada! —exclamó Perrie, anonadada por su respuesta—. No estoy pidiendo favores, sólo que me traten con justicia.—
—Lo discutiremos en la limusina —canturreó Jade.
Desconcertada por esa propuesta, Perrie por fin miró a su alrededor. Un chofer uniformado sujetaba abierta la puerta de atrás de una enorme y reluciente limusina, mientras varios hombres con aspecto de guardaespaldas formaban un círculo protector. Extremadamente incómoda, se sintió fuera de lugar. Pero si subía al coche podría continuar con la conversación. Lo hizo y procuró no mirar boquiabierta el opulento interior de cuero y la elegante consola con diversos dispositivos de trabajo y entrenamiento.
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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓
FanfictionSería su esposa y la madre de su hijo... pero nunca tendría su amor.