Capítulo 34: Visita al pasado

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Al día siguiente al salir a la piscina, Perrie se preguntó si habría escalones en uno de los extremos, para poder sentarse en el agua. Tenía calor y la idea de refrescarse era muy tentadora. Se debatió entre el deseo de hacerle sufrir y salvaguardar su orgullo y aceptar.

—Hay una botella de champán en hielo preparada abajo.—

—No entendiendo de vinos caros —rezongó ella—. Nunca conseguirás educar mi paladar.—

—También tengo tu chocolate suizo favorito.—

Jade se había reservado la oferta más seductora para el final. Se le hizo la boca agua. Tal y como Jade había descubierto una noche en el hospital, cuando ella había estado demasiado asustada para separarse de Monset e ir a comer, adoraba el chocolate. Alzó la cabeza.

—De acuerdo… pero con una condición. No te permito que me toques.—

—Ya veremos quién se rinde antes —murmuró Jade con calma.

Seis semanas después, Jade condujo a Perrie a una habitación del palacio. Siguiendo sus instrucciones, ella tenía los ojos cerrados. Hizo que girara sobre sí misma para incrementar la tensión.

—¿Puedo mirar ya? —preguntó Perrie.

—Adelante.—

Perrie parpadeó: había estado afuera, al sol, y sus ojos tardaron un momento en adaptarse a la penumbra. Lo que vio encima de la mesa que tenía delante era una casa de muñecas que parecía idéntica a la que había poseído en su infancia y que no había esperado volver a ver nunca. Desconcertada, la miró fijamente, sin poder creer que fuera la suya.

—Di algo —le urgió Jade.

—No puede ser mía… —pero pronto descubrió que se equivocaba. Cuando acercó una mano temblorosa y abrió la parte delantera de la casa, encontró todos los muebles alineados en filas para su inspección. Alzó una muñeca de plástico con una sola pierna que lucía un vestido de punto demasiado grande, que había sido tejido por su madre adoptiva.

—Es tuya —confirmó Jade.

Ella miró el resto de las cosas que había sobre la mesa. Dejó la muñeca para estudiar la colección de gatos de porcelana, algunos con el rabo roto y que ella misma había pegado con pegamento. Había una bolsa de recuerdos de su adolescencia y un pequeño joyero. Al lado había una colección de álbumes de fotos y ella los ojeó, frenética por encontrar el más importante. Allí estaba: las fotos de sus padres adoptivos. Las lágrimas empezaron a surcar su rostro sin que fuera consciente de ello.

—¿De dónde has sacado todas estas cosas? —preguntó, sollozante.

—Tu ex novio aún las tenía.—

—¿Zayn? —exclamó ella.

—Aunque su madre le dijo que tirara a la basura tus cosas, consiguió esconder éstas en el ático. Eh… —Jade acarició su rostro húmedo con los nudillos—. ¡Quería hacerte sonreír, no llorar!—

—Es por la emoción —sollozó ella, echándose a llorar—. No sabes cuánto significan estas cosas para mí.—

Jade la atrajo a sus brazos y le acarició el cabello hasta que se calmó de nuevo.

—Sí lo sé. Cuando mi padre cambió su testamento y me despojó de la mayor parte de mi herencia, perdí cuanto había bajo este techo excepto mi ropa. Cecilia y Zachary vendieron los cuadros, esculturas y muebles coleccionados por mis antepasados, y también algunos objetos personales que no pude probar que me pertenecían.—

—No puedes comparar mi colección de gatos con una famosa colección de arte…—

—Cuando escuché tu historia, me di cuenta de lo afortunada que era por encontrarme en la situación de buscar y comprar mucho de lo que perdí.—

—Si Zayn tenía mis cosas, ¿por qué no me contestó cuando le escribí al salir de la cárcel?—

—Su madre seguramente vio la carta antes —contestó, tras un titubeo.

Perrie palideció y desvió la mirada, consciente de que ella se sentía incómoda con cualquier cosa que le recordara su estancia en la cárcel.

—¿Has visto a Zayn en persona? ¿Cuándo?—

—La semana pasada, cuando fui a Londres en viaje de negocios —la boca de Jade se curvó con una sonrisa malévola—. La madre de Zayn estuvo dando portazos, rezongando y criticándolo durante toda mi visita. Lo tiene amargado, pero al menos tuvo el coraje de admitir que aún tenía tus cosas y entregármelas.— A Perrie la emocionó que se hubiera tomado tantas molestias por ella.

—No sabes lo importante que es esto para mí. Es como recuperar mis raíces. Cuando tu familia ha desaparecido, los recuerdos sentimentales adquieren mucho valor —tomó aire y sus ojos marrones se llenaron de determinación—. De verdad creo que al menos deberías hablar con tu hermano y escuchar lo que tiene que decir…—

—No soy nada sentimental —dijo ella con impaciencia. No era la primera vez que ella sacaba el controvertido tema.

—Ni siquiera me has preguntado qué dijo Karl cuando vino a verme a Londres…—

—No me interesa.—

—Se siente fatal respecto al pasado y quiere hacer las paces contigo…—

—Casi llevó la finca a la bancarrota y ha tenido mala suerte. Claro que quiere mi perdón, en términos de apoyo económico.— Su cinismo provocó una mirada de reproche de Perrie.

—Parecía sincero y desdichado, y no tenía buen aspecto —suspiró—. De acuerdo, no diré más, sobre todo cuando acabas de darme esta sorpresa.—

—No tiene importancia —Jade curvó las manos alrededor de sus caderas y la acercó hacia sí—. Además, me gusta que pienses en el resto de la gente. Tienes un corazón muy tierno, bella mia.—

Ella sintió que la atenazaba la emoción. A veces la amaba tanto que casi le dolía. A pesar de que había crecido rodeado de privilegios, había pasado por tiempos difíciles, igual que ella. Daba un gran valor a la lealtad dado que, mientras que muchos de sus amigos la habían abandonado cuando su padre la desheredó, Leigh y Jesy le demostraron su apoyo ayudándole en sus primeros negocios.

Entendía las experiencias que la habían llevado a hacerse dura como la piedra, cínica y de propósitos inamovibles. Adquirir una riqueza mucho mayor que la de su padre había incrementado aún más su actitud arrogante y despiadada en la vida. Sin embargo, cuando se desvivía por complacerla, Perrie reconocía y apreciaba cuánto había cambiado con respecto a ella. Le costaba creer que hubieran pasado seis semanas desde su boda, el tiempo había volado. Pero Jade no se quedaba quieta mucho tiempo y era hora de que regresara a su despacho de Londres. Al día siguiente volverían a Inglaterra.

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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora