—Sólo mis mejores amigas lo saben. Mi padre acababa de fallecer y la boda iba a ser un evento íntimo y discreto, en Londres. Ella no apareció— sus ojos tenían una mirada oscura y reflexiva. De pronto, su bella boca se curvó con una sonrisa irónica—. No te sorprendas tanto. Grazia era un lujo que no podía permitirme.—
Ella bajó las pestañas. Se clavó las uñas en las palmas de las manos al recordar el aire complaciente y risueño de Grazia, tan segura de su poder. Jade la había querido una vez, la había amado lo bastante para desear casarse con ella y la había perdido. Que se casara con su hermano debía haber sido como restregar sal en la herida. Pero a Perrie la inquietaba que ambos hermanos parecieran aceptar sin comentarios que Grazia antepusiera el dinero a todo lo demás.
—¿Ella no creería esa estupidez sobre tu madrastra y tú, verdad?—
—Claro que no —Jade extendió los brazos y la atrajo hacia sí con la seguridad que era inherente a ella—. ¿Sigues pensando en abandonarme?—
Desconcertada por el súbito cambio de tema, Perrie echó hacia atrás la cabeza y Jade enredó los dedos en la deliciosa cascada de cabello. Sus ojos se encontraron y ella sintió un pinchazo de deseo. Se le contrajo el estómago y le temblaron las rodillas. El alto voltaje de su potencia ganaba la partida todas las veces. Se preguntó si había existido alguna posibilidad real de abandonarla. Tal vez sólo fuera una fantasía que utilizaba para que su orgullo no saliera malparado, ya que en ese momento habrían tenido que arrancarla de sus brazos a la fuerza.
—¿Es demasiado tarde para llegar a un acuerdo? —ronroneó Jade, acariciando la curva de su labio inferior con un dedo—. ¿Me concederías un periodo de prueba hasta que acabe la luna de miel?—
—¿Cómo eres de flexible a la hora del cambio? —preguntó Perrie a media voz—. ¿Tendré que fijar objetivos? ¿Otorgarte puntos por tu actuación? ¿Darte premios cuando hagas algo especialmente inspirado?—
—Todo eso, dolcezza mia —con ojos brillantes de admiración, Jade apretó su cuerpo contra ella—. Los premios funcionan muy bien conmigo.—
Llamaron a la puerta y Jade dejó escapar un gruñido de frustración.
—Dije que saldríamos de inmediato —admitió.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * *
—¿Qué te parece? —preguntó Jade cuando Perrie no había dado más de veinte pasos desde el helicóptero que los había llevado al palacio Shields Palace.
Incluso desde el aire, la magnífica arquitectura y el tamaño del edificio que coronaba la colina había desconcertado a Perrie. Jade cerró una mano sobre la suya para guiarla a los escalones que subían a la terraza.
—Esta casa lleva siglos en manos de mi familia. Durante casi diez años perteneció a Cecilia y Karl, pero la compré el año pasado. Ahora la estoy rehabilitando. Esta será la base de nuestras vidas, nuestro hogar con la bebé.—
—Objetivo uno, Jade —Perrie carraspeó con suavidad—. Las decisiones importantes deben ser conjuntas.—
—Por supuesto que no te obligaré a quedarte aquí si lo odias —esbozó una sonrisa diabólica—. Pero eres una chica de campo; lo sé...—
—¿Y cuándo llegaste a esa conclusión?—
—Puede que sepa más de lo que crees. Te encantará la casa y la gente de aquí, bella mia.—
Perrie se planteó si mencionar que el segundo objetivo debería ser no hacer suposiciones sobre sus sentimientos. Pero decidió no hacerlo.
—Ya echo de menos a mí bebé—dijo.
—Estoy segura que estará perfectamente sin nosotras durante una semana —interpuso Jade—. Nazaret es fantástica con los niños.—
Perrie sabía que eso era verdad. Pero aunque sabía que necesitaban pasar tiempo a solas como pareja, le resultaba difícil no preocuparse por la bebé, era un hábito adquirido. Se recordó que además de Nazaret estaba Aby y un médico que la visitaría a diario para comprobar que todo iba bien.
Apoyó las manos en la balaustrada de piedra, aún templada por el sol del día. El silencio era una maravilla tras el ajetreo de la gran boda. Era una tarde cálida y una suave neblina descendía sobre el valle que presidía el palacio. Nada de lo que veía le recordaba que estaban en el siglo XXI: las colinas estaban cubiertas de bosques espesos, se veían viñedos y olivares en la lejanía. La vista era impresionante.
Cruzó el pórtico en arco y miró con asombro el enorme vestíbulo circular decorado con frescos desvaídos y columnas. Igual que la vista, era increíble, y la idea de vivir entre tanta grandeza la hizo reír. Oyó música y reconoció una canción popular. Moviendo las caderas al ritmo de la melodía y agitando su brillante cabello rubio, ejecutó un par de pasos de baile.
Jade, inmóvil la contempló. Perrie, al darse cuenta, dejó de bailar. Aunque se sonrojó de vergüenza le ofreció una sonrisa.
—Eres tan vital que burbujeas, bellezza mia— murmuró—. Además estás preciosa.—
—¿Quién está escuchando la radio? —susurró ella.
—Aparte de los guardias de la entrada de la finca, deberíamos estar solas aquí —Jade abrió una puerta que daba a una enorme habitación vacía con andamios en una pared. Una radio, que debía pertenecer a un obrero, sonaba en un rincón. La apagó y volvió a su lado.
—Gracias. Tu primer objetivo siempre —le dijo Perrie con descaro —debe ser hacerme feliz.—
—¿Y cuál será mi recompensa? —preguntó Jade, divertida.
—Hazme feliz y tu vida será más fácil, a estas alturas ya deberías saber que no sufro en silencio.—
Jade se quitó la chaqueta y la dejó caer.
—Uy —exclamó Perrie—
Jade la hizo retroceder hacia la escalera.
—Aunque podrías tener razón —concedió Perrie en voz baja, observando cómo se desabrochaba la blusa—. Claro que antes podríamos jugar al ajedrez...— Eso sorprendió a Jade, que arrugó la frente.
—Sólo quería comprobar si te apetecía —Perrie sonrió como una gata satisfecha—. No me habría impresionado favorablemente que aceptaras.—
—No podría concentrarme —le confió la empresaria.
Perrie miró su firme y bronceado busto, pensando que ella tampoco habría podido concentrarse. Ya empezaba a sentir un delicioso escalofrío de excitación que la avergonzaba un poco, porque no estaba acostumbrada a sentirse así.
Jade estaba mucho más cómoda con la situación.
Con calma increíble, entrelazó los dedos con los suyos y la condujo escalera arriba.
—No tengo experiencia con mujeres tímidas...—
—¡No he sido tímida en mi vida! —objetó Perrie, quitándose los zapatos allí mismo, como si eso demostrara algo.
—Excepto conmigo —en absoluto impresionada, Jade inclinó la cabeza y, con su experta boca, recorrió el sensual camino desde el lóbulo de su oreja hasta la vena que pulsaba con fuerza entre sus clavículas—. Y no importa. Lo encuentro increíblemente sexy, delizia mia.—
Hallow, se supone que ya mañana soy libre de la escuela, entrego un proyecto doy una exposición y es todo. Actualizaciones a diario.
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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓
FanfictionSería su esposa y la madre de su hijo... pero nunca tendría su amor.