MARATÓN 1/?
Iba a tener un bebé. Su estómago se contrajo con pánico y náuseas y tuvo que correr al cuarto de baño. Después de eso, ni siquiera se sintió capaz de mordisquear una tostada.
* * * * * *
Por su parte, Jade tampoco había empezado el día nada bien. Acababa de llegar al edificio Maximus cuando su asistente ejecutiva, Mariana, y su jefe de seguridad, Niall Horan, solicitaron una reunión urgente.
Mariana puso sobre el escritorio el reloj que Jade no había contado con ver de nuevo.
—Lo siento mucho, señora. Estoy desolada por esto. Vine a la oficina a primera hora el día que me iba de vacaciones, porque quería comprobar que no había dejado ningún asunto pendiente. Vi su reloj en el suelo del despacho y lo guardé bajo llave en un cajón de mi escritorio...—
—¿Tú encontraste mi reloj? —interrumpió Jade, incrédulincrédula— ¿Y no dijiste nada?—
—Tenía prisa por marcharme. Aún no había nadie aquí. Envié un correo electrónico a otro miembro del equipo, para informarle de dónde estaba el reloj, pero es obvio que no leyó el mensaje —explicó la morena con desaliento—. Cuando me reincorporé esta mañana, alguien mencionó que su reloj había desaparecido y que todos creían que había sido robado. Entonces me di cuenta de que nadie sabía lo ocurrido.—
* * * * *
Esa mañana, Perrie no pudo evitar fijarse en todas la mujeres embarazadas que veía, y le sorprendió lo numerosas que eran. Aunque aún no había digerido la realidad de su situación, sabía que el pánico la asaltaría. Se dijo que si otras mujeres eran capaces de enfrentarse a embarazos no planificados, ella también lo sería. Tenía que considerar todas sus opciones y mantener la calma.
Quizá abortar no sería mala opción, no podía traer a un niño a sufrir carencias y a un mundo sobrepoblado. Pero si decidía ser madre soltera, no podría salir adelante sin ayuda financiera, la de la morena. Esa denigrante perspectiva le inspiraba un intenso desagrado. No podía olvidar el comentario de Jade Thirlwall sobre el que tener un hijo suyo fuera «una lucrativa opción de estilo de vida».
—Una llamada para ti —le dijo su compañera de recepción.
—¿Por qué no contestas al móvil? —preguntó Jade. El zumbido grave de su voz la dejó paralizada.
—No está permitido atender llamadas personales. Siento no poder hablar contigo —dijo Perrie, cortando la comunicación, furiosa porque se hubiera atrevido a llamarla. Por lo visto su arrogancia no tenía límites. Parecía incapaz de aceptar que no quería tener nada que ver con ella.
La noche anterior, la había dejado en paz para que se vistiera y comiera algo. Había vuelto a casa en la limusina y llorado hasta dormirse. Era obvio que tendría que hablar con ella antes o después, pero en ese momento «después» le parecía una opción mucho más llevadera.
A media mañana, llegó un espectacular arreglo floral para ella. Perrie abrió el sobre y sólo había una tarjeta con las iniciales de Jade. Se preguntó por qué la llamaba y enviaba flores. Incómoda por el interés que provocaba el extravagante jarrón de lirios, intentó devolvérselo al repartidor.
—Disculpe, pero no lo quiero...—
—Eso no es problema mío —dijo él, y se marchó.
Una hora después, Jade volvió a telefonear, pero ella rechazó la llamada. A mediodía, su supervisora la llevó a un lado y le habló en voz baja.
—Puedes tomarte tiempo extra para el almuerzo. De hecho, puedes tomarte el resto del día libre si quieres.—
—¿Por qué? —Perrie la miró atónita.
—El jefe ha recibido una petición especial de la directora ejecutiva. Creo que el chofer de la señora Thirlwall te está esperando fuera.—
Perrie se puso roja como la grana. Deseó que se la tragara la tierra. Pero cuando abrió los labios para decir que no quería ver a Jade ni tenía ningún deseo de recibir un tratamiento especial, la otra mujer se alejó, obviamente incómoda. Perrie, colérica y avergonzada, pensó que Jade era tan sutil como un pulpo en un garaje, mientras se encogía ante las miradas de reojo y susurros que acompañaron su salida de la oficina.
Siseando de resentimiento, Perrie subió al Mercedes que la esperaba. Se preguntó si debía decirle que estaba embarazada o sería mejor analizar sus propios sentimientos antes de darle la noticia. Quince minutos después, estuvo ante la entrada de un hotel muy exclusivo. Un portero de librea la guió al interior. Uno de los guardaespaldas de Jade la recibió en el vestíbulo y la escoltó al ascensor. Entró en una sala de recepción casi palaciega.
Jade entró desde el balcón y se detuvo. En cuanto a entradas, fue digna de un premio, porque era una mujer espectacular. El corazón le dio un vuelco y se quedó sin aire. Independientemente de lo que opinara de Jade, su impacto físico en ella no disminuía. Su respuesta a ella era involuntaria e incontrolable. La miró y supo que la miraría una y otra vez. Era como si un rebelde sexto sentido que había desconocido poseer hubiera forjado un vínculo permanente con ella.
—¿Qué puedo decir? —preguntó Jade con voz profunda y aterciopelada como un buen vino maduro. Abrió sus gráciles y bronceadas manos—. No suelo quedarme sin palabras, pero no sé que decirte...—
—Créeme, ¡si hay algo que no me falta ahora mismo, son palabras! — interrumpió Perrie—. ¿Cómo te atreves a ponerme en una situación en la que no me quedó más remedio que venir a verte? Me gustaba mi trabajo. Pero lo que has hecho hoy, pedirle al jefe que me dejara salir, ¡es equivalente a un suicidio profesional!—
—Necesitaba verte y lo pedí con educación. No exageres.—
—No estoy exagerando —sus ojos marrón chocolate chispeaban de indignación—. No sabía que eras propietaria de la agencia publicitaria, además de la agencia de empleo. Una petición de la directora ejecutiva equivale a una orden. ¡Ahora que es obvio que tenemos algún tipo de vínculo personal, me convertiré en una apestada! Después de esto, nadie volverá a tomarme en serio y mis colegas contarán los días hasta que acabe mi contrato temporal.— Jade soltó el aire con un siseo prolongado.
—Si hay algún problema, te buscaré empleo en otro sitio.—
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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓
FanfictionSería su esposa y la madre de su hijo... pero nunca tendría su amor.