Capítulo 20: Te odio, te odio muchísimo

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MARATÓN 5/?

Sabía que la euforia que le provocaba su cercanía amenazaba con adormecer sus neuronas, hasta el punto de dejar de pensar. No era el mejor momento para comprender que lo que sentía por Jade Thirlwall era mucho más profundo de lo que había querido admitir.

—Perrie —musitó Jade con un tono que era pura seducción depredadora.

—Escucha, ni siquiera he decidido si voy a quedarme con el bebé —se obligó a decir Perrie, esforzándose por controlar el rumbo de sus pensamientos.

—¿Qué quieres decir con eso? —Jade, helada de sorpresa, apretó sus muñecas.

—Aún podría optar por darlo en adopción... —Perrie, con expresión defensiva e inquieta, liberó sus manos.

—¿Adopción? —la palabra y el concepto devastaron a Jade.

—Yo fui adoptada y tuve una infancia muy feliz. Si no estoy segura de poder proporcionarle lo mismo a mi bebé, me plantearé la adopción como posibilidad. ¡Una cosa sí tengo clara! —exclamó Perrie con emoción—. ¡Esto no se trata de casas, apariencias y dinero! Ni tampoco de lo que tú quieras. Se traga de mi capacidad de amar y cuidar de mi bebé.—

—Desde luego —afirmó Jade con el rostro tenso—. Pero no estarás sola. Contarás con mi apoyo.—

—No estarás aquí para lo difícil. Vendrás de visita cuando te convenga. ¿No entiendes que no quiero depender de tu mundo? No quiero que pagues mis facturas y me digas qué hacer a cada paso...—

—No sería así.—

—¿No? —la retó Perrie—. Entonces ¿podría vivir aquí con otra persona si me enamorase de alguien?— Los ojos de Jade destellaron. Le sorprendió la hostilidad y desagrado que le provocaba esa idea. —Es obvio que no. Esperarías que viviera como una monja...—

—O que te conformaras conmigo.—

—Ah... —Perrie se estremeció y la ira tensó su espalda como un muelle a punto de saltar—. Así que no sólo pretendes ser madre a tiempo parcial. El acuerdo también implicaría ciertas obligaciones sexuales.—

—Eso es un comentario de muy mal gusto. No puedo predecir el futuro. No sé hacia dónde nos encaminamos —Jade alzó un hombro con un gesto sofisticado. Era puro ardor de sangre italiana, pero también fría como el hielo cuando se sentía presionada.

—Sabes exactamente hacia dónde nos encaminaríamos: a ningún sitio —dictaminó Perrie, temblorosa—. Por lo que sé, nunca has tenido una relación duradera. ¡Y no vas a romper tus costumbres por una ladrona convicta!— Jade la acorraló entre la ventana y la pared y la estudió con ojos destellantes de sensualidad.

—¿Incluso si no puedo quitarte las manos de encima ni cuando me irritas como un diablo, delizia mia?—

Pero Perrie tenía demasiado miedo de su magnetismo para bajar la guardia un solo segundo.

—¿Le dijiste lo mismo a Lucy Conell? ¿O ella era digna de un enfoque menos crítico?—

—No sigas por ahí —aconsejó con expresión impasible. El brillo travieso de sus ojos había desaparecido—. No doy razones a ninguna mujer.—

—Entonces, ¿por qué tienes la cara dura de exigirme nada a mí? —Perrie estaba tan agitada que temblaba de arriba abajo—. ¡Me niego rotundamente a ser un sucio secreto en tu vida!—

—No te he pedido que lo fueras —sus ojos se encendieron como llamas de azules.

—Sí lo has hecho. Te avergüenzas de mí pero sigues queriendo acostarte conmigo. Nunca aceptaré eso. Has malgastado mi tiempo y el tuyo trayéndome aquí —escupió Perrie con furia, yendo hacia la puerta—. Quiero volver a Londres.—

—Esto es infantil, bellezza mía.—

—No, estoy siendo sensata —refutó Perrie, temiendo que su ira se debilitara.

—Tenemos que llegar a un acuerdo de futuro.—

—No puedo hablar contigo mientras me sienta así —Perrie lo miró de arriba abajo con frialdad—. Tal vez podríamos hablar por teléfono dentro de unos meses.—

—¿Unos meses? —rugió Jade incrédula —. ¡Me necesitas ahora!—

—No, no es así.—

—Santa Madonna... ¡ni siquiera te estás cuidando! —condenó Jade de repente—. ¿Cuántas horas trabajas al día? No puedes realizar dos trabajos estando embarazada sin perder la salud.—

—Me las apañaré —Perrie le lanzó una mirada gélida—. Aprendí hace mucho tiempo a no confiar en nadie.—

—¿Quién te enseñó eso?—

—El amor de mi vida... Zayn —su deliciosa boca rosada se curvó con amargura—. Crecimos puerta con puerta. Habría hecho cualquier cosa por él. Pero no me ayudó en absoluto cuando estuve en una situación difícil, y tú serás igual...—

—Estoy haciendo cuanto está en mi mano para apoyarte —gritó Jade, enojada.

—No, estás lanzándome dinero e intentando trasladarme a un país extranjero donde hay menos posibilidades de que te avergüence. Si eso es lo que llamas apoyo, ¡puedes guardártelo! —Perrie estiró la mano hacia la puerta para poner fin a la confrontación.

—¡Diablo de mujer! ¿Y esto? ¿También te conformarás sin esto? —Jade la atrapó con sus brazos y aplastó su boca con un beso apasionado y devastador.

Introdujo una mano entre su cabello dorado para sujetarla y apretó su esbelto cuerpo contra el suyo. Consciente de su excitación y del tronar de su corazón, ella se estremeció entre sus brazos y devolvió cada uno de sus besos con un hambre fiera, ardiente y letal. Pero nada podía paliar la tristeza que sentía en su corazón. Cuando por fin la soltó, se dejó caer contra la pared.

—Se suponía que iba a beber la clásica copa de vino y subir al dormitorio para celebrarlo contigo, ¿verdad? —Perrie seguía luchando, aunque le temblaban las rodillas—. Pero no estoy tan desesperada como para tener que compartir a alguien, ¡y nunca lo estaré!—

Jade ya había abierto el teléfono. No se molestó en contestar. Su distanciamiento fue tan efectivo como una pared invisible. El silencio era sofocante. Ella se sintió apartada, rechazada, y no pudo soportarlo. Aunque estaba tan enfadada con ella que habría gritado de ira, deseaba volver a estar entre sus brazos. Jade abrió la puerta. Ella le concedió un segundo para hablar. No dijo nada. Ni tampoco le impidió salir.

—Te odio... de verdad, te odio muchísimo —susurró ella con fiereza antes de salir. En ese momento lo decía totalmente en serio.

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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora