Capítulo 19: Como un pozo sin fondo

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MARATÓN 4/?

Jade, la viva imagen de la elegancia con su vestido de ejecutiva, esperaba junto a la caja registradora, completamente fuera de lugar en ese ambiente. Había un guardaespaldas en la puerta y dos más fuera, en la acera.

Jade estudió a Perrie con ojos atentos. Delgada y pálida, con el cabello rubio recogido en una cola de caballo y hostiles ojos azules apagados, parecía una adolescente. Sin embargo, nada de eso disminuía el poder de su hechizadora belleza.

—Se suponía que ibas a esperar a que yo te llamara —se quejó Perrie mientras subía a la limusina.

—Ése no es mi estilo —murmuró Jade con voz ronca—. Tienes que recoger tu pasaporte, esta mañana volamos a París.—

—¿París? —el forzado aire de indiferencia de Perrie se disipó por completo—. ¿Es una broma?—

—No.—

—Pero ir tan lejos por un día cuando debería estar trabajando... —su voz se apagó, porque cuando pensó en ello, le encantó la idea.

—¿Por qué no? —Jade alzó una fina ceja—. Tenemos que hablar y estás estresada. Me gustaría que hoy te relajaras.—

El opulento interior del avión privado de Jade dejó a Perrie sin respiración. La cabina central tenía acogedoras zonas de asientos y estaba decorada con arte moderno. También había un despacho hecho a medida, un cine y varios dormitorios con cuarto de baño. Vestida con una chaqueta de pana y pantalones vaqueros, se sentía bastante fuera de lugar.

—Vaya donde vaya, tengo que poder trabajar. Paso mucho tiempo de viaje y suelo ir acompañada por varios ayudantes —explicó Jade mientras degustaban la deliciosa comida que había preparado su chef personal.

Cuando terminaron de comer, el avión se preparaba para el aterrizaje, era un vuelo corto.

—¿Por qué París? —preguntó Perrie en la limusina que los alejaba del bullicio del aeropuerto.

—Francia tiene una legislación de prensa bastante estricta. Muchas figuras públicas se sienten menos acosadas por los medios aquí, es más fácil tener una vida privada —explicó Jade.

—¿Y adónde vamos?—

—Es una sorpresa, agradable, espero, cara mia.—

Su destino era Ile St-Louis, una de las zonas residenciales más exclusivas de París. El coche se detuvo en una pintoresca entrada arbolada, ante un elegante edificio del siglo XVII. Perrie, cada vez más curiosa, siguió a Jade al interior. El sol entraba a raudales por los altos ventanales, iluminando un elegante vestíbulo y una escalera. La decoración era de estilo contemporáneo.

—Explora cuanto quieras —ofreció Jade.

—¿Qué pasa aquí? —Perrie no ocultó su desconcierto—. ¿Por qué me has traído a esta casa?—

—He comprado esta casa para ti. Quiero que críes aquí a mi hijo.—

A Perrie la anonadó el concepto y la forma de expresarlo. Mi hijo, no nuestro hijo. Se esforzó por tomar esa distinción como una señal positiva de su deseo de involucrarse en el futuro del bebé. Movió la cabeza lentamente y su precioso cabello chispeó como metal bruñido bajo la luz del sol. Sus ojos se agrandaron de incredulidad.

—¿Quieres que me traslade a otro país y que viva dependiendo de ti? ¿Esperas que aplauda de emoción o algo así?—

—Déjame explicarte cómo lo veo yo —urgió Jade.

Perrie se tragó una retahíla sobre su arrogancia y audacia. Comprendía que supuestamente debía estar impresionada por aquella sorpresa que debía haberle costado millones. Tal vez pensaba que había sido hábil, generosa y creativa ante una situación difícil. Tal vez creía que ella era un problema que solucionaría con una lluvia de dinero. Aun así, se sentía humillada y ofendida; una vez más, la rubia había subrayado las diferencias económicas, de clase y estatus que había entre ellas y optado por decidir por ella.

—¿Te apetece una copa de vino? —sugirió Jade, señalando la botella que había sobre la mesa—. Es un Brunello clásico de los viñedos Shields Palace, que han pertenecido a los Thirlwall desde hace siglos.—

—Estoy embarazada... —apretó los labios—, beber alcohol no es buena idea —explicó al ver que la miraba con desconcierto—. ¿Es que no sabes nada de mujeres embarazadas?—

—¿Por qué iba a saberlo? Yo no puedo quedar embarazada, por mi condición ya sabes—Jade arrugó la frente.

—Dime por qué opinas que sería buena idea que me trasladara a Francia— Perrie se cruzó de brazos.

—Si sigues en Londres, siempre te seguirá el fantasma de tu pasado.—

—Te refieres a mi estancia en la cárcel —se le encogió el estómago de incomodidad y tensión.

—Con mi ayuda, puedes rescribir esa historia y enterrar tu pasado —Jade la escrutó con sus ojos claros y marrones—. Puedes cambiar de nombre y emprender una nueva vida. Sería una segunda oportunidad para ti y también ofrecería un pasado menos problemático para mi hijo.—

A ella le dolió su sinceridad. Perrie inspiró con fuerza y se acercó a la ventana. Se estaba clavando las uñas en la palma de la mano para intentar mantener la compostura.

—¿Y crees que eso es lo que debería hacer?—

—Si sigues en Londres, inevitablemente, la prensa se hará eco de nuestra relación. Una vez que ese genio salga de la lámpara, no habrá manera de volver a ocultarlo.—

—Te he escuchado, y ahora tendrás que escucharme tú a mí —Perrie giró hacia ella con brusquedad—. Fui a la cárcel por un delito que no cometí. No robé esa jarrita ni ninguna otra de las piezas que desaparecieron de la colección de la señora Taplow.— Jade, con ojos claros como el día, fríos e inescrutables, soltó el aire con un siseo.

—Cometiste un error. Eras joven y no tenías una familia que te apoyara. Dejemos eso atrás y sigamos adelante con el nuevo reto que se nos presenta.— Perrie palideció y la miró con fijeza. La hería su negativa a considerar siquiera su posible inocencia.

—¿Ni siquiera eres capaz de escucharme con justicia?—

—Eso ya lo hizo un tribunal, con juez y jurados, hace cuatro años.—

Mortalmente pálida, Perrie desvió la vista, sintiéndose como si la hubiera abofeteado. Había intentado abrir una puerta y Jade la había cerrado en sus narices, echando el cerrojo para más seguridad. Se negaba a escuchar su alegación de inocencia. No tenía interés en su historia porque estaba convencida de su culpabilidad.

—A mí me preocupa el futuro —aseveró Jade—. No cambiemos de tema.—

—Yo no te importo, excepto en cuanto a que quieres controlar mis movimientos sin ofrecer ningún compromiso a cambio —sus vividos ojos marrones chocaron con los de la ojiazul, destellando ira.

—Esta casa supone un compromiso por mi parte. Piensa en la vida que llevarías aquí —Jade se acercó y agarró sus tensas manos—. Un nuevo principio, sin preocupaciones económicas y lo mejor de todo para ti y para tu hijo. ¿Por qué discutes sobre esto? Es necesario solucionar estas cosas prácticas antes de ocuparnos de un ángulo más personal.—

—Te dije que nunca aceptaría la opción «estilo de vida lucrativo» —su voz tembló porque estaba haciendo acopio de voluntad para alejarse de ella. A pesar de que todos sus sentidos anhelaban el contacto físico, incluso si sólo era la viril calidez de sus manos. Era un puro caos, deseaba hacer lo correcto y la aterrorizaba tomar la decisión errónea.

—Nunca debí hacer ese comentario, delizia mia. Estaba tensa y agresiva sin razón en ese momento. Ahora llevas dentro un hijo mío. ¿Quién sino yo iba a cuidar de ti?—

Jade estaba tan cerca que ella podía ver el anillo de bronce que rodeaba su iris y acentuaba la claridad de sus pupilas, las castañas y rectas pestañas que conferían a su mirada una profundidad impactante y llena de hechizo. Se debatía entre una mezcla de rechazo y dolor. Y su deseo por ella le quitaba el aire.


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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora