Capítulo 17: Quiero que te quedes

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—Las cosas no son tan simples —cerró los delicados puños con frustración—. ¿Eso es todo lo que tienes que decir?—

—No. Tenía que verte hoy para pedirte disculpas —sus ojos astutos no parpadearon—. Mi reloj no fue robado, estaba en otro sitio. Por favor, acepta mis sinceras disculpas por acusarte de algo que no hiciste.— El cambio de tema y saber que había recuperado el reloj distrajeron a Perrie, que frunció las cejas. —Pero hay algo que no entiendo —siguió Jade, moviendo su atractiva cabeza—. ¿Por qué diablos admitiste haberlo robado?—

—¿Qué otra cosa podía hacer? ¡No me creíste cuando te dije que no lo había hecho!—

—No insististe en afirmar tu inocencia mucho tiempo. Cuando me ofreciste jugar una partida a cambio del reloj, lo tomé como una confesión de culpabilidad y actué en consecuencia.—

—Actuaste de forma penosa —la ira tiñó de rojo los pómulos de Perrie.

—No soy una blandengue. Si me ofenden, respondo. Las circunstancias no estaban a tu favor. Eres una ladrona convicta y eso influyó en mi juicio —se defendió Jade sin titubear—. Pero si no me hubieras retado a la partida en esos términos, anoche no me habría acostado contigo.—

—Es decir, ¿a pesar de que me pides disculpas, todo es culpa mía? —Perrie se estremeció de ira.

—Eso no es lo que he dicho. He despedido a mi jefe de seguridad por este incidente...—

—¿Al ex policía? ¿Lo has despedido por llegar a la misma conclusión que tú? —interpuso Perrie con desagrado—. ¿Cómo puedes ser tan injusta?—

—¿Injusta? —desconcertada por su reacción, Jade tomó aire—. ¿Por qué?—

—A diferencia de ti, ese hombre ni me había visto ni me conocía personalmente. Sólo estaba haciendo su trabajo. Deberías culparte a ti misma por juzgarme mal, no a él.—

—Me sorprende tu compasión por Niall. ¿Por qué no comentamos nuestras diferencias mientras comemos?—

—¡Tendría que estar muriéndome de hambre para comer contigo! —le espetó Perrie.

—Adoro tu pasión, pero no me gusta el drama, cara mia.—

Perrie sintió una intensa frustración, se sentía como estuviera estrellándose contra una pared de granito. Todo rebotaba en ella. Su cólera e ira se incrementaban cada vez que era incapaz de traspasar esa fachada de hielo.

—Anoche tenía miedo de que llamaras a la policía. Me aterrorizaba volver a acabar en la cárcel. Es la única razón por la que me acosté contigo y te odio por ello...—

—Estás enfadada conmigo. Lo acepto y estoy dispuesta a compensarte en la medida en que pueda. Pero no acepto que compartieras mi cama sólo por miedo.—

—¡Debí haber sabido que dirías eso! —rugió Perrie.

—Ambas sabemos que es falso —Jade posó en ella sus chispeantes ojos marrones, retándola y abrasándola con la mirada.

El ambiente era pura electricidad.

Perrie estaba tan tensa que le dolían los músculos. El corazón le golpeteaba en el pecho. Tragó aire.

—No me digas qué es lo que yo sé.—

—Entonces, admite lo obvio. La química sexual entre nosotras es muy fuerte. ¿No sabes lo poco común que es sentir tanta excitación sólo con estar en la misma habitación con una persona?— murmuró Jade.

—Eso no importa —a Perrie le temblaban las piernas. Volvía a sentir mariposas en el estómago y se le había secado la boca.

—Siempre importa.—

Sus ojos se encontraron y ella sintió que su mirada erótica y depredadora la taladraba. Sintió un cosquilleo en los senos. Recordó el sabor y la urgencia de su boca devorándola. Cerró los puños a la defensiva. La excitación era como una droga peligrosa en sus venas, un potente despertar sensual. Se estremeció y luchó contra esa debilidad con todas sus fuerzas, dejando que la ira volviera a aflorar.

—No quiero volver a tener nada que ver contigo...—

—Pero si te tocara ahora, te encenderías en mis brazos, delizia mia— aseguró Jade.

—¡Ni pienses en acercarte tanto! —reaccionó ella—. No soy idiota. Sé lo que piensas de mí. Hoy te has dado mucha prisa en recordarme que soy una ladrona convicta. Lo dijiste en la misma frase en la que me pedías disculpas por acusarme de robar tu reloj.—

—No voy a mentir ni recurrir a evasivas —Jade la miró sin ápice de arrepentimiento—. ¿Qué quieres que opine sobre tu historial? No es aceptable. ¿Cómo podría serlo?—

A Perrie la asombró sentir el ardor de las lágrimas en el fondo de los ojos. No era dada a los lloros, pero cuando estaba con Jade sus emociones se convertían en un caos y perdía la racionalidad. Se preguntó cómo reaccionaría al saber que, a pesar de su vergonzoso historial, había concebido un hijo suyo. En ese momento, se sentía incapaz de enfrentarse a la idea de esa humillación. Clavó la mirada en el balcón.

—Espero que alguien me lleve de vuelta al trabajo —dijo—. Sólo tengo una hora para comer, y ya voy con retraso.—

—Quiero que te quedes —dijo Jade.

—No siempre podrás conseguir lo que quieres —Perrie estaba intentando controlar los pensamientos y emociones que la asaltaban sin descanso—. Las cosas se han complicado más de lo que sabes.—

—¿Qué cosas? —su rostro se tensó con impaciencia.

Perrie pensó, con amargura, que para ella sólo tenía utilidad sexual. Sin duda, la facilidad de su conquista había dado alas a esa actitud y no podía culparla por completo de ello. Aun así, el fondo del asunto era que Jade tenía la arrogancia, riqueza y privilegios de la sangre azul, y a sus ojos una ladrona convicta era lo peor de lo peor. Eso no cambiaría nunca. Se preguntó por qué estaba evitando decirle que estaba embarazada, el paso del tiempo no alteraría la situación. De hecho, darle las malas noticias para que se fuera haciendo a la idea seguramente sería lo más digno.

—Estoy embarazada —afirmó, serena—. Me hice la prueba en casa esta mañana.—


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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora