MARATÓN 6/6
La puerta se cerró a su espalda sin siquiera un atisbo de portazo.
Consciente de que los guardaespaldas de Jade vigilaban cada uno de sus movimientos y debían estar preguntándose por qué se marchaba sola diez minutos después de llegar, Perrie intentó ofrecer un aire de compostura. De repente, en la casa se oyó el inconfundible ruido de cristal estallando en pedazos. Se preguntó si habría sido la botella de vino de reserva al chocar contra la chimenea. Enderezó los hombros y alzó la barbilla. Con ojos brillantes de satisfacción y paso seguro, fue hacia el coche que la esperaba.
Sin embargo, a lo largo de las dos semanas siguientes, Perrie empezó a sentirse más y más agotada. Hatchi murió mientras dormía, y se sentía desconsolada por la pérdida de su mascota. Mientras se preocupaba por su futuro y lloraba a su perro, las náuseas matutinas se extendieron a otros momentos del día y empezó a pasar las noches en vela. Estar embarazada y enferma era más duro de lo que había esperado y tuvo que empezar a trabajar menos horas en la cafetería. Consciente de que a Perrie ya le resultaba difícil pagar sus facturas, Tulisa le ofreció su habitación de invitados, pero Perrie no quería aprovecharse de su amistad.
Habría negado con vehemencia que esperaba que Jade diera algún paso. Pero cuando descubrió que Jade estaba de hecho dando pasos que no tenían nada que ver con ella, despertó a la cruda realidad. Un día, cuando iba en autobús al trabajo, vio el rostro de Jade en una página de revista. No estaba lo bastante cerca para leer el artículo, y aunque se dijo que no debía interesarse, era humana. En cuanto bajó del autobús, compró la revista del corazón y pagó el precio de su curiosidad.
Descubrió que Jade era propietaria de un yate, el Diva Queen, y que había celebrado una fiesta a bordo sólo para sus amigas, sin sus parejas, en honor a su amiga Jesy Nelson, una millonaria griega. Una bailarina exótica hacía comentarios sobre una «interminable orgía en alta mar». Perrie estudió la foto de Jade, con la blusa escotada y bailando con una despampanante rubia semidesnuda. Incluso borracha y tonteando estaba guapísima. Pensó que sin duda le gustaban rubias y que parecía estar pasándolo muy bien. Sin duda eso era mucho mejor que el ajedrez.
Perrie reconoció que no era el tipo de persona con quien una mujer decidiría tener un hijo. Sin embargo, dado que había aceptado su responsabilidad y le había ofrecido ayuda económica, no podía criticarla. En ningún momento le había dicho lo que sentía con respecto a convertirse en madre; comprendió que era innecesario, su comportamiento lo dejaba claro. Pretendía enviarla a Francia para que viviera bajo un nombre falso y sólo se verían cuando ella quisiera. Entretanto, las fiestas descontroladas de Jade eran merecedoras de titulares.
Perrie creía que Jade estaba reaccionando a la situación en la que se había encontrado. No quería ser madre y le gustaba aún menos que la otra madre de su hijo fuera una ladrona convicta. Ésa era la desagradable realidad y ella tendría que aceptarla y reafirmar su independencia. Un primer paso sería solucionar su futuro por sí misma, en esa etapa temprana del embarazo, Jade no tenía por qué involucrarse. Además, un tiempo de alejamiento sería bueno para ambas. Necesitaba tiempo y espacio para decidir qué quería hacer cuando naciera el bebé. Quedarse allí con la esperanza de que Jade Thirlwall solucionara sus dudas y miedos sólo implicaría una decepción.
Esa noche cenó con Tulisa y le comunicó sus planes.
—Tendré que irme de Londres. Si dejo de trabajar en la cafetería, no ganaré bastante para pagar el alquiler. Y no quiero depender de la ayuda de Jade.—
—¿Por qué no?—
Perrie sacó la revista del bolso y se la dio. Tulisa leyó el artículo y enarcó una ceja, sin comentarios.
—Si no te molestan los niños ni cocinar, podrías ir a casa de mi ahijada, en Devon —sugirió.
—¿Tu ahijada? —repitió Perrie.
—Ariana es vital y práctica, igual que tú. Se caerán bien. Su marido es periodista y casi nunca está en casa. Está embarazada del tercer hijo y necesita ayuda desesperadamente. Su niñera se casó y ha tenido dos más estas últimas semanas. La primera echaba tanto de menos a su familia que no dejaba de llorar, la segunda lo dejó porque la casa está demasiado lejos de la ciudad. ¿Qué te parece?—
—Consideraré cualquier opción —contestó Perrie—. No hay nada que me retenga aquí.—
~~~~~Meses después~~~~~
Perrie acababa de entrar en la agencia inmobiliaria donde trabajaba Ariana cuando sintió el dolor. Gimió y se agarró al borde del escritorio para equilibrarse. El miedo que sintió fue mucho más intenso que la contracción que sentía en el bajo vientre.
—¿Qué ocurre? —exigió Ariana, interrumpiendo su conversación con otra empleada.
—¡Creo que llega el bebé! —susurró Perrie, temblorosa y tan blanca como la pared—. Pero es demasiado pronto.—
Ariana Grande, una sensata mujer de treinta y pocos años, obligó a Perrie a sentarse.
—Respira lenta y profundamente. Puede que no sea más que una contracción Braxton-Hicks.—
Bueeeeee, espero que les haya gustado el maratón, que hayan votado en todos los capítulos y nada ya saben que como siempre los leo.
ESTÁS LEYENDO
De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓
FanfictionSería su esposa y la madre de su hijo... pero nunca tendría su amor.