Capítulo 32: Noche de bodas PT. I

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El dormitorio principal se encontraba tras una puerta doble y era tan grandioso como todo en el palacio. Perrie echó un vistazo a la cama con dosel y saltó sobre ella con un gritito de alegría.

—Oh, es fantástica... ¡Siempre he querido una cama como ésta!—

—Aunque estuve a punto de no darme cuenta a tiempo, yo siempre he querido una chica como tú en ella —reconoció Jade con voz ronca.

Perrie sonrió jubilosa y luego bajó las pestañas para ocultar su expresión; sabía que no podía aspirar a ser la chica de sus sueños. Era demasiado distinta a Grazia en aspecto, estilo y experiencia. Tal y como había apuntado cruelmente Grazia, ella siempre sería la chica que Jade había idolatrado cuando era adolescente. Perrie sabía que no podía aspirar a esa familiaridad y esa historia de atracción juvenil.

Jade se sentó a su lado, abrió el cierre del collar de esmeraldas y perlas y lo dejó a un lado, antes de concentrarse en los diminutos corchetes del corpiño del vestido. Ella tensó la espalda al pensar que iba a ver la cicatriz.

—¡Puedo hacerlo yo! —dijo, apartándose de su alcance con un ágil movimiento.

—¿Cómo ocurrió? —preguntó Jade, atrayéndola hacía así.

—En prisión —dijo ella, sorprendida porque le hubiera leído el pensamiento—. Una chica pensó que la había delatado y me atacó en las duchas.—

—Nadie volverá a hacerte daño —aseguró ella, rodeándola con los brazos.

—No puedes hacer esa clase de promesas —sintió el escozor de las lágrimas en los ojos pero no estaba dispuesta a rendirse a sus emociones. Una cosa era estar loca por ella, otra muy distinta darle pistas de que era así.

—Te aterroriza confiar en mí... —dijo Jade girándola para mirar su rostro.

—¡A mí no me aterroriza nada! —los ojos azul destellaron.

Jade se inclinó y le entreabrió los labios con la exigencia apasionada de su sensual boca. El recuerdo de su sabor, tras tanto tiempo, la asaltó y provocó una reacción en cadena. El calor se concentró en su pelvis mientras que el resto de su cuerpo se desmadejaba. Tras besarla, Jade se levantó para quitarse su blusa. Ella contempló cómo se desvestía. Captó el brillo de la alianza que llevaba en el dedo y saber que era su esposa la alegró y dio fuerzas. Bajó de la cama, fue hacia ella y le dio la espalda.

—Necesito tu ayuda para quitarme esto... —dijo.

Le bajó la cremallera de la falda y la dejó caer al suelo. Después le apartó el cabello y besó su nuca.

—Estás temblando...—

—Ha pasado mucho tiempo —admitió ella.

—¿Cuánto? —la pregunta fue brusca y la siguió un breve silencio—. Me he preguntado si...—

—No lo digas. No es asunto tuyo —interpuso Perrie con rabia—. ¿Acaso te he preguntado yo qué hiciste en tu estúpida fiesta en el yate?—

—Ofrecí contártelo y no quisiste escuchar. ¿Dejarías de hablar de la maldita fiesta si hundiera el barco?— inquirió Jade.

—No — Perrie soltó una risita—. Te diría que habías hecho algo extravagante y estúpido, y no olvidaría la fiesta.—

Jade le quitó el corpiño del vestido y ella gimió, consciente de que estaba viendo la fea cicatriz.

—Tienes piel de satén, suave, sedosa y clara —murmuró con voz íntima—. Tu cabello es como las estrellas a su lado y no entiendo que te ponga tan nerviosa una pequeña imperfección... —pasó la mano por la cicatriz y ella encogió los omóplatos.

—Es fea —dijo—. Y tengo la piel tan blanca que destaca mucho.—

—La única fealdad reside en la persona que te hizo esto —afirmó Jade—. Si te molesta tanto que sientes la necesidad de esconderla, un buen cirujano plástico podría eliminarla. Pero desde mi punto de vista, no es nada, bella mia.—

—Se te da bien decir las cosas adecuadas cuando hace falta —bromeó Perrie, relajándose. Arqueó la espalda para apoyarse en ella—. Así que, esforzándote un poco, también se te dará bien el matrimonio.—

—¿Eso es una orden o una petición?—

—¿Una sugerencia? —apuntó Perrie.

Jade soltó una carcajada y rodeó su cintura con las manos, posesivamente.

—Ha sonado demasiado enérgico para ser una sugerencia.—

Deslizó las manos hacia arriba, cerrándolas alrededor de sus pequeños senos. Ella gimió levemente, asombrada por el impacto de esa primera caricia. El deseo que había controlado mientras su hija requería toda su atención, empezaba a desbordarse. Varias veces había visto a Jade acercarse y había bloqueado la respuesta sexual que provocaba en ella. Pero esa barrera artificial se había derrumbado cuando se recordó que, a pesar de los problemas anteriores, por fin estaban casadas y juntas. Esa verdad le provocó un intenso júbilo.

Con repentina impaciencia, Perrie se dio la vuelta entre sus brazos y se puso de puntillas para buscar su boca. Jade la apretó contra sí y la besó con pasión. Después la tumbó en la cama y le quitó las bragas de seda.

Perrie jadeó y la miró con ansiedad. Aunque nunca se había sentido más desnuda o expuesta, no intentó taparse porque aceptaba que ella deseaba mirarla. Contuvo el aliento temiendo que su rostro se ensombreciera al considerarla demasiado delgada y carente de curvas, en comparación con la seductora Grazia, y marcada por las cicatrices del pasado y del parto.

—Tienes una figura perfecta — concentrada en ella, Jade deslizó la mano por sus costillas hasta los muslos y el borde de encaje de las medias de seda que aún cubrían sus piernas—. Elegante, grácil...—

Perrie se estiró para que pudiera admirarla desde todos los ángulos y la boca de Jade se curvó divertida mientras observaba sus movimientos con admiración. Se libró de los calzoncillos sin ninguna ceremonia y le tocó a ella el turno de admirarla. Al contemplar su obvio estado de excitación, se sonrojó.


Actualización de hoy.

De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora