Capítulo 40: El fin

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Versión I

—Cosas normales como la risa, opiniones sinceras, discusiones...—

—¿Necesitabas a alguien con quien discutir?—

—Algo de oposición de vez en cuando me viene bien. Y las conversaciones inteligentes no relacionadas con joyas, ropa o dietas fueron muy bienvenidas, amata mia —reconoció Jade—. Por supuesto, no me di cuenta de la joya que eras hasta que desapareciste durante siete meses y medio y supe lo que era echarte de menos.—

Perrie estaba encantada, al principio había creído que pretendía tomarle el pelo, pero reconocía la sinceridad que se ocultaba tras su tono burlón.

—¿Me echaste de menos?—

—Y era demasiado tarde. Te habías ido. Si Grazia hubiera jugado esa carta, habría reaparecido un par de semanas después, pero tú, en cambio, no volviste.—

—En ese momento, me pareció lo mejor.—

—Aún me aterroriza pensar en lo cerca que estuve de perderte. La fiesta en el yate fue un desastre. No... —gruñó Jade cuando ella liberó sus manos de un tirón—. Tienes que dejar que te lo cuente...—

—No, ese tipo de cosas están mejor enterradas —Perrie se apartó de ella con rostro serio—. Ocurrió antes de nuestra boda y no es asunto mío.—

—¡Ya, pero no dejas de utilizarlo en mi contra en cuanto surge la oportunidad!— Jade se acercó y la obligó a levantarse.

—¿Cuándo fue la última vez que lo mencioné? —gritó Perrie.

—No has visto tu expresión crítica cuando pusiste los pies en este barco por primera vez...—

—Tal vez tu conciencia te hizo imaginarla. ¡Suéltame!—

—No. No me emborraché en esa fiesta. Ni siquiera besé a nadie. ¿De acuerdo? —declaró—. Ocupabas mi mente hasta tal punto que era como si estuvieras conmigo. Eras la única mujer a la que deseaba.—

—Entonces no tenía buena opinión de ti —Perrie, asombrada por la súbita confesión, dejó que la llevara en brazos a su camarote.

Jade la deposito suavemente en la cama.

—Lo sé y me lo merecía, yo me lo busqué. Pero nunca volveré a tratarte así porque te quiero. Incluso si fueras una ladrona, seguiría casada contigo y sintiendo lo mismo.—

—¿Te enamoraste de mí? —a Perrie la asombró la emoción que veía en su rostro.

—Seguramente la primera vez que te vi. Mi cerebro empezó a funcionar al revés. Me pasaba el día haciendo suposiciones sobre ti. El sexo fue fantástico, pero tú más. Mientras estuve en Noruega, mis amigas se reían del número de veces que te llamé.—

—Sí, es verdad que llamaste —reconoció ella.

—Y aunque lo del traslado a Francia te desagradara, era mi primer desafortunado intento de comprometerme en una relación que hacía en una década —arguyó en su defensa.

—Me alegra que hayas utilizado «desafortunado».—

—Y destrocé las posibilidades que me quedaban con la estúpida fiesta. Pero me devastó no encontrarte. Entonces supe lo que sentía por ti. Por eso no hubo nadie más en todo ese tiempo...—

—¿Nadie? —Perrie ladeó la cabeza y la estudió con los ojos muy abiertos—. ¿Ni una mujer en todos esos meses?—

—Considéralo mi castigo por haberte obligado a acostarte conmigo aquella noche. No he estado con nadie desde que te conocí, y estoy muy orgullosa de ello —sonrió avergonzada y a ella le dio un vuelco el corazón—. Es verdad que te pedí que te casaras conmigo en un momento en el que estabas vulnerable. Lo hice a propósito. Sabía que no me sentiría segura hasta que no fueras mi esposa. Habría hecho cualquier cosa por ponerte ese anillo en el dedo.— Perrie sonreía, halagada por su confesión.

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⏰ Última actualización: Jun 12, 2020 ⏰

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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora