Perrie miró fijamente a Jade Thirlwall durante diez segundos. Todas sus expectativas se derrumbaron con ese inesperado reto que llegaba de una mujer tan poderosa físicamente como la que tenía delante. Durante mucho tiempo se había protegido a sí misma no corriendo riesgos y procurando no llamar la atención. El haberla provocado en una desconocida y comprender que había cometido un estúpido error la desarmó.
Aun así, era consciente de que lo que más le llamaba la atención era su arrogante, oscura y femenina belleza. Perdiera o ganara, estaba en oferta. Se preguntó si lo decía en serio y, si era así, si era capaz de aceptar el reto. Mientras limpiaba, había intentado convencerse de que no podía ser tan atractiva como le había parecido. Pero verla de nuevo, en carne y hueso, dio al traste con esa razonable conclusión. Sentía el más extraño placer sólo con contemplar las arrogantes aristas de sus bellos rasgos. Sintió mariposas en el estómago, junto con una emocionante sensación de peligro. Entreabrió los labios sin saber qué decir.
—Yo... ejem...—
—¿Te asusta un combate cara a cara? –murmuró la empresaria con claro desprecio, mientras sus brillantes ojos se tornaban casi oscuros y la taladraban como rayos láser.
Perrie sintió un intenso pinchazo de ira cuya sensación casi había olvidado. Alzó la barbilla.
—¿Está de broma? —contestó.
—Entonces, vamos a jugar —Jade dio un paso atrás para que saliera antes que ella.
—Pero estoy trabajando —protestó Perrie, incrédula, moviendo la cabeza—. Por Dios, ¿quién es usted?—
—¿Lo preguntas en serio? —arqueó una ceja castaña con ironía.
—¿Por qué no iba a hacerlo?—
—Soy Jade Thirlwall, propietaria del Grupo Maximus —contestó Jade con voz seca, preguntándose si a Perrie le parecía inteligente decir algo que ella consideraba ultrajante—. Todas las empresas del edificio me pertenecen. Me resulta difícil creer que no seas consciente de ese hecho.—
Perrie se quedó helada en el sitio. No se le había pasado por la cabeza que pudiera ser alguien tan importante. Pero lo cierto era que ni siquiera había oído su nombre antes. Sólo trabajaba en esa planta y no tenía el más mínimo interés en el mundo de los negocios ni en el de las personalidades que ocupaban el edificio durante el día.
—¿Vas a jugar o no? —insistió Jade, impaciente.
Dentro de Perrie, una descarga de adrenalina forcejeó con su instinto de supervivencia. Era obvio que había elegido el tablero de ajedrez equivocado con el cual explayarse. Ni siquiera había sospechado que ella pudiera ser su oponente. Decidió que su aspecto urbanita y elegante la había engañado. Irradiaba un aura de sofisticación y frialdad. Pero la elegancia de su traje ocultaba a una depredadora de pura sangre, una jugadora agresiva e inteligente que aprovechaba cualquier oportunidad táctica para atacar. En resumen, era una mujer incapaz de resistirse a cualquier reto que le permitiese demostrar su superioridad. No era un tipa con quien enredarse, ni a quien ofender.
—Podría tomarme el descanso ahora —dijo Perrie dispuesta a recibir su castigo, en vez de ganarle con los dos siguientes movimientos que tenía planeados. Sería más inteligente concederle el triunfo.
Jade asintió con los párpados entornados, porque aún tenía que dilucidar qué guión seguía ella. ¿Realmente pretendía que creyera que desconocía su identidad?
—He pedido que trasladen el tablero a mi despacho, para poder jugar sin interrupciones.—
El corazón de ella se había disparado por la tensión nerviosa. Jade abrió la puerta del despacho y le cedió el paso. Ella captó durante un segundo el leve aroma de perfume femenino. Inspiró.
—¿Cómo ha sabido que era yo? ¿Cómo lo descubrió?—
—Eso no tiene importancia.—
—Para mí si la tiene —se atrevió a decir la castaña.
—Cámaras de vigilancia —dijo simplemente.
Perrie palideció. Que hubiera una cámara de seguridad en el vestíbulo la apabulló. Se tomaba su descanso allí, y una o dos veces, agotada, había activado la alarma de su reloj de pulsera y se había echado una siesta en el sofá. Una prueba de eso bastaría para que perdiera el empleo.
—¿Quieres beber algo?—
Perrie, su esbelto cuerpo tenso como un arco, se detuvo en el centro de la habitación. La luz iluminaba el tablero y los sofás que había en el rincón. Era un entorno muy íntimo. Si su supervisora aparecía y la encontraba allí, se haría una idea muy equivocada, y consumir bebidas alcohólicas era causa de despido.
—¿Está intentando que pierda el trabajo?—
—Si tú no dices nada, yo tampoco lo haré —contestó Jade con premeditada indiferencia.
Una negativa automática acarició los labios de Perrie, pero de repente, ganó su rebeldía. Si ya tenía pruebas de que había sesteado en su periodo de descanso, no tenía sentido protegerse. «Sólo se es joven una vez», le había dicho Tulisa ese mismo día. Pero lo cierto era que Perrie nunca había sabido lo que era ser joven y despreocupada. Desde que había recuperado la libertad había seguido cada norma al dedillo, por pequeña o injusta que fuera. Ese hábito estaba grabado en su piel, era el marco de seguridad que regía su vida. La partida de ajedrez había sido la única desviación, y sólo porque había sido incapaz de resistirse a la tentación de revivir los retos que su padre le había impuesto en otros tiempos. De hecho, no recordaba la última vez que había probado el alcohol, y eso hacía que se sintiera patética, triste y desafiante. Nombró un cóctel de moda que había visto anunciado en un cartel.
—Pareces muy tensa —Jade le ofreció la copa.
Unos traslúcidos ojos marrones se posaron en ella, ofreciendo un apetitoso contraste con la piel de alabastro y el cabello castaño. Ella, como esperaba, la aceptó.
—No te pongas tensa, bella mía. Me pareces increíblemente atractiva.—
El enfado y vergüenza que Perrie solía sentir en momentos así brillaron por su ausencia. Comprendió qué había hablado en serio y sintió que el corazón se le desbocaba y caía a sus pies. La asombró descubrir que le gustaba lo que oía. Cerró los dedos sobre la copa, temblorosos. Tomó un sorbo y luego otro, para ocultar la realidad de su debilidad física. Era impropio sentirse excitada. Cuando se atrevió a alzar la vista hacia sus asombrosos ojos cafés y moteados de oro, se quedó sin aliento.
Volví, mañana actualizo again, pero ya saben que luego se me va la onda, me recuerdan por fi.
Los leo.
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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓
FanficSería su esposa y la madre de su hijo... pero nunca tendría su amor.