Capítulo 14: La deseaba pero odiaba desearla

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DOBLE ACTUALIZACIÓN (1/2)


Perrie no tenía ninguna intención de hacerse la víctima y era demasiado orgullosa para intentar volver a razonar con ella. Sabía cómo funcionaba. Si Perrie había dominado el tablero de ajedrez, Jade dominaría en el dormitorio. Había aceptado el trato y no iba a dejarse llevar por sus emociones: era más dura que eso. La vida había vuelto a irle mal, pero conseguiría manejarla igual que había hecho la vez anterior. La empresaria la agarró una de sus manos y la condujo al vestíbulo y luego por un pasillo.

El dormitorio principal daba a una gran terraza. A ella le costaba creer que pudiera haber algo tan bonito tantas plantas por encima del nivel de la calle. Se centró en mirarla mientras Jade bajaba la cremallera de su vestido y lo abría. Con el corazón desbocado, observó su reflejo en el ventanal iluminado por el sol. Ella inclinó la cabeza rubia y posó su experta boca en su omoplato. Encontró un punto cuya existencia ella desconocía y provocó un escalofrío de placer que la recorrió de arriba abajo.

—No quiero una mujer que se comporte como una exquisita autómata —Jade rió con suavidad—. Te quiero bien despierta, delizia mia.

—¿Qué significan esas palabras? —susurró ella.

—«Mi delicia», y es lo que eres. Desde que me marché de Londres, me han asaltado sueños inventivos en los que eras la protagonista —le confió.

—Entonces, ¿qué fuera una ladrona no supuso ninguna diferencia para ti?—

Jade se tensó a su espalda. La hizo girar para que la mirara y clavó sus amenazadores ojos marrones en ella.

Pero Perrie no se inmutó por esa silenciosa censura. De hecho, lo que más la provocaba era la ira contenida que percibía en ella, sometida a un control férreo.

—Eres más sensible de lo que pensaba —le dijo.

—¿Es que no tienes vergüenza? —exigió.

—¿Te avergüenzas tú de estar utilizando tu poder sobre mí para volver a llevarme a la cama?— Jade le lanzó una mirada fulminante y después la sorprendió con una carcajada.

—No —concedió, divertida—. Pero, ¿por qué iba a hacerlo? Me deseas tanto como yo a ti.—

—¿No es eso lo que se dicen siempre para alimentar su ego? —su voz tembló al final cuando Jade bajó el vestido hasta sus manos y luego la alzó en vilo para liberarla del bonito brocado con tanta facilidad como si fuera una muñeca.

En respuesta, Jade inclinó su arrogante cabeza y la besó. La caricia de su lengua en el paladar hizo que se estremeciera. El deseo estalló en su interior. La deseaba, pero odiaba desearla y se negaba a sucumbir a su deseo. Al notar que se tensaba, ella la atrajo más y lamió sus labios rosados con una dulzura tan inesperada que Perrie se quedó transfigurada. A eso siguió un inquietante asalto pasional que encendió chispas de fuego en sus venas. Con un gemido ronco que sonó en lo más profundo de su garganta, Jade le quitó el sujetador y cerró una mano sobre la suave curva de su pecho. A ella empezaron a temblarle las piernas.

—Tú también me deseas —afirmó Jade contra su boca—. Admítelo.—

—¡No! —con ojos brillantes como chocolate, se liberó de ella. Recogió el vestido amarillo del suelo, lo estiró y lo colocó cuidadosamente sobre una silla.

—¿A pesar de que podría convenirte agradarme? —insistió Jade con voz sedosa.

—Conseguirás una noche y eso es todo... ¡no volverás a acercarte a mí! — siseó Perrie como un gato furioso—. ¿Lo entiendes?—

—Lo entiendo, delizia mia —entonó Jade, alzándola en brazos para llevarla a la cama—. Que lo acepte o no es otra cuestión. Me disgusta hacer lo que otras personas me ordenan.—

—Eso no es nada nuevo —al descubrirse sobre la cama, cubierta sólo con las bragas, Perrie se calmó. Incómoda con su desnudez, lanzó una mirada de horror a las soleadas ventanas—. Por Dios santo, ¡cierra las cortinas!

Divertida por ese súbito cambio de frialdad a pánico, Jade pulsó un botón y luego otro que encendió las luces. Se quitó el blazer y desabotono su blusa mientras la observaba con mirada de depredadora. Sus bellos ojos denotaban inquietud y tenía el pelo revuelto. Su magnetismo era innegable, sobre su cama resultaba tan inusual y exótica como una leona paseando por un salón.

Perrie se sentía inquieta bajo su escrutinio, y se giró para ocultar sus senos desnudos. Le molestaba su timidez, porque ella la veía como una debilidad más y su conciencia ya estaba protestando. Le había devuelto el beso con más que tolerancia. No entendía cómo podía responder con tanto entusiasmo a una mujer a la que odiaba. Por otro lado, era una suerte poder hacerlo, pero no entendía el por qué.

—Madonna mia —Jade miraba con horror la cicatriz que mancillaba la morena piel de su espalda—. ¿Qué diablos te ocurrió?—

Cuando Perrie comprendió lo que había llamado su atención, se apoyó en la almohada para ocultar esa parte de su cuerpo. La mortificaba que hubiera visto la fea evidencia del ataque que había sufrido tres años antes.

—Nada...—

—Eso no es nada...—

—Pero no tengo que hablar de ello si no quiero —sus vividos ojos azules se habían velado y su esbelto cuerpo estaba tenso.

Jade se acercó a la cama en calzoncillos. Era alta, morena y viril, sus fuertes músculos cubrían un cuerpo de atleta.

—¿Siempre estás tan dispuesta a batallar?—

—Si no te gusta, envíame a mi casa.—

Jade la miró con la agresividad de un cazadora. Ella se quedó hechizada. La rubia curvó los dedos alrededor de su cuello.

—Tal vez podría llegar a gustarme pelear, delizia mía —ronroneó, acercando la promesa de sus sensual boca a sus labios.

Ella tenía los nervios desbocados; estaba rígida. Pero el beso fue una provocación que seducía y prometía mucho más. Su sabor la embriagaba pero luchó contra esa verdad, empeñada en someterse a sus atenciones sin corresponderle. Jade encontró la delicada curva de sus senos y masajeó las puntas aterciopeladas hasta que se convirtieron en capullos rosados. Ella sentía dardos de sensaciones exquisitas, pero siguió intentando resistirse a su destreza sexual.

Jade la estrechó entre sus brazos para combatir su resistencia. Había más urgencia que paciencia en la posesiva caricia de sus manos. Más exigencia en la pasión ardiente de su boca. Ella se debatió bajo el asalto de su creciente ardor. Por más que intentaba mantenerse alejada, estaba volviendo a crear en ella esa tormenta de pasión en la que el orgullo no tenía lugar y sólo regía el deseo.

—Tú también me deseas —le dijo—. Es recíproco. Lo vi la primera vez que me miraste.—


No les traigo el maratón pero si una doble actualización :D

P.D. No me odien

De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora